El 5 de marzo de 1996 era un día especial, era mi primer día como alumno de secundaria. No era cualquier cosa, ser alumno de secundaria significa más libertad, conocer gente nueva y sobre todo inspeccionar un mundo algo desconocido para mi: el fascinante mundo del sexo opuesto y las hermosas alumnas de enseñanza secundaria . Era un momento especial, la noche anterior no había dormido mucho de los nervios porque no sabía con que me iba a encontrar. Sonó la alarma a las siete en punto y bajé las escaleras, me metí a la ducha, me di un buen baño y me puse mi camisa blanca, mi pantalón plomo, mi chaleco azúl y la corbata gris con azul de mi nuevo colegio, el San Andrew. Bajé a tomar el desayuno y allí estaba mi hermano con su habitual humor desagradable, presto a molestarme.
—Oye ridículo bájate ese pantalón, pareces un abuelito de ochenta años. —Se rió de mi.
—Cállate idiota, seguro tú te ves muy lindo con esos pantalones anchos —le contesté mirándolo de arriba a abajo.
—Eso es mentira, mi pantalón es normal el tuyo es de viejito. —Empezó a imitar a una persona de tercera edad.
—Ya, ya, déjense de discutir por tonteras, terminen de tomar desayuno que se tienen que ir al colegio. —Nos mandó mamá—. Y tú Javier, tienes que cuidar a tu hermano. —Le ordenó a Javier.
Lamentablemente a mi mamá se le había ocurrido ponernos en el mismo colegio, mi hermano entraba a tercero de secundaria y yo en primero, pero lo peor es que iba a tener que irme y venirme con él, como si no fuera mucho tener que aguantarlo todo el día en la casa ahora tenía que soportarlo en el colegio.
—Mamá, porque me tengo que ir con Javier —le reclamé ofuscado.
—Yo no quiero que me vean con tontos —Me miró con desagrado mi hermano—. Además, el se va con su amigo Victor y Grace ¡¡uuuhhh!! —Saco su maldita risa sarcástica.
—Ya hagan lo que quieran, pero anden con cuidado. —Perdió la paciencia mamá.
En todo caso mi hermano había dado con un punto importante, como mis papás eran buenos amigos con los Miller y se llevaban bastante bien con los Guzmán, nos habían puesto en el mismo colegio así que, si no había ningún inconveniente y nadie repetía, íbamos a hacer toda la enseñanza secundaria juntos, lo cual era genial sobre todo por el hecho de ser compañero de curso de Grace. Rápidamente terminé de desayunar, me lavé los dientes y salí a la calle listo para mi primer día de escuela. Afuera de casa estaba Grace esperándome con su mochila rosada, falda azul a la altura de las rodillas y un chaleco azul, se veía maravillosamente bien.
—Hola ¿Lista para el primer día de clases? —pregunté entusiasmado.
—Claro, va a ser genial, vamos. —Me apuró.
Pasamos a buscar a Victor que vivía más cerca de la entrada del pasaje y nos fuimos caminando a tomar el bus que nos dejaría en nuestro colegio, lo bueno es que para el lugar donde íbamos los buses pasan casi vacíos, así que nos fuimos sentados. Entonces, en el bus, empezamos a conversar sobre nuestras expectativas para este año escolar que comenzaba.
—El colegio es bastante bueno, dicen que es grande y creo que hasta tiene varias carreras, además hacen actividades extracurriculares, como talleres y cosas así —contaba animadamente Victor.
—Y lo bueno es que vamos a estar en el mismo curso —dije entusiasmado.
—¡¡Genial!! —Asintió con la cabeza Victor.
Entonces Grace empezó a carraspear inquieta, al parecer algo le preocupaba y no creo que fuera por mi culpa, yo no le he hablado nada de lo qué pasó en la fiesta. Ella empezó a mirar al suelo mientras jugaba con sus dedos.
—¿Que pasa Grace? —Victor empezó a notar la incomodidad de Grace.
—Es que... le pedí a mi mamá que me inscribiera en otro curso, porque me llamó la atención, así que... no vamos a ser compañeros. —Se lamentó.
—¿Y a que curso te matriculó? —consulté aguantando la pena y rabia que sentía por dentro.
—En secretariado. —Intentó sonreír.
Genial, se supone que íbamos a quedar los tres en el mismo curso, se supone que nos íbamos a graduar juntos de cuarto de secundaria; Grace había arruinado todo por ser ¿secretaria? Que gracia puede tener ir a un curso de puras mujeres.
—Bueno, por lo menos vamos a estar en el mismo colegio. —Trató de arreglar la situación Victor.
—Claro y si no repetimos ningún curso de todas maneras nos vamos a graduar de cuarto juntos —aseveró Grace.
Bueno, no se podía hacer mucho con la decisión de mi vecina traidora, ya estaba tomada y había que conformarse con eso. Nos bajamos del bus y comenzamos a caminar por una calle pequeña y a mitad de cuadra estaba el San Andrew, nuestra escuela. La verdad es que mirándola desde afuera era bastante grande, tenía tres pisos pintado todo de color celeste. Entramos por el portón principal y el lugar estaba abarrotado de gente, alumnos con sus apoderados, los inspectores tratando de guiar a los alumnos a sus salas y uno que otro despistado buscando su curso. Nos acercamos a un tablero grande para buscar nuestra sala, porque ya estábamos a punto de entrar a clases. Con Victor nos tocó la primera sala entrando al colegio, frente a inspectoría, así que al parecer íbamos a estar muy bien vigilados. Nos despedimos de Grace, ya que su sala estaba en el tercer piso, yo traté de no mirarla mucho mientras subía para que no pensara que la estaba tratando de observar algo indebido. Nos dirigimos a la sala y afuera de ésta había un tipo moreno con cara muy seria y al otro lado uno medio gordito con cara de buena onda. Cuando íbamos a entrar el gordito nos frenó en seco.
—Hey, la sala de primaria está en el patio de atrás. —Se rió de nosotros.
—Mmm, bien por ti —le contesté serio.
—Hey tranquilo, solo es una broma. —Esbozó una sonrisa maliciosa—. Soy Iván Orellana. —Se presentó.
—Me alegro por ti. —Lo contemplé de pies a cabeza muy serio y seguí caminando.
Victor se quedó parado mirándome callado, seguro no esperaba esa respuesta de mi parte, pero era la única manera de ganarnos el respeto de los demás. Elegimos nuestros puestos, el segundo puesto de la segunda fila y nos sentamos a esperar el comienzo de la clase. Mi esperanza era que se abriera la puerta y entrara una maestra hermosa, de cabello castaño y hermoso cuerpo con un vestido ajustado, pero cuando se abrió la puerta entró un caballero gordo, de pelo negro medio canoso y dientes amarillentos. Dejó el libro en la mesa y se dirigió a nosotros muy serio.
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Editado: 24.06.2024