Contrapartes

Luchar para vencer

Los primeros días de junio fueron fríos como nunca antes en la capital, lo cual era bastante extraño. Pero sobre todo en mi corazón se había enfriado la posibilidad de conquistar a Evelyn. Luego de esa parada de carros por parte de la chica de secretariado, Criser, que supuestamente se había dado cuenta que no valía la pena seguir luchando por la chica de secretariado, logró un acercamiento con Evelyn, la abrazaba, compartían lo que llevaban para comer, al parecer su amistad era más que cercana, mientras que conmigo hablaba muy poco, así que decidí que, como no quería sufrir por ella, lo mejor que podía hacer era alejarme un poco de las chicas de secretariado, aunque tarde o temprano se iban a dar cuenta de ello.

—¿Vamos donde las chiquillas Cardona? —Me invitó el Criser.

—No puedo, es que... tengo que ir a la biblioteca a hacer un trabajo —me excusé.

—Bueno, tú te lo pierdes. —Se encogió de hombros y se fue.

No me gustaba mentir, pero Evelyn había dejado muy claro su postura, aunque con Criser andaban uña y mugre yo no podía, no quería ser solo amigo de Evelyn. Además si iba el imbécil de Criser se iba a acaparar a la chica de secretariado e iba a aprovechar de reírse en mi cara por su pseudo victoria.

Los siguientes días en los recreos la tónica era la misma y con excusas como que me sentía mal, que tenía que ir a conversar con el profe de matemáticas o que tenía que ir a sacar fotocopias a la biblioteca me saqué de encima al Criser que quería que lo acompañe donde Evelyn y la Colorina. Pero llegado el jueves, a la salida de clases, me llegó una invitación que no era para nada despreciable.

—Vamos a ir a la plaza con la Eve y la Colorina ¿Vas con nosotros? —Me hizo la cordial invitación el baboso de Criser.

—Me encantaría ir, pero resulta que tengo hora al médico y me tengo que ir altiro —inventé otra excusa muy mala.

—Ya, pero viejo después no te quejes si las chiquillas se enojan contigo porque ya no te juntas con ellas. —Me apuntó con su dedo índice—. Ellas preguntan y yo no sé cómo excusarte.  

—Tranquilo, no se van a enojar —le aseguré con una sonrisa nerviosa.

—Dile eso a ellas —me pidió y se fue

Sabía que era un riesgo, porque estaba dejando en bandeja la oportunidad a Criser de enamorar a Evelyn, además que a la larga las chicas de secretariado se iban a sentir conmigo debido a que ya no las tomaba en cuenta, pero prefería eso que sufrir otra decepción amorosa por no tener conmigo a la chica en la que estaba interesado, aunque eso en realidad ya estaba ocurriendo.

El problema era que mis amigos se habían acercado a las chicas de segundo de secretariado, incluyendo a Grace, así que, como ella está enojada conmigo, estaba entre la espada y la pared, solo sin nadie a quien decirle como me sentía.

Ese día me fui a casa con miles de ideas en mente, como sacarme de la cabeza a Evelyn, buscar otros amigos porque sabía que con Grace metida en el grupo iba a ser muy difícil acercarme a mis amigos. De muy mala gana tragué el pollo con arroz que preparo mamá al almuerzo, lo bueno es que ella era muy prudente y no se entrometía en mis asuntos, hasta que me iba a levantar de la mesa a mi pieza mi mamá me detuvo en seco.

—Espera, quiero que laves la loza Benjamín. —Me mandó mi madre.

—Si mamá. —contesté de mala gana, por que me carga lavar la loza.

El problema no era solo tener que dejar la cocina brillante,  mi mamá que no es para nada tonta, se puso detrás mío mientras lavaba los platos. Que no me pregunté nada, que no me pregunte nada por favor.

—¿Que te pasa Benja? Veo que andas muy callado, como triste —me consultó interesada mamá.

—Nada mamá, no me pasa nada —traté de responder lo más rápido posible, para acabar con la conversación o mejor dicho interrogatorio.

—Yo si sé lo que le pasa. —Se metió mi hermano—. Es que Grace se enojó con él y ahora no le habla a este pobre idiota.

—Tú deberías estar en clases —le reclamé perdiendo la paciencia—. Aprende a no meterte en los asuntos ajenos idiota.

—Pero esa no es razón para que andes así hijo  —me habló con dureza mamá

Las mamás de hoy no entienden nada sobre los sentimientos de los adolescentes, solo juzgan sin pensar en nada. Lo que más me encanta es como usa la psicología y el cariño maternal mi  mamá para poder ayudarme y darme ánimo cuando lo necesito, simplemente increíble.

—No es por eso que ando así —contesté tajante.

—Grace, háblame por favor. —Se burlaba mi hermano.

—Cállate animal. —Empecé a perder la paciencia.

Mi mamá de entrometida, mi hermano de traidor contando todo lo que me pasa, vaya familia que tengo. Y después quieren que confíe en ellos y le cuente lo que me pasa.

—Porque te cuesta tanto reconocer que aún te gusta. —Se metió mi hermana Paloma—. Sabes cabro chico, yo que tú hablo con ella, no puede ser que esté enojada contigo por...

—Más de tres meses, creo. —terminé la frase de Paloma.

—Grace es cosa seria. —Hacía morisquetas burlesco Javier.

—Busca la reconciliación, ya ha pasado mucho tiempo, tal vez ya se le pasó el enojo —me dijo al oído mi hermana.

Era lo que tenía que hacer, pero la pregunta del millón era ¿Cómo lo iba a hacer? El fin de semana le di muchas vueltas a la idea de reconciliarme con Grace, pero no tenía idea cómo lograrlo. Salí a comprar pan y me encontré con Kuky, así que aproveché de que pusiera al día de cómo iba su relación con Pedro y le conté el dilema con mi querida vecina.

—¿Todavía sigue enojada? Nunca se había enfadado por tanto tiempo. —No la podía creer mi vecina del frente.

—A principios de la semana anterior habló con Victor, se junta con él en los recreos pero a mí ni bola me da —conté triste.

—Es hora de que hablen, no puede ser que dejen de ser amigos por una tontera —Me agarró del brazo convencido de lo que tenía que hacer.

Kuky se dirigió a la casa de los Miller, golpeó la puerta con la convicción que esto si o si se solucionaba ahora. Abrió la puerta Brian que le contó que Graicy no se encontraba, ¡¡De la que me había salvado!! Pero Claudia, que no se rinde nunca, lo agarró de la mano y lo llevó hacia donde estaba yo.




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