Contrapartes

El encuentro que cambió mi vida

 

Como les decía, para tener siete años mi vida había sido bastante agitada, pero ese día, detrás del camión que traía las cosas de nuestros vecinos nuevos apareció ella, una chica rubia como el trigo, con una sonrisa amplia y llamativa, ademas de tener unos tremendos ojos azules.

—Mira Grace, aquí vas a tener un amigo con quien jugar —le dijo su mamá.

—Si mamá —contestó tímidamente ella.

De pronto ella se acercó a mi, el viento jugaba con su vestido y su cabello, me quedó mirando en silencio por unos segundos, mientras que yo empecé a inquietarme por la manera como me observaba.

—Soy Grace, nos vamos a mudar junto a mis padres y mi hermano Brian a la casa número 235. —Se presentó.

—Un gusto, mi nombre es Benjamin y vivo en la casa del lado, la 230 —le contesté.

—Espero que nos llevemos bien. —Sonrió nerviosa.

Si claro que nos vamos a llevar bien (con lo linda que eres solo deseaba que tuviéramos buena onda.) Luego de eso ella se entró a su nueva casa y Victor se puso al lado mío.

—Uhmm, ni la conoces y ya parece que te llevas muy bien con la vecina nueva —se burló de mi.

—Eso no es cierto, solo... solo se acercó para presentarse nada más —respondí nervioso.

—Te gustó... se nota que te gustó. —Se tiró encima mío.

Victor es mi mejor amigo, tiene la misma edad que yo, nos llevamos por cinco meses, el tiene el pelo negro corto igual que yo, los ojos negros muy grande y su principal característica es que siempre anda con los labios resecos. Somos amigos desde los cinco años y a pesar de ser sólo niños nos conocíamos bastante bien.

—No podemos negar que es linda —me decía mi amigo.

—No lo sé, yo tengo mi cabeza en otras cosas —respondí.

—¿Estas preocupado por lo de tus papás? —preguntó yo asentí con la cabeza—. Deberías dejar de preocuparte por eso, tus padres van a resolver sus asuntos, es cosa de tiempo —aseguró.

—Ojalá sea así... ojalá —murmuré esperanzado.

Luego de un rato de estar con mi amigo entré a mi casa, creo que no fue buena idea, otra vez papá y mamá estaban peleando. Como era la costumbre mamá le sacaba en cara el error que había cometido al engañarla con otra mujer, el problema que ellos no hablaban, se gritaban sin ningún remordimiento, aunque Javier, Paloma y yo estuviéramos ahí presente.

—Como te pudiste fijar en esa... ¡¡mmmmfff.!! Más encima es tan fea y quebrada, como caíste tan bajo —mi madre retaba a papá.

—Ya te dije solo fue un desliz, me equivoqué y ahora estoy asumiendo mi error —mencionó enojado papá.

—Es lo mínimo que puedes hacer, por tus hijos, por tu familia —le sacó en cara mamá.

Ahí estábamos de nuevo, mi madre sacándole en cara a papá que la había engañado con otra mujer y mis hermanos y yo en medio de la guerra aguantando los gritos y los insultos de ambas partes, alguien tenía que hacer algo para parar esto, aunque estaba consciente que no me iban a escuchar.

—No pueden estar un minuto sin pelear. —Se metió Paloma.

—Ustedes no se metan, váyanse a su pieza mejor —pidió papá.

—Somos sus hijos y queremos vivir en paz —reclamó Paloma.

—Tal vez lo mejor que puedo hacer es irme de la casa, así van a estar todos tranquilos —sugirió papá.

—Claro, así te vas con esa mugrienta, no tienes vergüenza Ernesto. —Lo miró con asco mi madre.

—No me voy a ir con ella, fue un error que no volveré a cometer —reflexionó papá.

Después de un rato papá tomó sus cosas y se marchó, la despedida fue muy dura para mis hermanos y para mi, nunca papá había estado fuera de casa, menos por una razón tan delicada que a mis siete años me costaba entender. Salí a la calle, me senté en la base de la reja que protegía nuestra casa intentando entender por que nos ocurrían estas cosas, papá había traicionado de esa manera a mamá, era doloroso pero era la cruel realidad que tenía que vivir. Hasta que inesperadamente alguien me fue a dar su apoyo.

—¿Estás bien? Tienes los ojos hinchados ¿Estuviste llorando? —me preguntó Grace.

—Es difícil de explicar, mamá echó a papá de casa, ahora todo va a ser distinto sin el —le conté.

—Debe ser difícil para ti, mi papá siempre dice que las cosas pasan por algo y que siempre son para mejor, solo hay que tratar de darle la vuelta y ver lo bueno de lo que te está ocurriendo, solo así saldrás adelante  —me dijo sonriendo.

—Si, es verdad, aunque no es fácil. —Suspiró.

Además de ser muy bella Grace era muy inteligente, a pesar que apenas me conocía se acercó a darme ánimo, Dios esta chica vale oro. Desde ese día empezamos una relación de amistad muy cercana, aunque a veces peleábamos por tonteras, siempre nos reíamos, lo pasábamos muy bien juntos, lo que también me ayudó a disminuir el dolor de la partida de mi padre.

Mientras esto ocurría mi padre se alejó un tiempo de nosotros, de vez en cuando nos llamaba por teléfono para saber cómo estábamos, hasta que dos años después volvió a vernos. Mis hermanos y yo nos alegramos de verlo, aunque a mamá no le gustó mucho la idea. Hizo pasar a papá, quien daba pasos cortitos al entrar a la casa, para no causar la molestia de mi mamá.

—¿Que haces aquí? —le preguntó de manera severa.

—Vine a ver a mis hijos, los echo mucho de menos, también a ti Ceci —se sinceró papá.

—Entonces por qué no lo hiciste antes, dos años sin saber de ti y crees que vas a llegar y venir para llevártelo a donde quieras —le enrostró.

—Papá nos llamaba por teléfono —le recordó Javier.

—No me interesa, yo soy la que ha tenido que asumir el rol de padre y madre todos estos años él no tiene derecho a venir aquí después de todo el daño que ha hecho —le replicó ella.

Con mis hermanos nos miramos y entendimos que esto no era de nuestra incumbencia así que yo me fui al patio de atrás a chutear la pelota, mientras tanto podía escuchar como papá y mamá discutían enojados. Me dolía mucho que esto ocurriera, así que salí hacia la calle, estaba desolado, confundido ¿Porqué mamá no podía perdonar a papá si él a lo mejor estaba arrepentido de lo que hizo? Salí del pasaje, cosas que no podíamos hacer, en ese momento estaba tan apenado que solo quería llorar y no quería que nadie me viera. Caminé hasta el pasaje siguiente y me puse a caminar, al final habían unas villas que estaban construyendo casas, había una pequeña plaza con columpios así que me quedé ahí columpiándome, mientras una lágrima corría por mi mejilla. La verdad no sé cuánto tiempo pasó, nunca he tenido noción del tiempo, hasta que frente a mí apareció Grace Miller.




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