Dos caminos. Una chica me observaba al final de cada sendero, que, aunque idénticas en apariencia, su vestimenta las diferenciaba. En un sendero, un camisón blanco y en el sendero siguiente, un vestido rosa. Sus ojos me taladraban y en mi cabeza me torturaban obligándome a tomar un camino. Sus voces gritaban en mi cabeza, pero sus bocas nunca hablaron. Mi mano contenía un objeto que sería entregado a la persona elegida.
Suspire intentando relajarme, y pensar en una decisión. Pero la chica del camisón blanco me taladro la cabeza. Y en su poder sobrenatural, me llevo a 45 años más tarde. En mi vejez. Una anciana a mi lado tomandome la mano, y muchos niños corriendo a mi alrededor. Sentí tranquilidad.
La voz de la chica del vestido se apago y ella y el sendero desaparecieron. Al fin con tranquilidad, camine hacia la chica del camisón. Recorrí ese sendero hermoso y al haber llegado, tome la mano de la chica y le sonreí. Pero ella se desvaneció y gritos y lloriqueos se escucharon en eco. Asustado mire a mi alrededor, pero no hallé más que soledad. Y el objeto antes en mi mano me fue arrebatado.
Entonces me vi. Dejando a mi familia por otra chica, no escuchando a lo que tenía que decir mi mujer y dando la llave de mi vida a aquella chica. Entonces me vi en un hospital, en soledad y vejez. Y me di cuenta, que todo fue a contratiempo, por mis malas decisiones.
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Editado: 02.10.2018