Contrato bajo el muérdago

Capítulo 2 – Café derramado y arrogancia británica

Narrado por Clara

El sonido del aeropuerto era una mezcla entre villancicos desafinados y el murmullo eterno de viajeros cansados. Aún no superaba lo absurdo de lo que había pasado la noche anterior: un beso accidental bajo el muérdago, frente a una cámara, con un actor famoso que tenía la sonrisa más arrogante de Londres.

Elliot Blake.

El nombre me sabía a complicaciones… y a café frío.

Me repetí que todo había sido un malentendido. Que no importaba si el video ya tenía millones de vistas en redes, o si mi jefa me había mandado un mensaje con un emoji de fueguito y un “¿Qué demonios hiciste?”. No. Yo era una profesional. No iba a dejar que un beso tonto arruinara mi reputación.

Claro, eso me dije justo antes de tirarle un café encima a Elliot Blake.

—¡Por el amor de…! —gritó él, mientras el líquido caliente le empapaba la camisa blanca—. ¿Qué demonios haces?

—¡Fue un accidente! —exclamé, horrorizada, buscando servilletas como una loca—. No te muevas, déjame limpiar…

Él me miró como si acabara de destruir una obra de arte. Su cabello oscuro estaba ligeramente despeinado, su mandíbula perfecta tensada, y sus ojos grises tenían ese brillo de superioridad británica que me daba ganas de lanzarle otro café.

—¿Eres tú otra vez? —preguntó, con una media sonrisa que no sabía si quería golpear o besar—. ¿La chica del muérdago?

—No soy la chica del muérdago. Tengo nombre, gracias.

—Claro, claro… ¿Cómo era? Carla, ¿no?

—Clara. —Lo corregí con una sonrisa falsa—. Con “a”. Como accidente.

Él soltó una risa breve, una de esas que solo hacen los hombres que saben que pueden salirse con la suya.

—Bueno, Clara con a, parece que el destino no soporta tenernos separados.

Rodé los ojos, limpiando la mesa mientras deseaba desaparecer. Pero el universo no tenía piedad: una fan lo reconoció, y en menos de dos minutos, ya nos estaban grabando de nuevo.

—¡Es él! ¡El del beso del muérdago! —gritó una adolescente desde el fondo del café.

Elliot me lanzó una mirada de resignación… y luego, una de esas sonrisas encantadoras que derriten cámaras.

—¿Ves lo que provocas? —susurró cerca de mi oído. Su voz era grave, suave, demasiado peligrosa.

Me aparté un paso, ignorando el cosquilleo ridículo que me recorrió los brazos.

—Por favor, no empieces a creer que soy parte de tu club de fans.

—No, claro que no. —Su sonrisa se amplió—. Tú eres parte de mi club de desastres personales.

Intenté ignorarlo. Pedí otro café, me senté lejos… y, por supuesto, él se sentó justo frente a mí.

—¿No tienes otro aeropuerto en el que ser un desastre? —pregunté sin mirarlo.

—No, pero tengo una reunión con mi agente dentro de veinte minutos. —Tomó un sorbo de su espresso como si nada hubiera pasado—. Y tú, déjame adivinar… ¿periodista que intenta conseguir una entrevista exclusiva conmigo?

—Productora. —respondí, molesta.

—Oh, interesante. —Dio un golpecito con los dedos en la mesa—. Entonces deberías saber lo importante que es la imagen pública.

—¿Lo dices tú? El hombre que fue grabado besando a una desconocida.

—No besando. —corrigió con una sonrisa peligrosa—. Siendo besado.

Me atraganté con el café.

Definitivamente, este hombre era insoportable.

—Mira, Elliot, no quiero seguir discutiendo. Ese beso fue un error. Nadie debería tomarlo en serio.

—Demasiado tarde. —Sacó su teléfono y me mostró una noticia—: “El actor británico Elliot Blake y su misteriosa novia mexicana: ¿nuevo romance navideño?”

Sentí que la sangre se me helaba.

Mi jefe iba a matarme.

—¿“Novia”? ¡Esto es una locura!

—Tranquila. —dijo, con una calma exasperante—. Tal vez podamos usar esto a nuestro favor.

—¿“A nuestro favor”?

—Verás… —se inclinó hacia mí, con esa voz peligrosa que sonaba como un secreto caro—. Mi agente cree que necesito limpiar mi imagen antes del estreno de mi nueva película. Y tú, Clara con a, acabas de aparecer como la mujer más buscada de internet.

—Ni lo sueñes.

—Podrías fingir ser mi novia unas semanas. —dijo con una sonrisa perfecta—. A cambio, puedo ayudarte con cualquier cosa que necesites para tu documental.

Me reí. En voz alta. En su cara.

—¿Tú crees que voy a firmar un contrato falso contigo solo porque tienes un acento bonito?

—Funciona mejor de lo que imaginas.

Lo miré, intentando entender si hablaba en serio. Y claro, con Elliot, lo absurdo era real.

A su alrededor, el mundo parecía un set de rodaje: todo tenía drama, ritmo y ese tipo de energía que podía hacerte perder la cabeza.

—No tengo tiempo para tus caprichos de actor. —me levanté con mi café, pero tropecé con mi maleta. Otra vez.

Elliot la atrapó antes de que cayera, su mano firme en mi cintura.

El contacto fue tan inesperado que me quedé sin aire.

Sus ojos se encontraron con los míos, y por un segundo, el ruido del aeropuerto desapareció.

—¿Siempre eres así de torpe? —susurró, divertido.

—¿Siempre eres así de insoportable?

—Solo cuando alguien me gusta. —dijo, con esa maldita sonrisa.

Me solté enseguida, fingiendo una calma que no sentía.

—No te hagas ilusiones, Blake. Esto no es una película.

—No. —respondió él, mirándome con una seriedad nueva—. Pero podría serlo.

Salí del café con el corazón acelerado y una mezcla absurda de enojo y curiosidad.

Lo último que necesitaba era involucrarme con un hombre así.

Y, sin embargo… mientras subía al taxi, no pude evitar mirar atrás.

Elliot estaba aún ahí, de pie, con la camisa manchada de café, mirándome con esa expresión entre divertida y desafiante.

Y lo peor era que sonreí.

Porque, aunque no quería admitirlo, algo en mí sabía que ese accidente no sería el último.

“Lo que no sabía era que ese café derramado iba a ser el primer trago de un contrato que cambiaría todo.”



#3224 en Novela romántica
#1042 en Otros
#383 en Humor

En el texto hay: humor, extranjeros, navidad y romace

Editado: 01.12.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.