🐾 Notas confidenciales de Garbanzo, gato con experiencia emocional
"Los humanos aman complicarse.
Si pueden firmar un contrato para asistir a una cena que ninguno quiere disfrutar, lo hacen.
Mi humana dice que es por imagen.
Yo digo que es por negación amorosa avanzada.
Y no pienso dejarla sola entre tanto canapé y sonrisa falsa."
*****
La noche de la gala en Valdaria llegó con cielo despejado y aire perfumado de jazmín.
El edificio del Hotel Belmar, sede del evento, resplandecía con luces doradas.
Un enorme cartel en la entrada leía:
“Cena Benéfica ‘Cocina con Corazón’ — Presentada por CulinArt y Fundación Aurora.”
Valeria respiró hondo antes de bajar del automóvil.
Llevaba un vestido color vino, elegante pero sobrio, con el cabello recogido en un moño relajado.
Julián, impecable con su traje negro y esa sonrisa ensayada que confundía aplausos con provocación, le ofreció la mano para ayudarla a bajar.
—Prometo no hacer ningún escándalo —dijo él.
—Eso ya es un escándalo en sí mismo.
—¿Tan poca fe me tiene?
—Toda la fe… puesta en tu capacidad para romper promesas.
Él sonrió de lado.
—Entonces no te decepcionaré.
*****
Lo que ninguno notó fue que, en el asiento trasero del vehículo, una pequeña figura anaranjada observaba todo con mirada calculadora.
Garbanzo, impecablemente oculto en una bolsa de mano (que originalmente debía contener maquillaje), había encontrado la forma perfecta de acompañarlos.
Y no estaba solo.
— “Te dije que esto era una locura.”
—“Relájate, Moka. Nadie revisa bolsos de gala.”
—“¿Y si maúllo?”
—“No lo hagas.”
—“¿Y si estornudo?”
—“Tampoco.”
—“¿Y si me aburro?”
—“Entonces ronronea discretamente.”
Moka sonrió entre sombras.
—“Eres peor que un guardaespaldas celoso.”
— “Soy un gato responsable. Es diferente.”
*****
Dentro del hotel, las luces del salón principal brillaban sobre mesas decoradas con centros de flores y platos de porcelana.
Los presentadores hablaban al micrófono mientras los invitados fingían escuchar.
Julián, a su lado, parecía en su elemento.
Valeria, en cambio, sostenía su copa como si fuera un contrato en revisión.
—Relájese, doctora —le susurró él—. Esto es solo una cena.
—“Solo una cena” es exactamente lo que decían los testigos de juicios por fraude.
—Si lo pone así, debería interrogarme.
—Créeme, tengo un cuestionario preparado.
Ella intentó no reír, pero no lo logró.
Y ese pequeño gesto fue suficiente para que varias miradas se giraran hacia ellos.
Un reportero se acercó.
—¡Chef Moreau! ¡Doctora Álvarez! ¿Podemos tomar una foto?
Ambos se giraron al mismo tiempo.
Él, sonriente.
Ella, con esa mezcla de sorpresa y elegancia natural que ningún fotógrafo puede resistir.
El flash iluminó la escena.
*****
🐾 Pensamiento de Garbanzo:
*Los humanos se asustan cuando los enfocan.
Los gatos, en cambio, nacemos listos para el lente.*
*****
Bajo la mesa principal, algo se movió.
Garbanzo asomó el hocico entre el mantel.
El olor era un paraíso: mantequilla trufada, carne al vino, pastelillos glaseados.
Y en medio de todo, Moka, observándolo con sus ojos verdes relucientes.
—“¿Y tú decías que no era buena idea venir?”
— “Todavía lo digo. Estamos debajo de la mesa de mi humana.”
—“Entonces estamos en territorio sagrado.”
Moka avanzó unos pasos, husmeando un trozo de pan que había caído.
Garbanzo intentó detenerla con la cola.
—“No toques eso.”
—“Tiene mantequilla.”
—“Tiene evidencia.”
—“Tiene sabor.”
—“Tiene consecuencias.”
Ella ignoró la advertencia y lamió una esquina del pan.
En ese mismo instante, Valeria se inclinó ligeramente para recoger su servilleta caída.
Garbanzo sintió el universo detenerse.
— “Estamos fritos.”
Pero justo antes de ser descubiertos, Julián dejó caer su tenedor sin querer.
—Ups.
El ruido metálico distrajo a todos.
Garbanzo suspiró en silencio.
—“Le debo una al chef.”
*****
Más tarde, cuando los invitados pasaban al área de postres, Valeria y Julián quedaron momentáneamente a solas.
Ella bajó el tono de voz.
—Esto está siendo menos horrible de lo que esperaba.
—Gracias.
—No te lo tomes como un cumplido.
—Demasiado tarde.
—Y no sonrías tanto, parece que coqueteas con todo el salón.
—Solo con quien vale la pena.
—Ah, entonces estoy tranquila.
Él arqueó una ceja.
—¿De verdad cree que no lo hago?
—No lo creo, lo sé.
—Pues debería volver a revisar las cláusulas.
Ella iba a responder, pero un sonido bajo la mesa la interrumpió: miau.
Su cara cambió de inmediato.
—No… puede… ser…
Julián la miró sin entender.
—¿Qué ocurre?
—Nada —dijo, apretando los labios.
El maullido se repitió.
Él sonrió.
—No me diga que…
—Shhh.