🐾 Notas confidenciales de Garbanzo, gato con experiencia emocional
Si algo aprendí anoche, es que los humanos no saben disimular después de un momento que los marca.
Mi humana sonríe más lento.
Su chef habla más despacio.
Y todos los demás… hablan demasiado.
*****
El canal amaneció en ebullición.
La gala benéfica había sido un éxito, pero lo que realmente ocupaba las conversaciones de pasillo no era la causa solidaria, sino una foto.
En la portada digital de la revista Valdaria Celebs se leía:
“¿Romance en los fogones? El chef Julián Moreau y la abogada del canal, Valeria Álvarez, deslumbran con química en la gala Aurora.”
Y, por supuesto, la foto lo decía todo:
él inclinado hacia ella, sonriendo de forma peligrosa;
ella, mirándolo con esa expresión entre incredulidad y curiosidad y al fondo, una sombra anaranjada apenas visible bajo la mesa.
Sí, esa sombra.
*****
Rocío entró corriendo al set con el teléfono en alto.
—¡Salieron en todas las redes! ¡Hasta los fans del programa los están “shipeando”!
—¿Los qué? —preguntó Valeria, confundida.
—Shipeando. Es decir… juntándolos.
—¿Juntándolos en qué sentido?
—En el romántico, claro.
—Ah. Perfecto. Lo que me faltaba.
Julián, sentado sobre una encimera con una taza de café, fingió no darle importancia.
—Ya era hora de que notaran la química.
—¿Qué química?
—La que niegas con más convicción que los postres sin azúcar.
Ella lo miró con una mezcla de amenaza y sonrisa contenida.
—Si dices una palabra más, haré que te entrevisten en vivo sobre tu dieta.
—Lo soportaré.
—¿Y si te preguntan por tu vida amorosa?
—Diré que estoy en una relación complicada.
—¿Complicada con quién?
—Con mi abogada.
Rocío casi escupe el café.
*****
🐾 Pensamiento de Garbanzo:
" Los humanos creen que el humor los salva.
En realidad, los delata."
*****
Garbanzo caminaba entre cables y cámaras, saludando a todos con la dignidad de quien ya tiene club de fans.
Los técnicos le habían puesto un cartel en miniatura que decía:
“El gato del amor”.
Él lo odiaba en silencio.
“El gato del amor”, dicen.
Ni siquiera me consultaron.
Y todavía tengo mantequilla en el bigote de anoche.”
Rocío le tomó una foto.
—¡Mira esa pose! ¡Tiene más carisma que ustedes dos juntos!
Valeria arqueó una ceja.
—Si subes esa foto, te demando.
—Ya es tendencia.
—¿Qué?
—Alguien del hotel lo grabó asomando la cabeza durante la cena. Le pusieron música romántica de fondo.
—No.
—Sí.
—No, no, no.
—Sí-sí.
Julián se llevó una mano a la cara, riendo.
—Te lo dije, doctora: su gato tiene mejor agente de prensa.
*****
Mientras tanto, afuera del canal, una pequeña figura felina merodeaba por el estacionamiento.
Moka.
No había vuelto a dormir desde la gala.
Seguía recordando la promesa de Garbanzo: “Te invito a cenar sin humanos.”
Así que fue a buscarlo.
La seguridad del canal ni la notó.
Era ágil, silenciosa, elegante.
Entró por la puerta trasera del área de utilería, y en cuestión de minutos, ya estaba en el set principal, justo cuando la cámara se encendía para la grabación matutina.
— “Perfecto. En vivo y con público.”,
Garbanzo la vio entrar.
Y casi se atraganta con una croqueta de atún.
—“Moka. No. Aquí no.”
—“Aquí sí. Dijiste que me invitarías a cenar.”
—“Era una metáfora.”
—“Yo no como metáforas.”
Ella saltó sobre una silla, luego al mostrador de la cocina del programa.
Los técnicos se quedaron congelados.
Valeria parpadeó.
—Por favor, dime que no…
Julián se encogió de hombros.
—Otra cláusula inesperada.
Garbanzo subió detrás de ella, intentando distraerla.
El público en el foro empezó a reír.
Rocío, al borde de un ataque de histeria, susurró:
—¡Sigan! ¡Esto está siendo oro televisivo!
*****
Los dos gatos comenzaron una persecución lenta, graciosa, como una escena improvisada.
Moka derribó una cuchara.
Garbanzo la recogió.
Ella saltó al mostrador de postres.
Él la siguió.
Y justo cuando parecía que todo iba a salirse de control, Moka se detuvo y se sentó con elegancia, mirando directamente a la cámara.
El público aplaudió.
Los presentadores se miraron, sin saber si detener la grabación o ponerles micrófono.
Valeria suspiró, resignada.
Julián, en cambio, sonrió.
—Parece que tenemos nueva sección —dijo él—: Amor en la cocina… versión felina.
Valeria trató de mantener la seriedad, pero se rindió.
—Mientras no haya contrato de pareja, está bien.
—¿Y si lo hubiera?
—Entonces lo reviso con mi abogado.
—¿O con tu gato?
—Él cobra más caro que yo.