Contrato con cláusula de abrazos

Capítulo 20 — “Cláusula 18: Amor, arena y rating”

🐾 Notas confidenciales de Garbanzo, gato con experiencia emocional

"Los humanos creen que madrugar es señal de disciplina.

Yo creo que es castigo divino.

Sin embargo, mi humana parece disfrutar de levantarse antes del sol, ponerse seria y fingir que no se nota que anoche soñó con el chef.

Y sí, lo sé. Porque ronroneó en voz baja."

*****

El amanecer en Bahía Serena olía a sal, café y nervios.
Desde la ventana del hotel se veía el equipo de grabación instalando luces, mesas y ollas relucientes sobre la arena.
Las cámaras apuntaban al mar, donde el reflejo del sol naciente pintaba todo de dorado.

Valeria se miró en el espejo por décima vez.
El vestido de lino claro y el cabello suelto le daban un aire despreocupado que no coincidía con su estado mental.
Garbanzo, desde la cama, la observaba con el juicio de un estilista.

🐾 “Perfecta. Pero fingiendo normalidad otra vez.”

—¿Qué miras? —preguntó ella, ajustándose los pendientes.

🐾 “A una humana que se peina para el caos.”

—Debería dejar de juzgarme, pequeño.

🐾“Deberías dejar de mentirte.”

Ella suspiró.
En la puerta, Julián tocó con los nudillos.
—¿Lista? El mar no espera a nadie.
—¿Y tú sí?
—Solo cuando la compañía lo vale.

Garbanzo rodó los ojos.

🐾 “Empieza el teatro.”

*****

El set improvisado en la playa era un espectáculo de producción y paciencia.
Cámaras, ventiladores, cocineros asistentes y hasta un dron girando sobre sus cabezas.
Rocío daba órdenes con su habitual energía:
—¡Queremos sonrisas, luz natural y nada de sarcasmo en cámara!

Julián y Valeria se colocaron frente a la mesa principal, rodeados de ingredientes.

—Hoy cocinaremos en pareja —anunció el chef, sonriendo a la cámara—. La doctora Álvarez se encargará de la organización… y de regañarme si exagero con la sal.

—O con el ego —añadió ella, sin perder la compostura.

El público en vivo (porque siempre había público) estalló en risas.

Garbanzo observaba desde una sombrilla cercana, junto a Moka, que llevaba un pequeño lazo azul que claramente había “tomado prestado” del minibar.

🐾—“Esto es fascinante,” dijo ella, fascinada.

🐾— “Esto es peligroso.”

🐾—“Tu humana y su chef tienen química.”

🐾—“Tienen negación.”

🐾—“Negación con ritmo. Mira cómo se miran.”

🐾—“Moka, deja de narrar lo obvio.”

*****

El programa avanzaba entre risas y pequeñas discusiones fingidas.
Valeria cortaba vegetales con precisión quirúrgica; Julián improvisaba salsa y comentarios coquetos.
Rocío los dirigía entre susurros.

Hasta que el dron descendió más de lo debido.
Un golpe de aire levantó harina y hojas de albahaca.
Julián intentó proteger la mesa; Valeria, los ingredientes.
El dron giró.
Y, como si el destino necesitara audiencia, Moka decidió saltar.

El público gritó.
Garbanzo se lanzó tras ella.
Ambos aterrizaron sobre la mesa, deslizándose entre los utensilios como dos meteoritos felinos.

El dron captó todo:
el salto, la harina flotando en el aire, las risas espontáneas y Julián sosteniendo a Valeria para evitar que cayera sobre el mostrador.

Silencio absoluto.
Luego, carcajadas.

Rocío se llevó las manos a la cabeza.
—¡No corten! ¡Sigan grabando! ¡Esto es oro puro!

Valeria, cubierta de harina, lo miró entre irritada y divertida.
—¿Podrías, por una vez, no sonreír?
—Podría. Pero no quiero.
—Eres imposible.
—Y tú estás preciosa así.

Ella levantó una ceja.
—¿Llena de harina?
—Llena de verdad.

Garbanzo, aún sobre la mesa, se limpió con dignidad.

🐾 “Los humanos y sus dramas. Uno salta por amor, ellos por accidente.”

Moka lo miró con brillo travieso.

🐾—“Yo salté por diversión.”

🐾—“Yo por ti.”

Ella sonrió.

🐾—“Entonces valió la pena.”

*****

Cuando el caos se calmó, el equipo decidió mantener la escena en el episodio.
El título provisional:
“Cocinando el amor (literalmente)”.

Valeria amenazó con renunciar.
Rocío le mostró los números de audiencia en tiempo real.
—Subieron un 40 % en cinco minutos.
—Eso no prueba nada.
—Prueba que el público ama verlos juntos.
—Pues el público necesita terapia.

Julián, sin dejar de sonreír, se inclinó hacia ella.
—Tal vez sea hora de admitir que hacemos buen equipo.
—Yo cocino contratos, no emociones.
—Entonces estamos perdidos.

*****




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