Contrato con cláusula de abrazos

Capítulo 34 — Cláusula 31: Después del caos, el silencio

🐾 Pensamiento inicial de Garbanzo

Anoche fue un espectáculo
hoy será el juicio
no en tribunal
sino en el lugar más peligroso
una conversación privada
Valeria evita mirar el celular porque sabe que internet ya escribió tres temporadas sobre lo que Julián dijo
Julián evita respirar cerca de ella porque teme empeorar el asunto
y yo estoy aquí
porque si los dejo solos
van a fingir que fue por el humo
y yo no nací para soportar tanto autoengaño
así que hoy
o hablan
o los empujo
con amor

*****

El día siguiente fue extraño.

No por el canal, que estaba feliz.
No por Raúl, que sonreía como si hubiera descubierto oro.

Sino por ellos.

Valeria llegó temprano y se encerró en su oficina.

Julián llegó temprano y se quedó en el pasillo, sin saber si tocar la puerta era buena idea.

Los mensajes en redes explotaban.

“EL CLIP DEL AÑO”
“CLARO QUE ME IMPORTAS”
“ESA MIRADA”
“LOS GATOS SON CUPIDOS”
“VALERIA ESTABA ROJA”
“JULIÁN ESTABA PERDIDO”

Valeria apagó el teléfono.

Se quedó mirando el escritorio.

Garbanzo saltó y se sentó frente a ella.

—No voy a hablar de eso —murmuró.

Garbanzo pestañeó lento.

Moka, desde el bolso, maulló bajito, como si dijera “sí vas a hablar”.

Tocaron la puerta.

Valeria cerró los ojos.

—Pasa.

Julián entró.

Sin chaqueta. Sin sonrisa de chef. Sin máscara.

Solo Julián.

—Hola.

—Hola.

Silencio.

Un silencio más honesto que cualquier entrevista.

Julián miró al suelo.

—Yo… lo de ayer…

Valeria respiró hondo.

—Fue un accidente.

Julián la miró.

—No fue el humo.

Valeria apretó los labios.

—No.

—Fue mi boca, que no sabe cerrarse cuando estoy nervioso.

—Fue mi boca, que suelta cuchillos cuando me siento vulnerable.

Se miraron.

No había cámaras.

No había público.

Solo la verdad incómoda, sentada entre ellos.

Julián habló despacio:

—No quiero que el canal use tu vida. No quiero que te sientas atrapada. Si quieres, yo hablo con Raúl. Pongo límites. Lo que sea.

Valeria lo observó un segundo largo.

—¿Por qué harías eso?

Julián se quedó quieto. No iba a decir “porque me importas”, porque ya lo había dicho y todavía le ardía el cuello.

Así que dijo lo que podía, sin cruzar la línea:

—Porque eres tú.

Valeria exhaló, como si esa frase le hubiera quitado un peso.

—Yo… tampoco quiero que me usen.
—Ni a ti.
—Ni a los gatos.

Moka maulló como aprobando.

Garbanzo se estiró, satisfecho.

Valeria se levantó y caminó hacia la ventana.

—Todo el mundo cree que… que estamos…

Julián se quedó en la puerta.

—Que estamos qué.

Valeria se giró, con la barbilla levantada.

—Que estamos en algo.

Julián tragó saliva.

—Y tú qué crees.

Valeria lo miró con una sinceridad que asustaba.

—Creo que… —hizo una pausa— …me molesta que crean cosas sin permiso.
Y me molesta… —otra pausa— …que a veces se acerquen demasiado a la verdad.

Julián soltó una risa breve, sin humor.

—A mí me molesta que Dante respire cerca de ti.

Valeria arqueó una ceja.

—Eso es ridículo.

—Lo sé.

—¿Y por qué te molesta?

Julián abrió la boca.

La cerró.

Respiró.

Y dijo, con una honestidad que se quedó en el borde sin caer:

—Porque no me gusta sentir que alguien ocupa un lugar que… —se detuvo— …que yo estoy acostumbrado a ocupar como parte del equipo.

Valeria lo miró como si quisiera reírse, pero no pudiera.

—Equipo.

—Equipo —confirmó él, con una sonrisa pequeña.

Valeria volvió a respirar.

Se acercó un paso.

No para besarlo.

Solo para estar cerca.

—No vamos a darle al canal el control de esto.

Julián asintió.

—No.

—No vamos a fingir por rating.

—No.

—No vamos a hacer el ridículo por un clip.

Julián pensó en el clip del año.

—Ya lo hicimos.

Valeria soltó una risa por fin, real.

Julián sonrió.

Ese momento, simple, fue más íntimo que cualquier cosa.

Valeria dijo, mirando a los gatos:

—Custodia compartida. De Moka. Y de… la paz.

Julián se acercó un poco más.

—Y de Garbanzo.

Garbanzo levantó la cabeza, digno.

—Y de nuestro trabajo —continuó Valeria.

Julián asintió.

—Y de no huir.

Valeria lo miró.

—Eso será difícil.

Julián respondió:

—Nunca dijiste que te gustara lo fácil.

Valeria respiró, y por primera vez en mucho tiempo, se permitió no pelear.

—No me gusta lo fácil.

—Lo sé.

Silencio suave.

Moka se acomodó en el regazo de Valeria.

Garbanzo se acercó a Julián y le dio un cabezazo en la pierna, como sello oficial de tregua.

Julián se agachó, sorprendido.

—¿Eso fue una aprobación?

Garbanzo pensó: fue un contrato.

Valeria sonrió.

—Creo que te adoptó.

Julián se puso de pie.

—Entonces estamos… —hizo una pausa— …bien.

Valeria lo miró.

—Estamos… mejor que ayer.

Julián sonrió.

—Ayer fue un incendio.

Valeria rió otra vez.

Y ahí, sin presión, sin cámaras, sin espectáculo, Valeria hizo algo inesperado: acomodó la solapa de la camisa de Julián. Un gesto mínimo. Cálido.

Julián se quedó quieto.

—Te quedó harina en la costura —dijo ella, mintiendo con elegancia.

Julián sostuvo su mirada.

—Claro. La harina.

No se besaron.

No era necesario.

Era un final limpio, familiar, real: la promesa estaba en el aire, sin necesidad de sello.

Valeria se apartó primero, como siempre.

Pero esta vez no fue huida.

Fue solo espacio.

—Voy a hablar con Raúl —dijo ella—. Pondremos límites.




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