Contrato con el paralítico

Prólogo

Prólogo.


Yo era lo que podía decirse un alma libre y rebelde yendo de aquí para allá, haciendo lo que me veía en gana, nunca disfruté tanto la vida a mis 29 años todo parecía que iba a un punto maravilloso, lleno de éxitos al ser el heredero de la fortuna que mis padres dejaron al morir, era su único hijo por lo cual podía disfrutar de comodidades sin rendir cuentas a nadie, al parecer era como vivir en un mágico sueño. 
Mi prometida Rachel, la mujer más perfecta y hermosa de toda Italia, compartía esos momentos a mi lado demostrándome que podíamos ser felices.


O eso creí yo…

***

—Paciente de 29 años, con posible contusión en la cabeza, derrame interno, hay varios huesos rotos y fractura cervical —la voz de una mujer se hizo presente en mis oídos a la distancia de mi inconsciencia, al parecer seguía con vida cuando esperaba de verdad morir en esa carrera, tomé una mala decisión cuando acepté el reto de correr en mi auto convertible en una competencia con un completo extraño.

Todo parecía ir bien, la velocidad del acelerador provocó un choque de adrenalina, empero en un segundo absolutamente, mi vida dio un vuelco de 360 grados, un camión se atravesó, lo esquivé como pude y pisé el freno, no obstante la velocidad hizo al vehículo tambalear hasta dar unas cuantas vueltas quedando de cabeza. Pensé que todo estaba bien, pero el pánico entró cuando no podía moverme de ahí, la sangre por todos lados recorría más huesos rotos y supe que la situación era bastante grave.

Los paramédicos llegaron al lugar, y entonces me desmayé o eso creía.

—Necesito transfusión de sangre, está perdiendo mucha y debemos entrar a cirugía cuanto antes —continuó la mujer, quien tenía un distintivo en su bata con el apellido: Williams. Sonreí porque como si fuera parte de una casualidad, en la escuela yo molestaba a una niña con ese apellido.

La camilla se trasladaba a cirugía y solo hasta que colocaron la anestesia pude perder la noción de mi alrededor yendo a un sueño profundo.

Siempre pensé que todo se trataba de dinero, velocidad y tomar decisiones a la ligera, pero cada una de esas cosas no significaba absolutamente, nada cuando tu vida estaba en riesgo, ni todo el dinero del mundo puede salvarte cuando estás en el camino a la muerte. Yo no saldría de esa, quizás mi momento llegó y a pesar de todo, no me quejaba de al menos el corto tiempo que estuve vivo, pude sentir una chispa de adrenalina que me hizo olvidar lo solo que realmente me encontraba.

***

8 meses después.

—Vaya, cariño, sí que necesitas rasurar esa barba —dijo una señorita y por un momento sentí como si todo hubiera sido parte de un sueño. Mi cuerpo estaba entumecido, no tenía idea cuánto tiempo dormí, por lo cual soltando un gran bostezo, parpadeé deseando saber qué rayos había ocurrido conmigo.

—Dónde estoy, qué pasó —cuestioné y la mujer se me quedó mirando, atónita. La bandeja que traía se le cayó, y únicamente salió corriendo como si hubiera visto un fantasma.

Noté que estaba en la habitación de un hospital y al parecer ese sueño sí fue real, aunque no recordaba mucho del accidente, ciertos flashbacks se presentaban en mi mente en un intento vago por recordar. Contemplé la habitación y con extrañeza  mi reflejo en el cristal de la única ventana que se hallaba en el cuarto, mis ojos se abrieron ampliamente cuando vi aquel sujeto barbudo y desaliñado, entonces comprendí que algo malo estaba sucediendo. Quise levantarme de la cama, empero algo mucho más raro ocurría, mis piernas no funcionaban, de hecho no las podía mover y era como estar dormido de la cintura para abajo.

Luché a toda costa por levantarme y en ese instante entró una mujer vestida de bata blanca acompañada de la otra que había salido despavorida, se acercó a toda prisa e intento calmarme.

—Señor D’achille, tome todo con calma, debe ir despacio —pidió y negué.

—¿Qué rayos le pasó? Por qué me parezco a mi padre, dónde me encuentro —exigí saber y la mujer se puso más seria de lo normal.

—Le diré solo si se calma —hizo un trato y acepté, solamente esperando que me pudiera explicar.

—Señor, usted tuvo un accidente automovilístico, está en el hospital San Carlo di Nancy desde hace unos ocho meses, exactamente —declaró y fue como recibir una bofetada con un guante repleto de piedras.

—¡¿Qué?! ¿Cómo pasó eso? ¡Exijo una explicación! —vociferé con histeria y ella volvió a pedir que me calmara, sin embargo, era imposible pedirme algo así, ya que estaba diciéndome que me mantuve en coma por 8 meses.

Tenía muchas preguntas, necesitaba saber qué pasó conmigo, y Rachel, mi prometida, ¿ella estaba en el hospital, esperando que me despertara?

—Señor D’achille, le pido tome esto lo más calmado posible, entiendo que debe estar confundido, pero necesito, en su totalidad, que me escuche —pidió en un tono que intentaba apaciguar todo lo que estaba sucediendo.

—Necesito saber donde está mi prometida, podré irme ya —pregunté intentando levantarme y de nuevo mis piernas parecían dormidas. Por qué rayos mis piernas no reaccionan, que clase de anestesia usaron conmigo —inquirí y pude notar como la doctora y enfermera cruzaron miradas furtivas—. ¿Y bien? —cuestioné.

—No sé cómo decirle, esto, señor, pero debido al accidente que tuvo y unas múltiples fracturas, una de ellas afecto su columna vertebral y nervios importantes que conectan con las extremidades posteriores, eso incluye sus piernas, el daño fue irreparable —soltó la noticia y no pude evitar reírme con el chiste.

—Ja, ja,ja, ja,ja… Por favor, ¿va a decirme que estoy lisiado? No bromee doctora, ya diga la verdad —gruñí las últimas palabras.

—En realidad no soy una persona que bromeó con los pacientes, y créame que viendo su situación hubiera deseado que fuera una broma —continuó y entonces comprendí, que ella decía la verdad.

Había quedado paralítico, jamás podría volver a caminar ni aunque quisiera, mis piernas se volvieron una parte inútil e inutilizable para mí. Una nube de oscuridad se posó en mis ojos y desde ese instante jamás pude ser el mismo.
El dolor de saber que no podría volver a ser el mismo hombre de antes, me quebró por completo, las cosas que amaba hacer como esquiar, manejar, correr, surfear y todos esos deportes solo podrían ser parte de un sueño. 
Ahora iba a ser una carga para Rachel, qué pensarían todos si ella se casaba con un lisiado inútil, seguramente se iban a reír porque en definitiva nadie arruinaría su vida por la de alguien más.




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