Contrato con un Multimillonario

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Las luces se encienden de golpe, deslumbrándome y obligándome a cerrar los ojos ante el repentino cambio de iluminación. Da impresión de que el extraño con una sola palabra es capaz de encender la luz en todas partes.

–– ¿Qué si te echaba de menos? ––Pregunto de nuevo, tratando de ocultar mi ansiedad detrás de la risa. –– Eres un soñador.

Me libero de sus manos, aunque solo porque él abre lo dedos y me permite soltarme. Frunzo el ceño y cruzo mis brazos en mi pecho.

–– ¿Me tienes miedo? –– el hombre sonríe. –– Tranquila.

––No tengo miedo, ––digo, sacudiendo la cabeza con decisión. –– ¿Por qué piensas eso?

El simplemente sonríe más, camina lentamente a mi alrededor, examinándome desde todos los lados, como quien examina un producto en el mercadillo. Siento físicamente su maldita mirada. Es una sensación extraña, completamente indescriptible. Eriza mi piel. Es como si una corriente eléctrica recorriera el cuerpo.

No me gusta en absoluto la forma en que me afecta este hombre. Me emociona. Él se detiene en frente, manteniéndome la mirada con sus magnéticos ojos azules.

––Si no fuera por el miedo, no estarías aquí, –– dice el extraño. Ahora pareces un animal atrapado.

–– Te gusta eso, ¿no? – suelto retándole. –– Intimidar a las chicas. Obligar a obedecer. Ver cómo reaccionan y disfrutas con ello.

–– No.

Su corta respuesta me confunde completamente.

Gleb Alexandrovich. ¿De qué vas?

–– ¿Qué tipo de juego es este? ––rompo el silencio. ¿Por qué me miras tan raro?

–– Te arrepentirás de haber elegido este atuendo, –– dice con la voz suave.

–– ¿En serio? ––Arqueo las cejas con incredulidad.

–– Te será incómodo.

–– Por supuesto, –– asiento con la cabeza y miro la obra de alrededor con una mirada expresiva. ––Un lugar tan elegante, y me olvidé de poner la falda y los tacones.

–– Acaso dije que nuestra cita va a ser aquí?

–– Usted envió esta dirección.

–– Como lugar de encuentro.

––Genial, –– suspiro con enojo. ––Terminemos rápido con esto.

–– No podrá ser rápido.

–– ¿Por qué?

–– Me encanta ir despacio. Con ritmo. Disfrutando. Saboreando. Sintiendo bien el momento.

¿Seguro que está hablando de una cita? Se acerca más y más con cada palabra. Me obliga a retroceder hasta que mi espalda está contra la valla.

–– Te necesito como experta.

Envuelve sus brazos alrededor de las barras de hierro a ambos lados de mis hombros, no me toca, pero el calor su cuerpo enciende mi piel.

–– Alguna vez has oído hablar del espacio personal? – digo en voz baja y me pego a la valla.

––No, y tampoco entiendo nada de construcción, ––contesta con una mirada completamente inexpresiva. –– ¿Qué se puede plantar en una parcela así? ¿Un hotel?

–– Tengo que pensar.

–– ¿Un centro comercial? –– pregunta, casi tocando con sus labios a los míos. –– ¿Complejo residencial? ¿Parque de atracciones?

–– Esto requiere un análisis.

Me agacho y consigo deslizarme por debajo de sus brazos. Cuanta más distancia entre nosotros, mejor. La cercanía de este hombre me pone nerviosa.

– Escucha, ¿de verdad trabajas para una empresa constructora?

Solo se está burlando de mí. Y no tengo idea de cómo detenerlo. Desde el principio me investigo, averiguo dónde trabajo. Mierda. En unos segundos recopilo la información en base de los mensajes que envió mientras íbamos en su coche por la mañana.

–– Hablaremos de esto cuando te conviertas en nuestro cliente.

–– Adelante, ––sonríe y sus ojos brillan más.

Maldita sea. ¿Y si ahora de verdad contacta con mi empresa? ¿Y si pide a mi jefe que me asigne al proyecto?

Para. Mi jefe no le confiaría a una novata un trabajo como este, aunque el cliente lo exigiera. Respira. Además, es poco probable que este tipo llegue tan lejos. La construcción requiere muchos gastos. Los ricos se aferran a su dinero. El proyecto costará mucho más que un coche y un teléfono móvil. Es más fácil cambiar de chica.

Estos pensamientos pasan por mi cabeza en segundos. Suspiro aliviada. La sonrisa de satisfacción de Gleb Alexandrovich parece decir: "No termina aquí, niña", no soy uno de los que se retiran fácilmente.

––Vale, salgamos de aquí, –– dice el hombre, me agarra del brazo y me empuja hacia un lado.

–– ¡No voy a ir contigo a ninguna parte!

––No vas a ir, ––se ríe. – Vas a volar.

–– Ya es suficiente, tú no...

–– ¿Quieres quedarte aquí?

Se detiene, pero el agarre no afloja.

Miro al coche cerrado. El diablo me hizo dar un portazo dejando las llaves dentro. Idiota, tu sola te has metido en eso.

–– Llevaran el coche y el teléfono a tu casa. No te muevas.

¡¿Qué?! ¿Piensa que me preocupa que se pierdan los regalos?

––No es necesario que me lleven nada, –– digo con los dientes apretados. ––No necesito nada de ti en absoluto. Los devolveré de todos modos.

El desgraciado se ríe y con ello me enfada aún más.

––Intentas mostrar principios? ––entrecierra los ojos.

–– Sí, así que no pierdas el tiempo.

Finalmente, me las arreglo para soltar mi mano de sus dedos. Pero la libertad no dura mucho. Me levantan y me tiran por encima del hombro.

–– ¡Suéltame! ¿Adónde me llevas?

–– Sorpresa.

Le golpeo en la espalda con los puños, pero él solo concluye irónicamente:

– Deliciosas caricias. Continua.

Definitivamente es un psicópata. ¿Cómo manejar la situación?

 

No puedo ver mucho cuando estoy boca abajo. La sangre late en mis sienes, me duele la nuca. Aunque entiendo la inutilidad de mis actos, sigo golpeando a este bastardo arrogante en la espalda. Me ahogo de rabia impotente. Me calmo por un momento y noto un cambio brusco en la superficie, mis ojos tropiezan con el cemento, la tierra desaparece. Estamos en una plataforma. Y cada vez con más claridad me llega un sonido extraño, que no se puede atribuir al efecto de un cambio de tensión.




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