Contrato con un Multimillonario

=6=

–– ¿Estas viva? ––pregunta el hombre, liberándome de los cinturones.

––S––sí, –– digo tartamudeando.

–– Se te ve tensa.

¿Por qué una mirada no puede matar?

Solo exhalo después de aterrizaje, y aun así con gran dificultad. Las náuseas suben por mi garganta, el estómago se retuerce como un nudo marinero. Menos mal que no tuve tiempo de comer nada, de lo contrario definitivamente me habría vuelto del revés.

Nunca pensé que podría tener nauseas del vuelo.

Un par de veces viajé con mis padres en un yate, he volado en avión. Siempre sin incidentes. Pero aparentemente, el helicóptero tiene un efecto diferente.

Al principio todo iba bien, o tal vez por el shock, en algún momento hasta disfruté del espectáculo de la ciudad de noche. Pero luego me maree, me afecto de modo que me daba miedo de moverme sin necesidad.

–– ¿Te mareaste? Gleb Alexandrovich inequívocamente adivino el secreto.

––Un poco, ––respondo evasivamente.

Los espasmos se debilitan, pero la sensación de nauseas no desaparece.

––Nada, la próxima vez volare más suave, ––promete el hombre con calma.

–– ¿La próxima vez?

A partir de este momento me olvido de las náuseas.

–– Toma el chicle. ––Coloca el paquete en mi palma. –– Mételo en la boca – el mareo se ira al instante.

–– No habrá una próxima vez, ––digo. No subiré a la cabina con una persona que no entiende nada sobre pilotar helicópteros.

–– Adelante. Entonces pasaremos una semana en la capital.

–– Yo trabajo mañana.

Salto del helicóptero y casi me caigo, mis rodillas se debilitan, mis piernas se doblan. Pero este bastardo actúa con la velocidad del rayo, me recoge. Demonios, solo está esperando la oportunidad de manosearme.

–– Es hora de que cambies de jefe, ––lanza y me mira fijamente.

–– Estoy bastante contenta con mi jefe.

–– Yo soy más guay, ––sonríe.

–– No quiero verlo ni en mi peor pesadilla, ––declaro con irritación. Prefiero renunciar que trabajar para ti.

––Tan categórica, ––chispas peligrosas arden en sus ojos. – Me encanta.

¿Le encanta burlarse? ¿O romper todo?

Quito sus manos. Desembalo el chicle. Tomé piruletas en el avión, es el truco para que no se te taponen los oídos.

Las náuseas desaparecen. El chicle realmente ayuda.

–– ¿Ves? –– mi secuestrador me guiña el ojo con complicidad. –– La boca ocupada – alivio inmediato.

Tiro el chicle al contenedor más cercano.

Maldita sea. ¿Por qué todas sus frases parecen tan vulgares? Tan sucias. Tan descaradas. Tan obscenas. Cada palabra tiene lleva un doble sentido. ¿Quizás es mi imaginación?

No. Es su mirada. La manera de tocarme constantemente, de acercarse. Es como si estuviera provocándome deliberadamente. Jugando al “frío––caliente”.

Pronto nos encontramos en un restaurante al aire libre con vista panorámica de la capital. La mejor mesa. Los camareros literalmente hacen cola. Nos tratan como si fuéramos invitados de alto standing.

Gleb Alexandrovich. ¿Quién es él? Bandido. Empresario. Ahora se borran todos los límites, realmente no soy capaz de distinguir. Pero le atienden como a un rey, escuchando cada palabra. Nunca he visto un trato así.

–– ¿Te gustan las ostras? ––pregunta él. ––Aquí sirven variedades de élite. No los hay tan grandes en ningún otro lugar del país.

No puedo evitar hacer una mueca de disgusto. Estuve muy mareada hace un par de minutos, y él está preguntando por las ostras.

–– ¿No puedes vivir sin presumir ni un segundo? –– Me río. – Hay muy buenos restaurantes en nuestra ciudad, pero hay que volar a la capital. En el helicóptero. Ahora aquí hay una variedad élite de ostras.

–– Todo lo mejor para mi novia.

–– No soy tu novia.

––Mía, –– dice con tanta calma que se me corta la respiración ante su desfachatez sin límites.

Parece un depredador bien alimentado. Se repanchiga en el sillón. Tan feliz, relajado. Dueño de la vida. Pero las primeras impresiones son engañosas. Puedo sentir claramente su hambre. Por sus emociones, impresiones. Es un conquistador. No disfruta de las victorias faciles.

–– Estás seguro de que puedes conseguir absolutamente todo, le digo. –– Cualquier coche. Helicóptero. Puedes comprar un juguete o un parque de atracciones entero. Pero hay algunas cosas que no puedes comprar con dinero.

–– Es cuestión de precio, –– concluye entrecerrando los ojos.

–– Tu cinismo es increíble.

–– Nada vale más que la verdad.

–– ¿Sí? ––Arqueo la ceja. ––La verdad es que no quiero ninguna cita contigo.

––No quieres, –– suelta en un tono deliberadamente perezoso. –– Solo tú te preguntas hasta dónde puedo llegar.

–– Tonterías, –– hago muecas. –– Una cita es suficiente, ya está claro: no saldrá nada de eso.

––El tiempo lo dirá, Bambi.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.