Contrato con un Multimillonario

=9=

Me interesé por la psicología en mi primer año de universidad, logré leer muchos libros en mi tiempo libre, lo consideraba un pasatiempo útil. Semejantes habilidades a menudo vienen a tu rescate en la vida.

Superé el miedo a hablar en público, aprendí a defender adecuadamente mi punto de vista en una discusión, suprimir la agresión de otras personas y controlar mis propias emociones. Pensé que era imposible desestabilizarme.

¿Quieres ganar? Toma el control de ti misma: vas a dominar el mundo.

Pero de repente hubo alguien que hábilmente eliminó todos mis puntos de apoyo y me llevó a un callejón sin salida, obligándome a dudar de cada palabra, asustándome y confundiendo mis sentimientos.

Gleb Alexandrovich.

Tan abierto y simple. A primera vista. Pero en realidad, la dinamita, que puede destruir absolutamente todo a su paso.

Lanza vulgaridades monstruosas con un aire tan tranquilo y calmado que no puedo ofenderme seriamente. Incluso las cosas desagradables suenan como verdaderos cumplidos.

Mierda. ¿Cuál es el problema? ¿Es este bastardo descarado o en el hecho de que me estoy volviendo loca y dejo de evaluar sobriamente lo que está sucediendo?

Todas sus acciones van al límite. Justo en el borde. Si presionara un poquito más fuerte. Si tan solo fuera un pelín más rudo, más duro. La situación hubiera sido diferente. Y ahora el hombre claramente está tanteando los límites de lo permitido. Comprueba y provoca. Como haría un cazador. No necesita un resultado rápido, aunque el objetivo lo estableció de inmediato.

Hubiera preferido un pandillero, un estúpido fanfarrón, al que desde el principio me imagine en el lugar del dueño de ese maldito todoterreno. No habría ningún problema con ese tipo.

Pero este es diferente. Completamente diferente. Es difícil de ahuyentar. Se me ocurre un método que funcionará al cien por cien. Solo que yo no estoy por usar este truco.

–– Sabes mucho sobre el cortejo, Gleb Alexandrovich, –– lanzo con frialdad y sin desviar la mirada veo el crepitar del fuego en sus ojos.

––Me alegro de que lo hayas apreciado, Bambi.

–– Es sarcasmo.

–– Lo sé.

El hombre vuelve a cortar el bistec y yo me siento como una ingenua estudiante de primer año.

¿Cómo puedes ser así? Es irritante. Emocionante. No parece preocuparse por los que le rodean. Pero si de repente se frustra, se aferrará con firmeza hasta la muerte, morderá a la presa y nunca la soltará.

¿Cuántos años tiene? Es difícil saberlo viendo su cara. Prácticamente no tiene arrugas. Es fibroso y tonificado, nervudo, muy fuerte. Su mirada delata experiencia, pero puede tener tanto treinta, como cuarenta años. No creo que tenga más. Aunque quien sabe.

¿De dónde es? ¿A qué se dedica?

Maldita sea, debería deshacerme de él en lugar de tratar de conocerlo mejor. ¿Pero y si es la única salida?

Le estoy observando. Come con tanto gusto que hasta mi boca saliva. Sus emociones son contagiosas.

Unos sorbos de zumo de naranja no mejoran la situación, y vuelvo de nuevo a los langostinos tigre.

Demonio. Aquí cocinan muy bien, de verdad.

Simplemente no puedo relajarme.

–– Me pregunto si destacas en algo más aparte de contar historias de libertinaje.

–– En el propio libertinaje.

–– Suena aburrido como el infierno.

––Exactamente, ––sonríe. – Esto hay que probarlo.

Siento que estoy perdiendo contra él. Pero esto no es una batalla. No es una disputa. Me arrastra a una competición en la que no quiero participar. Me es imposible permanecer callada.

–– Quiero irme a casa, –– digo con firmeza.

–– No quieres.

––Tu jugada habitual, ––involuntariamente cierro los ojos. ––Quiero, ––simplemente no lo sé. Bueno, o “no quiero”, solo pretendo resistir por decencia.

–– No es una jugada, sino un hecho, ––dice sin alterarse. –– Bambi, no estoy jugando contigo.

––Entonces, ¿cómo lo llamas?, –– Expresivamente señalo a mi alrededor con las manos. –– Qué decoraciones tan espectaculares. Me citas en una obra abandonada. Luego un paseo en helicóptero. Restaurante en pleno centro de la capital. Todo un desfile de contrastes.

––¿Crees que estoy tratando de joder tu cerebro?

Entrecierra los ojos peligrosamente. Sonrisa depredadora. Este es probablemente el aspecto que tendría Satanás si realmente existiera.

––Vaya expresiones, –– me encojo de hombros nerviosamente. ––Como si fueras un expresidiario.

––Sí, –– asiente fácilmente. – Hace un par de años. Pero en general, si lo pienso, estuve allí varias veces.

Maravilloso. Quería llegar a conocerlo mejor. El comienzo promete.

–– ¿Por qué te encerraron? ––Pregunto con frialdad.

–– Estoy seguro de que lo sabes.

–– ¿Por algo que no hiciste?

– Guay, las coges al vuelo.

Me doy cuenta de que estoy sorprendida. No por estancia en prisión, sino a cómo lograron atraparle. ¿O el solo se rindió?

––Bambi, –– el bastardo sonríe. ––Hace mucho tiempo aprendí a no dejarme atrapar. No tienes que preocuparte. Salí del mundo de las sombras y no pretendo desaparecer allí de nuevo.

–– Qué alivio.

Su mirada es molesta. ¿Pueden los ojos ser fríos y calientes al mismo tiempo? Así te mira un asesino despiadado y... el amante más tierno.

No puedo entenderlo. ¿O lo que entiendo de él, simplemente no me gusta?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.