Contrato con un Multimillonario

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–– ¿Sabes descansar? –– pregunta Gleb Aleksandrovich, obligándome a ponerme firme con otra pregunta inquietante. –– ¿Relajarte?

No hay respuestas correctas a sus preguntas. En caso de decir "sí": mañana estaremos en Bali. Si elijo "no” probablemente iremos a conquistar México. Cualquier palabra solo impulsará a este demente a hacer otra locura. Me atrapa, enreda con sus redes. Es inútil negar que este hombre es condenadamente interesante y atractivo. Además, del hombre más peligroso que he conocido jamás. Es una bomba de relojería. Con pocos segundos en el temporizador. Actúa rápidamente. Vuela como un halcón y ataca.

–– Me relajo cuando me siento segura.

––Lo tendré en cuenta para el futuro, asiente. –– La próxima cita tendrá lugar en el entorno al que estes más acostumbrada.

–– ¿Próxima cita? –– Pregunto sorprendida.

Y luego contemplo frenéticamente las opciones. ¿Vendrá a mi apartamento? ¿Irrumpirá en la oficina? Vaya ideas estúpidas más estúpidas. Sin embargo, la realidad podría ser mucho peor.

––Tengo poca experiencia en esas cosas, –– su respuesta es tranquila. –– Pero sospecho que esto no termina con una sola cita.

–– ¿Por qué no? ––Me aclaro la garganta. –– Si las personas entienden que no son adecuados el uno para el otro, entonces una nueva cita no tiene sentido.

–– No es nuestro caso, –– se ríe.

–– ¿Seguro?

–– Somos la pareja perfecta.

–– Estás de broma.

––Nunca estuve más serio. Si no, no habría cogido dos entradas para un concierto de Ricardo Safina.

–– ¿Estás hablando del cantante de ópera? ––pregunto para aclarar.

Hay una clara sensación de error, porque Gleb Alexandrovich no parece para nada a alguien aficionado a la ópera. ¿Y si hay otro Ricardo Safin en el mundo? ¿Algún rockero o heavy?

–– Viene con un programa nuevo –– el hombre nuevamente logra confundirme. –– Canta con una orquesta sinfónica.

––Pero su concierto es mañana, ––aprieto los labios con nerviosismo. –– El único concierto en nuestro país. Las entradas están agotadas desde el comienzo del año. Fueron vendidas en un día. En minutos. Ni siquiera tuve posibilidad de agregarlas a mi carrito. La web se colgó de la afluencia de la gente.

–– Siempre habrá asientos libres para nosotros.

–– ¿De verdad te gusta la ópera?

––No lo sé, ––se ríe. –– Aún no lo he probado.

Ahí no habrá ópera clásica. Sera la versión moderna. Y en general, el mismo Ricardo escribe canciones, música. 

Es una persona con un talento increíble. Sólo que ahora se trata de otra cosa.

¿Cómo lo supo?

Mierda. Es fácil de adivinar. Mi coche, o, mejor dicho, el disco que escucho. El último álbum de Safina. Excelente. ¿Qué más? ¿Dónde tendrá lugar el próximo registro?

–– Estás recopilando un expediente sobre mí, –– frunzo el ceño.

–– Solo soy detallista.

–– Pero registraste mi coche.

–– Me interesaba, –– concluye imperturbable. –– ¿Qué tipo de música escuchas? ¿Qué haces en tu tiempo libre? Pero lo más importante, es mejor descubrir en el proceso.

–– Que majo.

–– ¿De verdad?

–– ¡No! –– exclamo enojada. ––No iré al concierto contigo. No habrá nuevas citas. Tendrías que llevarme atada de pies y manos.

–– Me tientas, –– sonríe ampliamente.

Dios. No tengo ni idea de cuál fue el motivo por el que estuvo en la cárcel. ¿Por robo? ¿Por violación? ¿Por asesinato?

–– Entonces, ¿vas a perderte el concierto solo para fastidiarme?" –arquea una ceja irónicamente.

–– Escucharé la grabación.

–– La acústica de la sala es mucho mejor.

–– Esta no es la última actuación de Ricardo.

–– ¿Sabes que después del concierto habrá una fiesta privada?

–– ¿Te han invitado allí?

–– Dímelo tú misma.

Saca las entradas y me las entrega.

Maldita sea. Los dedos tiemblan cobardemente. Una cosa es hablar de algo abstracto y otra muy distinta tener en las manos la llave de un sueño. Estaba loca por ir al concierto. Danil prometió conseguir entradas con ayuda de unos amigos, pero no salió nada.

Me fijo en la inscripción en marcador negro. Una frase muy corta. La fecha. Hora. Solo estudie italiano durante un año, en el colegio, pero la invitación es fácil de traducir. Y definitivamente reconozco la firma del tenor mundialmente famoso.

–– ¿Cómo? ––tartamudeo. – ¿Cómo te las arreglaste? ¿Le conoces personalmente?

–– Yo no. Un amigo de la mafia italiana.

Es hora de dejar de sorprenderme.

Miro de nuevo las entradas y me siento como una idiota.

¿Y si… bueno, por qué no ir al concierto? ¿Qué tiene de malo? ¿Cuándo habrá otra oportunidad de conocer a Ricardo Safina? No, no soy una fan loca, pero es como tocar una leyenda viva. Muchos estarían dispuestos a matar una oportunidad como esta.

Me abofeteo mentalmente. Debo despertar. Urgentemente.

¡¿Qué maldito concierto?!

Trabajo. Proyecto urgente. Tengo que terminar mi presentación y me estoy relajando en un restaurante y pensando en una invitación.

Deliro. ¿Qué me esta pasando?

–– Gracias, pero no puedo aceptar esta oferta –– Devuelvo las entradas.

–– ¿Quieres ir a casa?

–– Mucho.

–– Bueno, entonces vamos.

Entenderá todo y se olvidará de mí. Confió en ello.

La vuelta es tranquila. Sin efectos especiales como volar en helicóptero. Subimos al coche, yo sonreía, de repente el interior se sumergió en la composición de Ricardo Safina.

Mini concierto. Ok.

Gleb Alexandrovich guarda silencio, y eso me agrada. Sin sonrisas, sin miradas a mi lado. Finalmente, puedo respirar.

No me doy cuenta de cómo me envuelve el sueño. Tiene que ser a consecuencia del estrés y la tensión de los últimos días. Apenas cerré los ojos.

––Oh, –– niego con la cabeza, mirando alrededor frenéticamente. –– Me he desmayado.




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