Contrato con un Multimillonario

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Vale, no tiene sentido ponerme histérica. Tengo que buscar como superar la encrucijada. Me formé en resolución de conflictos, es hora de poner en práctica los conocimientos.

––Crees que puedes comprarme? –– dejo escapar mis emociones. –– ¿Por mil millones?

––No, ––responde Volkov con frialdad.

El fuego se congela en sus ojos. La mirada se vuelve inusualmente dura, sombría, gélida. Por primera vez, el hombre me mira de tal manera que se me atasca el aire en los pulmones.

Aprieto los puños. Maldita sea, necesitas controlarte mejor.

–– Propongo definir los límites claramente, ––digo después de una breve pausa. –– Es un cliente serio para nuestra empresa, pero tendré que dejar el proyecto si la comunicación continúa de esta forma.

––Relaciones laborales, ––concluye Volkov. –– Entiendo.

Se rinde sorprendentemente fácil. ¿Está fingiendo? Su mirada se vuelve cálida, los labios se curvan en una sonrisa engañosamente suave.

––Salimos para la capital esta noche, ––añade tranquilamente. –– En coche. Nada extremo.

¿Por qué no confío en él en absoluto?

–– ¿Por la tarde? ––pregunto, frunciendo el ceño. –– ¿Tan pronto? Me gustaría revisar la lista de sitios antes de...

––Tienes todo el día por delante, ––se encoge de hombros. ¿O tienes miedo de no conseguirlo?

El bastardo sabe dónde apretar.

––Puedo hacerlo, –– suelto rápido.

–– Te recogeré a las nueve.

Recupero el aliento solo cuando la puerta se cierra detrás de él. Después de un rato, voy al baño a arreglarme.

Me miro en el espejo.

––Lo conseguiré, susurro. ––Diablos, tengo que conseguirlo. No hay otra opción. No tengo derecho a rendirme.

Entro en la cabina, cierro la puerta. Casi de inmediato se oyen unos tacones y puedo escuchar susurros animados.

–– ¿Escuchaste a quien asignaron el proyecto de Volkov?

––Sí, me quedé atónita, –– un resoplido. –– ¿Como va eso? Trabaja aquí como, hace cinco minutos. ¿Con qué mérito asciende?

Reconozco a las mujeres por sus voces. Ambos son del departamento de recursos humanos. Hablé con ellas durante de la entrevista.

–– ¡Oh, está claro por qué! –– se ríe y agrega un poco más tranquila: –– Se trabaja al jefe. Otra putilla más. Y todavía me sorprendí cuando la llamaron para entrevistar. Experiencia –– cero. Ahora está claro: tiene otros talentos.

––No, no me lo creo, ––descarta la otra. –– ¿Cuándo promocionó Aidarov a sus mujeres? Los cambia con demasiada frecuencia, no hay suficientes vacantes para todas sus amantes. ¿Quizás acuesta con ese Volkov? Es amigo del jefe, podrían hablar de ella...

Empujo la puerta y salgo del cubículo. Las mujeres se asustan y se quedan con cara de sorpresa.

––Lika, –– dice una de estas brujas de repente, imitando una sonrisa halagadora y retrocediendo. –– Hola.

––Un encuentro inesperado, –– dice la segunda con una risa nerviosa.

Probablemente piensen que voy a armar un escándalo o, incluso, arañar sus caras arrogantes con mis uñas, gritar, tener una rabieta. Pero solo voy hasta el lavabo, abro el agua y me lavo las manos.

––Escucha, sin ofender, ––empieza de nuevo la más habladora. –– Todos están avanzando como pueden. Te entendemos.

 

La miro de tal manera que deja de hablar y desvía la mirada. Su colega no se atreve a iniciar la conversación. Eso es genial Ya he oído suficiente. Despotricaban de mí con tanta confianza. Yo misma casi he creído que me estaba acostando con Aidarov o Volkov. ¿O tal vez con los al mismo tiempo?

Decido regresar rápidamente a la oficina y ponerme manos a la obra. El trabajo siempre me ayuda a distraerme y calmarme.

–– ¿No te gustó la rosa? –– se ríe Danil cuando se cruzan nuestras miradas. 

El hombre está de pie en medio del despacho, justo al lado de una flor pisoteada, y me siento como un criminal atrapado en la escena de un crimen.

Vaya, no me fije en la rosa, ni siquiera sé quién la pisó exactamente, ¿yo o Volkov? La tierna flor esta aplastada, los pétalos arrugados.

–– Lo siento, fue un accidente.

Intento recoger la flor, pero Danil no me deja.

–– Olvídalo, –– sonríe, cogiendo la rosa mutilada.

–– Derramé el agua y… el jarrón… bueno, yo…

Dejo de hablar, porque no quiero mentirle, pero no sé cómo explicar esto.

–– Tonterías, –– dice Danil, tira de mi contra él y besa la parte superior de mi cabeza. –– ¿Qué plan tenemos para esta noche?

–– ¡Jolines! ––suelto.

–– ¿Tan pocas ganas tienes de cenar conmigo? ––se ríe él.

–– Al contrario, –– sonrío y me aparto para mirarle a los ojos. – Te echaba de menos un montón.

–– Es mutuo.

–– Me tengo que ir de viaje, –– trago saliva. – Volkov insiste en revisar los sitios para la construcción lo antes posible.

–– Invirtió mucho dinero, por eso tiene prisa, ––se encoge de hombros Danil. –– ¿Cuándo vas a volver?

–– Espero no tardar mucho, ––me muerdo el labio. –– Para ser honesta, todavía no lo sé.

¿Quizás no aguante y me escape de este psicópata el primer día?

–– La cena se pospone, pero tenemos nuestro almuerzo por ley, –– dice Danil.

–– Maldita sea, ––digo irritada. –– Tampoco va a ser posible. Necesito prepararme, revisar los papeles. Todavía no he visto la lista de lugares seleccionados.

––Entiendo, –– asiente Dan. –– Tu primer gran proyecto.

–– Y estoy a punto de dejarlo.

–– De eso nada, puedes hacerlo, –– concluye confiado. –– No te distraigo más, si terminas antes llame.

––De acuerdo, –– digo y le abrazo.

Danil se va, me siento frente el ordenador, abro los archivos que me envió el asistente de Volkov y entiendo que es poco probable que termine hoy.

La lista de lugares parece interminable. El bastardo se está burlando de mí.

Comienzo el trabajo, pero me interrumpen constantemente. Todos consideran que su deber es venir a felicitarme. En el mejor de los casos –– llamar. Los chismes se propagan por la oficina rápidamente. La jugada es hacerse amigo de la querida del jefe para impulsar su carrera. Por supuesto, no puedo ayudarles en nada. ¿Pero quién me va a creer?




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