Contrato de Mentiras

Capítulo 3 – Ensayo de una mentira

Firmamos el contrato un viernes por la tarde. Un buffet de abogados revisa las cláusulas con precisión quirúrgica, como si esto fuera el acuerdo de una fusión multimillonaria y no una farsa matrimonial. Aunque, pensándolo bien, tal vez es ambas cosas.

—Listo —dice Dante, firmando con su pluma Montblanc. Me la pasa como si fuera un cáliz sagrado.

Tomo la pluma. Mis dedos rozan los suyos, y aunque no debería significar nada, siento un leve cosquilleo en la piel. Ignoro el calor en mi pecho y firmo.

—Ahora sí —murmura Dante, recostándose en su silla—. Estamos oficialmente comprometidos.

—No me lo recuerdes —digo, deslizando el contrato hacia su lado del escritorio.

Esa misma noche, Dante organiza una cena en su departamento. Según él, es fundamental que ensayemos la historia. Fechas, anécdotas, cómo nos conocimos, qué me gusta, qué lo hace "enamorado". Todo debe parecer real. Incluso nuestras mentiras.

Su departamento está en el último piso de un edificio con vista panorámica a la ciudad. Mármol, cristales, minimalismo elegante. Me siento como una invasora cuando cruzo la puerta.

—¿Estás cómoda? —pregunta, mientras me ofrece una copa de vino.

—Tan cómoda como se puede estar en la casa de tu jefe, fingiendo que estás enamorada de él.

—Relájate, Everwood. Es solo una cena.

—Una cena que define nuestra coartada para los próximos doce meses.

Dante sirve pasta —sí, él cocina, y eso me desconcierta más que todo lo demás—, y cenamos en una mesa tan grande que fácilmente podría usarse para una junta directiva.

—¿Cómo nos conocimos? —pregunta mientras prueba el vino.

—En la oficina. Me contrataste por recomendación de Recursos Humanos.

—Muy romántico. ¿Y nuestro primer beso?

Casi me atraganto con el fettuccine.

—¿Vamos a tener que hablar de eso también?

—Jasmine, si queremos que nos crean, los detalles importan. ¿Fue en la oficina? ¿Una noche después de una jornada larga?

—Nunca pasó, así que no sé qué inventar —murmuro, incómoda.

—Perfecto. Digamos que fue después de una reunión interminable. Quedaste hasta tarde redactando informes, yo estaba… agradecido.

—¿Agradecido?

—¿Tenés una mejor idea?

Lo miro. Sus ojos tienen ese brillo desafiante que me pone de los nervios.

—Sí. Fue después de una discusión. Como siempre. Y de repente, en medio del griterío, nos besamos.

Dante sonríe.

—Dramático. Pero efectivo. Me gusta.

Y ahí estamos. Frente a frente. Con una copa de vino en la mano y una mentira creciendo entre nosotros.

Una mentira que empieza a sentirse peligrosamente real.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.