Había caído en su poder tan fácil. No se apiadó de su debilidad y se hizo con ella con tanta soltura.
No la acompañó casa, simplemente le permitió que se regresara sola, ausente, y al llegar, se encerró en su habitación sosteniendo la bolsa como si esta le recordara que debía mantenerse inexpresiva, pero toda indiferencia se extinguió en cuanto se sentó en la cama. Empezó a sentirse ultrajada en el momento en que las lágrimas surgieron y bañaron sus mejillas. Un sollozo descontrolado pero bajó se le escapó, y este fue seguido por más. Se cubrió la boca para reprimirlos en vano. La angustia se desató a través de ellos y el desprecio la orilló a lastimarse al presionar más fuerza sus palmas contra sus labios ya magullados.
El dolor físico reemplazó el emocional y amainó la tempestad que se había desatado en su interior.
Entonces las carcajadas burbujearon y los sollozos remitieron por completo.
«¿No es mejor la risa que el llanto, mi niña bonita?», recordó las palabras que le susurraba su padre cada vez que se quebraba y lloraba.
«Dejarlas fluir es sano, sí, pero al mismo tiempo te deja huellas imborrables», ahora le siguió la voz de su madre.
Apretó las manos en su regazo y sacudió la cabeza varias veces hasta despejarse.
Los recuerdos no le servirían de nada, antes la catapultarían a más dolor.
Sonrió con ironía y bajó la mirada, sorprendida de su autocontrol. Ya todo había cesado. Cualquier malestar se había marchado para no regresar más y su mente nadaba en aguas quietas. Era de admirar su forma de recuperarse. Sus padres, que habían notado esta fortaleza, la habían ayudado a fortificarla más, y se los agradecía más aún en ese instante.
Reemplazó el asco, la ira y el desasosiego por rencor, que solía servir para impulsar al que había caído de rodillas por desalientos. Elogió su templanza y miró el techo por unos segundos. Se limpió los pómulos con los dientes apretados y verificó sus labios tocándolos con las yemas de los dedos. Se los había herido, sí, mas no lo suficiente para preocuparse por ayudarlos a sanarse. Dejó caer las manos minutos después y se impulsó para ponerse en pie. Se puso al lado de la cama y la empujó. Se arrodilló frente a la tabla y la desencajó para sacar la libreta, que contempló con decisión renovada. Ahora más que nunca le urgía deshacerse de ese maldito monstruo para continuar con su vida como antes, sin esa preocupación encima y con pensamientos que la impulsaban a seguir esforzándose por y para sus hermanos.
Lanzó la libreta sobre el colchón, puso la tabla en su lugar y reacomodó la cama. No dio más de dos pasos para acercarse al escritorio y buscar un bolígrafo. Enchufó su portátil, que colocó al lado de la libreta, y se acostó de medio lado para observar la pantalla. Sus esfuerzos darían frutos, estaba segura. En cuanto inició Windows y le dio tiempo a que se estableciera, le dio clic al ícono de Chrome y buscó Reddit, que estaba anclado en la barra de búsqueda. Aguzó la mirada y entrecerró los ojos, leyendo todos los testimonio posibles. Esto le consumió dos horas, y en ese lapso sus hermanos ya habían llegado a casa. Oyó a Eevi correr por el pasillo hasta su ubicación e irrumpir en su habitación con chillido alegre. Se apresuró a cerrar el portátil y la recibió en sus brazos, porque la pequeña voló hacia ellos. La apretó contra su pecho y le besó la cima de la cabeza. Tal abrazo la sanó mucho más y ahora no le permitiría viajar a ese momento tan… Siquiera sabía cómo titularlo.
Eevi le besó el rostro todo lo que pudo y se rio. Tenía esos arranques repentinos de ternura e hiperactividad cada vez que recibía elogios en sus prácticas con el violín. Signe ahora le besó las mejillas suaves y se apartó un poco para que la niña se acomodara mejor sobre ella, lista para narrarle todo. La oyó sin interrumpirla y le sonrió para alentarla cuando se distraía. Saltaba entre ideas y luego retomaba las que quedaban inconclusas. Y Signe veía esto adorable. Era tanta su emoción que no hilaba bien las palabras y desistía, aunque esto la conducía a ahondar más en otras líneas.
En cuanto se quedó sin aliento, la besó en la punta de la nariz y le dijo que ahora echaría una siesta. Signe rio, la ayudó a poner los pies en el suelo y le deseó un buen descanso. Eevi rio de nuevo y salió corriendo de su dormitorio, agotada pero risueña todavía.
Signe negó con la cabeza, divertida, y decidió mejor levantarse. Desenchufó el portátil, dejó el bolígrafo en el escritorio y procedió a ocultar la libreta. Se estiró un poco y caminó hacia la escalera, que bajó lentamente. Lauri no dudó en vestirse en cuanto llegó del colegio. Vestía un precioso vestido de flores amarillas y rosas, con calcetines esponjosos que le llegaban hasta las rodillas y una chaqueta de mezclilla azul claro. Entretanto, Kalle había optado por una camisa de manga larga de cuadros verde y un pantalón suelto oscuro. Los miró por unos segundos más, notando que se preparaban para salir. Lauri alzó la mirada y la saludó con una sonrisa. Kalle, en cambio, le sacó la lengua y terminó de atar los cordones de sus zapatos deportivos.
Tragó saliva como puedo y dejó de mirarlos para no dejar que el nuevo tumulto de pensamientos preocupados la nublaran. No tenía por qué prohibirles las salidas. Además, sería extraño, ya que solía permitírselo si cumplían el horario de llegada y no se aventuraban más allá del parque principal. Y también sabía que Bastian no se atrevería a abrumarla más por el momento, no después de haberla besado de esa manera. Regresó la vista y contempló el cabello corto de Lauri, el cual le llegaba a los hombros. No tenía que peinarlo siquiera para que se viera presentable. Pasó el interés a Kalle, que se lo peinaba para darle forma. Las pastillas ya debían ser cortados. Dudó de nuevo y terminó de bajar los escalones.