Contrato de sangre

Capítulo XV

La mujer que bailaba frente a los tres era excepcionalmente hermosa. No había música, no era necesario. Ella reproducía la canción que se le apetecía en la cabeza para inspirarse. Cada movimiento era una invitación intrépida de mantener los ojos sobre su figura esbelta. Las largas piernas estaban cubiertas por unas mallas y unas botas de tacón que le llegaban hasta la parte superior de las rodillas. Sus senos firmes pero pequeños estaban ocultados de la vista por solo cubrepezones en forma de estrella; los picos se amoldaban a la perfección con su redondez. Movía la cabeza, exhibiendo su larga cabellera, que fluctuaba al son que ejecutaba con su baile. Se contoneaba con tanta sensualidad que era difícil despegar la mirada. Lo logró cuando se giró hacia Bastian, que estaba inmerso en sus movimientos, y buscó la mirada de Alistair, que estaba a su izquierda.

El monstruo la había llevado a una cabaña a casi dos horas y media de distancia de su ciudad. Cuando llegaron, los recibió Alistair junto a una sensual mujer de cabello oscuro y ojos atigrados. Se sorprendió al verla y luego sopesó que estaba allí para el deleite de Bastian, el cual la observó con una sonrisa felina y luego desvió su interés hacia su próxima presa, porque sí, se alimentaría de ella. Signe lo entendió al contemplar sus rasgos, que se habían afilado más, y temió por Valery, quien se había presentado cuando se acercaron a ellos. Quiso mirarla con pena para que se diera cuenta en dónde se había metido, pero mantuvo la aparente calma y le sonrió como saludo. Poco después, buscó el rostro de Alistair. Su expresión era seria, profesional aunque tensa, nada que le pudiera decir qué ocurriría luego, y lo hubiera agradecido con el transcurrir de los minutos.

Se miraron y después fingieron prestarle atención a Valery. La exótica mujer ahora se presentaba con la máxima coquetería, y ellos siguieron observándose como si no fueran presenciados por la bestia que acechaba a pocos centímetros. Bastian había notado sus miradas y gestos. Eso lo enfurecía, pero sabía guardar bien las apariencias. Además, estaba hambriento. Luego dejaría que su rabia fuera libre y se deslizara hacia su maldito sirviente, que se había fijado en quien no debía. Signe era suya, y se lo demostraría cuando la ocasión fuera la predilecta. Sin embargo, no soportó más cómo se veían y, con un gesto tosco, le pidió a Valery que se le acercara. Ella le dio la espalda con una sonrisa sugerente, se inclinó para mostrarle bien su trasero solo cubierto por una tanga y empezó a mecerse. A él no le importó tan atrevido movimiento y le pidió que se sentara en su regazo. Valery acató encantada, porque no solía atender a clientes tan atractivos, ya que donde trabajaba solían presentarse viejos malolientes, gordos y desgraciados, y le sería gozoso ser tocada por un espécimen como él, que desprendía un magnetismo animal que la envalentonaba y la hacía perder el sentido. Ya en su regazo, se contoneó aún más y echó la cabeza hacia atrás, acomodándola en su hombro. En ese instante, Bastian buscó los ojos de Signe y esbozó lentamente una sonrisa oscura cuando ella regresó la vista a él.

Los escrutó. Era claro que Valery disfrutaba estar sobre Bastian. Movía la cadera en círculos y pegaba la espalda todo lo posible a su pecho mientras descansaba la cabeza en su hombro. Inhaló su aroma y se maravilló por el exquisito olor. No tardaría en comentarles a sus compañeras a qué tipo de hombre le bailó. Y deseaba llevárselo a la cama, porque también ofrecía dicho servicio. Signe notó su deseo de encamarse con ese animal hambriento y quiso saltar para advertirle que era una estupidez total, que mejor terminara rápido para irse a casa. Se había metido en la trampa del cazador conducida por la fascinación y atracción que despedía Bastian. Le pidió ayuda a Alistair con una ojeada rápida, pero él la ignoró mirando al frente. Estaba fuera de órbita.

Valery quiso alejarse para ahora ponerse de frente y contemplar ese rostro tan bello. No obstante, Bastian se lo impidió al sostenerla del brazo, manteniéndola en su sitio. Se extrañó por un momento, pero luego pensó que le gustaba tenerla en esa posición, así que prosiguió con su rozamiento descarado. Entretanto, Bastian buscó los ojos de Signe y volvió a sonreírle mientras se mordía el labio y acercaba el rostro al hombro de su presa. No pudo apartar la mirada, que había abierto a más no poder, y sintió que el tiempo se ralentizaba en el instante en que Bastian abrió la poca y mordió a Valery con tanta fuera que pudo vislumbrar cómo un trozo de su carne se desprendió. Ella chilló y se retorció mientras pedía auxilio y le extendía la mano a Alistair. Logró agarrarlo del pantalón de vestir y lo sacudió, mas no logró moverlo. En un impulso asustado, ahora halló los ojos abiertos de par en par de la joven que contemplaba horrorizada lo que acontecía. Bastian se empeñó en clavarle aún más los dientes y, por supuesto, los colmillos. Succionó con la vista puesta en Signe y, con un movimiento brusco, se despegó del hombro destrozado para ahora morder el lateral del cuello. La sangre fluyó con una lluvia enfurecida y salpicó parte de la ropa de Signe, que todavía no lograba moverse. Parecía amarrada a la silla suave y de aspecto costoso. Alistair, entretanto, oprimía la mandíbula y seguía observando la pared. No podía hacer nada, solo esperar a que la pobre Valery dejara de luchar y se desvaneciera.

La alfombra a sus pies empezó a mancharse de carmesí y el cuerpo esbelto se relajó poco a poco. El traje de Bastian se cubrió de su sangre, así como parte de su rostro. Seguía aferrada a su cuello. Valery entornó los ojos y jadeó con su último aliento. Signe presenció cómo su vida era arrebatada. Moría con gran dolor, agonizando.

Signe se mordió el interior de la mejilla y destensó su cuerpo en cuanto percibió que la agonía había cesado para Valery. Sin embargo, Bastian no la soltaba. Solo después de unos largos y agónicos minutos abrió sus fauces y soltó un suspiro satisfecha, relamiéndose como el gato que devoró al ratón con éxito. Lanzó el cuerpo como si no fuera más que un objeto inservible, se puso en pie y caminó en su dirección. Signe quiso levantarse y correr hacia la puerta, pero su cerebro había caído en una pequeña parálisis y solo podía mover los ojos. Bastian se cernió sobre ella, como tanto le gusta y repetía, y le extendió la mano. Sus miradas estaban conectadas. Miró la sangre en todo su torso, brazos, piernas… Todo él estaba cubierto. Por último, su interés volvió a recaer en esos ojos oscuros y sintió cómo se desconectaba de cualquier hecho, movimiento o pensamiento racional. Su mano se movió por sí sola y se dejó envolver por la de su depredador. Sonriente, la haló para que se incorporara, la pegó a su pecho, bajó un poco la cabeza y conectó sus labios. Se sumieron en un beso agitado, con sabor metálico, y parecieron perder la noción. Alistair recobró el sentido y dio un paso hacia ellos, pero se detuvo. Si la libraba de ese estado, todo se iría a la mierda. No habría oportunidad para saborear la libertad. No obstante, el remordimiento lo cacheteó. Signe no estaba en sus cinco sentidos, no era consciente de que le correspondía a Bastian con tanto fervor, de modo que, cuando volviera a sí misma, se dejaría devorar por el deprecio que había retornado a su vida como un huracán descontrolado, así que lo ideal era ir en su rescate, pero ¿cómo?




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