Callie
❁
Es mucha ropa.
Y hay para todas las ocasiones.
Mi quijada cae. Incluso hay trajes de baño.
Estoy tentada a preguntar si iremos a la playa, pero me da un poco de pena hacerlo frente a la asesora de imagen que conversa con Rowan. Llegó hace unos minutos, justo cuando un par de vendedoras traían más percheros metálicos con ruedas, todos repletos de ropa.
Ni siquiera puedo decir que él eligió por mí —o ella— porque, si hay tantas opciones, es precisamente para que elija el estilo que más me gusta. Y, en base a eso, la asesora ya tiene preparadas otras trescientas mil prendas para mí.
Lo que no pasa desapercibido es la forma en que ella mira a Rowan. Como si fuera un filete jugoso y ella llevara tres meses de vegana por obligación.
O eso me parece.
Lo peor es que es una mujer hermosa. Y elegante.
Tiene el cabello rubio, liso, largo hasta la mitad de la espalda. Lleva un vestido beige precioso y unos zapatos del mismo tono, tan altos que podrían considerarse zancos. Sin embargo, se mueve con una naturalidad que me hace pensar que podría correr un maratón con ellos si se lo propusiera.
Ella me descubre observándola, sonríe y pregunta con voz amable:
—Señorita Greenwood, ¿desea iniciar con alguna prenda?
—Oh.
Regreso la atención al rack de ropa y repaso las prendas con más cuidado. Ni siquiera las había mirado bien, estaba demasiado ocupada analizándola a ella.
Tomo un par de opciones que me gustan.
—Excelente elección, señorita Greenwood. Esos colores van a la perfección con su tono de piel —dice con entusiasmo. Luego gira hacia Rowan—. Es realmente bonita, Rowan.
—Gracias —responde él, sin despegar los ojos de mí.
Si siguen repitiendo que soy «bonita», terminaré por creérmelo.
Y, de repente, Sabine Royce ya no me desagrada tanto.
Se presentó con ese nombre: Sabine Royce. Es asesora de imagen de Rowan desde hace años. Son algo así como «amigos» aunque hay gestos que me hacen pensar que probablemente traspasaron esa línea al menos una o dos veces.
Debió ser antes de su exnovia, porque Rowan asegura que a Delaney le fue fiel todo ese tiempo.
—Por aquí —dice Sabine, y hace una seña a dos de sus asistentes—. Usted solo déjese consentir.
Sabine me guía hacia un costado de la lujosa habitación en tonos cálidos y madera, hasta un pasillo que conduce a un vestidor.
Sus dos asistentes nos siguen, cargando las prendas que elegí.
Entonces, ella se despide con una sonrisa y se marcha, dejándonos solas.
Supongo que tiene que ir a «consentir» a mi prometido.
Intento que no me moleste. Es decir, Rowan continuará con su vida después de mí, y todo esto es una mentira.
Podría interesarse en otra mujer mientras tanto, aunque deberá esperar a que nuestro matrimonio esté disuelto para salir con ella.
Según el contrato, debemos sernos fieles.
Aun así, me siento incómoda frente al espejo mientras las chicas me ayudan con la ropa.
Es inevitable mirar mi reflejo, observar cómo me transformo de una florista modesta en una mujer de la alta sociedad… una mujer que lleva en la mano un anillo de diamantes personalizado.
«Lo que mereces».
No quiero llorar, aunque parece ser lo único que me sale bien últimamente.
Antes lloraba por Derek y su traición.
Ahora… ni siquiera sé por qué lloro. Tal vez por darme cuenta de todo a lo que renuncié, por aceptar migajas cuando merecía algo más.
El primer conjunto es un pantalón borgoña que cae perfecto sobre mi figura. No es ajustado ni demasiado suelto, pero resalta mis curvas con elegancia. Lo combino con una blusa blanca de mangas amplias, ligera, vaporosa.
Agradezco a las chicas y me acompañan de regreso a la sala VIP, donde mi llegada interrumpe una conversación llena de risas entre Sabine y Rowan.
Rowan detiene la risa apenas ve mi expresión.
En un segundo tiene una sonrisa amplia; al siguiente, adopta una seriedad que me sorprende. Se aclara la garganta, me observa de pies a cabeza y murmura:
—Guau.
Ladeo la cabeza, asiento levemente a modo de agradecimiento y me coloco frente a los espejos, dispuestos desde distintos ángulos para mostrarme el conjunto completo.
Sabine pide de inmediato unos zapatos y un bolso, que sus asistentes sacan de un aparador cercano.
El conjunto es… increíble.
Parezco salida de Gossip Girl.
—¿Te gusta? —pregunta Rowan.
Levanto la mirada. Está justo detrás de mí, a tan solo un par de metros. Es más alto que Derek. La diferencia entre nosotros es un poco más marcada.