Contrato floral con el Ceo

15. Perdón y... ayuda

Callie

—Estoy bromeando, Callie —dice Rowan con una sonrisa, pero su advertencia no alcanza a calmar a mi corazón, que sigue galopando como loco por un bosque de árboles rosas y arbustos de caramelo.

—¡Que no estoy celosa! —exclamo, molesta y al borde de una hiperventilación que ni yo comprendo del todo.

Pero él me ignora, como si ni siquiera me hubiera escuchado:

—Sabine es una amiga de muchos años, muchísimos. Estudiamos juntos desde niños, por eso tenemos una buena amistad. Y siempre ha sido solo eso: una amistad, en el sentido más estricto de la palabra.

—Pero es que no estoy celosa —repito, esta vez al borde de zarandearlo para que me entienda.

Rowan ladea la cabeza con suavidad, como si se activara su «modo comprensivo». Ese modo que probablemente derrite a la mitad de Manhattan.

—No te haría pasar una vergüenza como esa, Callie.

Y ahí… algo dentro de mí se apacigua.

»No soy el tipo de hombre que le prestaría más atención a otra mujer cuando tengo pareja. No importa si estás o no presente… Siempre serás la mujer más importante para mí.

Mi corazón se acelera.

Pero no sé si es por las palabras de Rowan… o por los recuerdos que golpean mi pecho sin avisar.

Recuerdo a Derek. Siendo encantador con otras mujeres e ignorándome, aunque estuviera a su lado. Siempre era así: en el supermercado, en su trabajo, en el gimnasio… Cualquier mujer parecía merecer más atención y más sonrisas que yo.

Y yo pensaba que exageraba.

Que era normal.

Que él solo era… cordial.

Vivir algo así… es vergonzoso. Y sé muy bien cómo se siente en carne propia.

No quiero volver a pasar por eso. Ni siquiera en esta mentira. No quiero que Rowan me haga sentir invisible.

Yo sé que esto se acabará pronto, pero… quiero recordarlo como algo bonito. Algo que no me rompa más de lo que ya estoy.

Yo sé que…

—Esto es falso —digo en voz alta, como para recordármelo.

—Sí —murmura él—, es falso… pero no voy a hacerte pasar por algo así. Puedes estar tranquila…

Su mano cobija mi mejilla con una ternura que me desarma, y me recargo en ella, sin pensar, dejándome llevar por la calidez.

Vuelvo a perderme en sus ojos grises.

»Me disculpo si te hice sentir incómoda —continúa—. Mi amistad con Sabine viene de muchos años… casi los mismos que tengo de hablar, literalmente. Pero voy a tener más cuidado, porque no quiero que te sientas mal ni pienses cosas que no son.

Hace una pausa. Sus dedos se mueven con suavidad contra mi piel.

»Sabine está comprometida con uno de mis mejores amigos, Callie.

—¿En serio…?

—Sí —sonríe—. Es probable que sea su padrino… y él será el mío en nuestra boda.

—Oh…

—Sí, oh —repite, ampliando su sonrisa—. Perdón.

«Perdón».

Es la primera vez que escucho esa palabra… de un hombre que no sea mi padre.

Y no sé cómo manejarla.

Tampoco me esperaba esta calma extraña que me invade al escucharla.

—No, discúlpame tú —titubeo—. Yo no sabía… yo…

—No, no —me interrumpe con voz suave—. Está bien, Callie. Me gusta que me digas lo que no te gusta.

Mis ojos vuelven a llenarse de lágrimas por… no sé, ¿la quinceava vez en el día?

Eso me hace reír un poco. Y también niego con la cabeza, entre vergüenza y ternura.

Rowan no entiende del todo, creo, pero también ríe por lo bajo.

Y cuando las risas se apagan, sólo queda el silencio. Y la complicidad que habita este vestidor como si fuera un lugar ajeno al tiempo.

Sólo quedan sus ojos grises fijos en mis labios… y el calor de su mano contra mi mejilla.

Sólo queda esta presión en el pecho, suave pero insistente.

Una vocecita que me grita que haga una tontería. Porque sólo se vive una vez… y esto pronto se va a terminar.

En algún momento tendremos que besarnos, ¿no?

Pero debería ser frente a un paparazzi. O en un evento importante. En sitios donde puedan fotografiarnos para que nuestros ex se revuelquen de celos.

No aquí.

No en soledad.

No con sólo ropa como testigo.

El celular de Rowan empieza a sonar. El silencio se rompe… pero todo lo demás sigue ahí. Aun así, ese sonido trae consigo un poco de sentido común.

Sonrío, nerviosa, como si acabara de volver en mí.

Rowan suspira hondo, se recarga contra la pared y me atrae suavemente hacia él.

Entonces me abraza. Y yo respiro su aroma como si intentara memorizarlo.




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