Contrato por un día.

Capitulo 31.

 

         Cuando la puerta se abrió lo primero que note fue la cama perfectamente tendida, como si no se hubiera tocado en toda la noche, eso, o las enfermeras la habían arreglado temprano. Desvié la vista hacia el lugar que sabia encontraría a mi padre como de costumbre. Y efectivamente ahí estaba él, sentado en una silla de ruedas frente a la ventana, su espalda inclinada hacía adelante creando una joroba algo pronunciada, la bata color ratón colgaba sin vida por los lados de la silla haciendo una cruel imitación de sus dos extremidades superiores. Su pelo era una maraña de enredos, su color se había ido con el paso de los años dejando tan solo un rastro de blanco, gris y negro como una película antigua en blanco y negro. No reacciono al escuchar la puerta cerrar con un golpe, el cual había ocasionado intencionalmente para observar si lograba obtener siquiera un atisbo de reacción en él. En el pasado se abría levantado de donde estaba para correr hacía el lugar donde la puerta había sido golpeada, habría comprobado si era porque alguno se hubiera lastimado u enojado, si era la ultima opción nos habría dado una reprimenda para luego suspirar mientras se voleaba refunfuñando entre dientes ¨Los niños de hoy en día, se creen que solucionan todo a golpes.¨ pero el atisbo de una sonrisa se le habría visto antes de que terminara de girarse. Pero eso era antes, ahora, ahora solo seguía ahí, como si nada hubiera pasado con la mirada perdida en un lugar al que no lograba acceder. Por mucho que lo intentaba, no importaba el esfuerzo que pusiera en ello no podía llegar a él. Con un suspiro de resignación camine con decisión a mi lugar habitual. Arrastre la silla con patas metálicas por las baldosas provocando así un desagradable chillido que me molesto en los tímpanos pero al parecer mi padre seguía siendo inmune a tales estímulos auditivos. Una vez la silla estuvo junto a la de él pero en el frente, me deje caer como si llevara el peso del mundo sobre mis hombros mientras miraba sin realmente ver el paisaje que había más haya de los cristales de la ventana, suspire una, dos y a la tercera vez lo mire de reojo. Su rostro estaba igual de inexpresivo que siempre, su barba había sido afeitada el día anterior por lo que se notaba. Sus ojos estaban apagados, sin vida, las arrugas habían invadido su rostro sin pedir permiso y así como así se habían llevado el rostro de mi padre. Sacudí mi cabeza para aclarar mis pensamientos, volví a desviar la mirada y me aclare la garganta antes de hablar.

 

-¿Sabés? Ayer recordé lo que me dijiste de pequeña. Me asustabas con que me raparías la cabeza si algún día teñía mi pelo, si ya no mantenía mi color natural, ese que tanto te gustaba porque era como el de mamá. Y hoy de camino a verte vi un salón de belleza donde hacen unos colores increíblemente llamativos y que lucirían muy bien en un rostro como el mío. ¿Qué te parece si me hago un fucsia? También podría ser un celeste con azul intercalado. ¡Oh mejor aún! ¡Morado y rojo! Aunque un magenta con naranja también me llama la atención. El verde no es de mi devoción ¿pero quizá podría intentarlo? Podría decolorar el pelo hasta llegar a un blanco. Entonces… ¿cuál sera papá?

 

Lo observe detenidamente para lograr avistar la más mínima reacción en él, pero fue inútil.

 

-También pensé en hacerme un corte Punk.

 

           Nada. Él siempre había odiado ese estilo de cortes de cabello de echo, no le agradaba la idea de que cortara mi pelo. Pero sabía que en época de calor se volvía molesto por lo que accedía a la idea de que me lo rebajara.

 

-Pienso tener un hijo y ponerle ¨Tayiko Goku¨ de nombre, tendré una niña también y la llamare ¨Jeong Eunji¨.

 

           No tenía ni la más remota idea de si esos nombres existían o no. Pero si sabía que él se reiría ante la idea de tener nietos con nombres que no lograban encajar con el apellido y que siquiera eran americanos, mucho menos lograría pronunciarlos correctamente. Pero mi padre ni siquiera parpadeo. Me quede allí sentada, observando la lluvia caer sobre el asfalto, la gente corría tratando de guarecerse, otros que habían sido un poco más previsores caminaban con tranquilidad ya que tenían un paraguas sobre sus cabezas. Perdí la noción del tiempo, pero cuando decidí ponerme de pie y despedirme de mi padre, sentí como mi estomago reclamaba comida.

 

             Cuando salimos de la clínica el agua había cesado momentáneamente lo cual agradecí por el bien del pobre Robert. Este debía de intuir que en esta visita no había logrado ningún avance, otra vez, nada. Por lo que no me hizo preguntas y lo agradecí. Solo se dedico a abrirme la puerta del lado trasero del auto para cerrarla una vez estuve sentada cómodamente. De camino a mi apartamento ninguno de los dos dijo nada, pero podía sentir sus ojos viajando alternativamente entra la carretera y el espejo retrovisor donde mi decepcionado rostro debía de estar reflejándose. Por lo visto, debía de verme peor de lo que me imaginaba porque justo después de virar hacia la izquierda en una intersección, Robert se aclaro la garganta como si se estuviera preparando para dar el discurso de despedida de fin de año en una universidad.

 

-¿Sabes Kat? - En ese momento obtuvo mi atención por completo, jamás me había dicho así y menos en ese tono tan informal. No era que me molestara, al contrario, ya había perdido la cuenta de la cantidad de veces que le había pedido que fuera más informal conmigo. Pero nada, que el hombre no me obedecía. Y e aquí, así como así de la nada lo hace.- Las heridas y traumas en la cabeza son difíciles de curar, toman su tiempo. A veces llevan meses en los casos más leves y en los más difíciles años incluso. Luego están los casos más complicados… esos no logran recuperarse nunca. No te estoy diciendo que pierdas la fe y bajes los brazos. Pero si te digo que no te estreses tanto y no frunzas tanto el ceño con ese gesto de preocupación. Dale tiempo, se ve que tu padre es un hombre fuerte, lo conseguirá pero a su paso.




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