Contrato por un día.

Capitulo 40.

          Las manos me temblaban de los nervios así que las entrelace para que no se notara. Los médicos no se explicaban cómo de la nada mi padre hablaba casi coherentemente luego de que ellos habían intentado que lo hiciera por varios meses sin resultado alguno. Chris noto mis nervios y con una sola mano suya cubrió las mías en un gesto tranquilizador. Y dio resultado por muy loco que pareciese.

 

-Señor, el Sr. Greison me acaba de informar que han aterrizado a salvo.

 

-Gracias Robert. ¿Ya les dijiste?

 

-Si señor, tal como usted me lo pidió. En este momento deben estar camino a la clínica.

 

-¿Escuchaste chispita? Verás a tu hermano en unos minutos.

 

-Gracias cariño.

 

          Él se puso recto y se giró hacia mí mirando directamente a mis ojos.

 

-Repite eso.

 

-Gracias.

 

-Sabes que no me refería a eso, es la otra parte.

 

-No sé de que me hablas.

 

         Nos llegó la risa baja de Robert aunque intento disimularla pero falló en su cometido. Suspiré y puse los ojos en blanco.

 

-Gracias, cariño.

 

-Que bien se siente que me digas así pequeña.

 

         Yo simplemente me reí de su comentario.

 

-Ya llegamos.

 

        Nos indico Robert mirando por el espejo retrovisor. Baje del auto sin esperar a que Christopher abriera la puerta. El edificio me seguía pareciendo igual de sombrío. Caminamos juntos hasta la puerta y al llegar a esta Chris me sujeto de la mano.

 

-Recuerda que no estás sola.

 

-Lose.

 

        Cuando entramos, en la recepción simplemente nos indicaron que siguiéramos por el pasillo y así lo hicimos. Cuando estábamos por llegar a la habitación de mi padre, nos topamos con Nancy sosteniendo su vientre.

 

-¡Oh Katy! Que suerte. Me alegra tanto que tu papá allá reaccionado.

 

-Lose Nancy, gracias.

 

-Adelante chicos, solo entren.

 

        Christopher abrió la puerta con suavidad e ingresamos juntos. En el interior mi padre no estaba solo, estaba acompañando de una señora mayor, de pelo blanco aunque aún poseía algún que otro pelo caoba, ojos avellana, alta, delgada y elegante al igual que su ropa. De inmediato corrí hacia mi padre y me coloque frente a él queriendo protegerlo.

 

-¿Qué haces tú aquí?

 

-¿Qué manera es esa de recibir a tu abuela?

 

-La que te mereces.

 

        Daniel había llegado sin ser notado y ahora ambos estábamos frente a nuestra abuela materna.




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