Mi mente no dejaba de dar vueltas. Todo lo que había dicho Adrian sobre ese enemigo... ¿Por qué ahora, después de tanto tiempo, la situación había cambiado?
—Es decir, realmente no es la primera vez que entro a su casa...
Me quedé mirando por la ventana de mi habitación, tratando de juntar las piezas del rompecabezas. Sabía que este “enemigo” no era alguien que solo quisiera lastimarlo, si fuera así, ya lo habría hecho. Quizás era alguien cercano, alguien que había estado observando todo desde las sombras.
Era extraño, porque Adrian no parecía como el tipo de persona que dejaría que alguien lo acechara sin que lo notara. Pero, tal vez, este enemigo era más astuto de lo que imaginaba.
Por eso ahora sospecha de mi.
Decidí hacer algo que nunca antes había considerado: ofrecerme a ayudarlo. Pero, ¿cómo haría eso si todo lo que me había dicho hasta ahora era un enigma? La respuesta era simple: si lo ayudaba a enfrentar a este enemigo, tal vez me dejaría ir.
Y probaria mi inocencia, es decir, si me he robado informacion pero nunca la he compartido
Poco después, cuando Adrian volvió a aparecer en la mansión, no perdí tiempo en plantear la cuestión.
—Necesitamos hablar —dije, sin rodeos, dejándole claro que no iba a esperar más.
Él levantó una ceja, como si fuera la última persona que esperara ver tan decidida.
—¿Sobre qué? —preguntó, sin mostrar mucho interés.
Me acerqué más, sin dejar de mirarlo a los ojos.
—Sobre ese enemigo que tanto mencionas. No sé quién sea pero es obvio que piensas que tengo algo que ver y eso no es cierto. Por eso me ofresco a ayudarte, Hgamos un equipo "404 Not Found"
Su rostro se endureció, como si lo que estaba diciendo no le agradara para nada.
—Emma. Esto no es un juego —respondió con una frialdad palpable.
—Claro que no lo es. —dije, cruzándome de brazos—. Me dejas ir y luego me traes de vuelta. Me amenazas, pero en realidad, no parece que quieras hacerme daño. Desconfias de mi porque tengo un historial invadiendo tu casa, te ofresco ayuda ¿Aceptas?.
Adrian me observó con una intensidad incómoda, como si estuviera midiendo cada palabra que salía de mi boca. Durante un largo momento, todo fue silencio.
—Dices que eres inocente —dijo finalmente, de forma lenta y grave—. Y no tienes idea de este enemigo
—Exacto
—Y no solo eso, quieres pobrar tu incocencia ayudandome
—Si, exacto
Por que ahora yo tambien estoy involucrada, por eso tambien
—Ciertamente nunca crei que estuvieras involucrada con este enemigo, mas bien pense que podrias convertirte en una victima de este.
Él suspiró, claramente frustrado, y se acercó a la mesa donde había dejado su bebida.
—No me vas a dejar en paz hasta que lo haga, ¿verdad? —preguntó, como si ya supiera la respuesta.
—Exacto. —Asentí, sin miedo—. Si tienes enemigos que están fuera de tu control, entonces yo quiero saber más. Soy hacker, puedo ayudarte a rastrear lo que no ves.
Hubo un par de segundos de silencio mientras él me observaba con una mezcla de incredulidad y recelo.
—No sé si lo que ofreces es suficiente para enfrentar lo que está pasando, Emma —dijo, su tono más suave ahora, pero no menos grave—. No te va a gustar lo que vas a descubrir.
Lo miré, firme en mi decisión.
—Lo que sea que sea, estoy dispuesta a saberlo. Y si al final me sigues viendo como una herramienta más en tus planes, entonces será tu problema, no el mío. Pero si me vas a mantener aquí, entonces también me dejarás hacer lo que sé hacer.
Finalmente, Adrian pareció ceder, aunque su rostro seguía lleno de esa expresión de cautela.
—De acuerdo —dijo con un tono que no dejaba mucho lugar a dudas—. Pero no digas que no te advertí. Este enemigo no es lo que piensas.
Y ahí estaba yo, atrapada entre mis propios deseos de conocer la verdad y la amenaza de un peligro que no podía ver. Pero había algo que me impulsaba a seguir, algo en su mirada que me decía que la única forma de salir de este laberinto era jugar en sus reglas. Quizás este enemigo me pondría a prueba, pero si él pensaba que podía controlarme, estaba muy equivocado.
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Ser "aliada" de Adrian Richter no era algo que hubiera esperado cuando me metí en su sistema por primera vez. Pero ahí estaba yo, sentada en la sala de vigilancia de su mansión, rodeada por un equipo de seguridad que parecía sacado de un casting para una película de acción. Todos eran altos, serios y probablemente capaces de matarme con un mondadientes.
Adrian me había dejado ahí con una orden clara: "Muéstrales lo que sabes hacer". Claro, porque era tan fácil intimidar a un grupo de soldados que probablemente usaban el término "protocolo de eliminación" en su día a día.
Me puse de pie, con una sonrisa descarada, y les hablé:
—Hola, soy Emma, la hacker que se coló en su sistema la semana pasada. Ahora trabajo con su jefe, pero no se preocupen, no mordí ningún cable.
Hubo un silencio incómodo. Uno de ellos, el más grande y con una cicatriz que cruzaba su mejilla, levantó una ceja.
—¿Eso se supone que nos tranquilice?
—No —respondí, encogiéndome de hombros—. Pero vamos, ¿en serio creen que estoy aquí porque quiero?
Otro tipo, más joven y probablemente menos intimidante, trató de contener una risa. Era un buen comienzo.
Adrian entró en ese momento, cruzando los brazos mientras se apoyaba en el marco de la puerta. Su mirada decía todo: ¿Qué demonios estás haciendo?
—¿Vas a trabajar o estás planeando un monólogo de stand-up? —preguntó con tono seco.
—¿Por qué no ambas cosas? —repuse, girándome hacia la computadora—. Además, alguien tiene que aligerar el ambiente. Todo esto es demasiado... ¿serio? ¿Paranoico?
Adrian suspiró y señaló la pantalla.
—Hazlo.
—Sí, señor gruñón.
Me senté y conecté mi dispositivo al sistema principal. De acuerdo, Emma, vamos a impresionar a este grupo de Rambo wannabes. Mis dedos comenzaron a moverse rápidamente, navegando entre los registros de actividad y los intentos de hackeo.