Había algo diferente en la atmósfera esa mañana. La mansión, aunque imponente, parecía más frágil de lo habitual. Quizás eran las sombras que el sol proyectaba a través de las ventanas, o tal vez era solo mi intuición haciéndome ruido otra vez.
Después de mi pequeña explosión emocional anoche, decidí tomarme las cosas con más calma. No podía seguir jugando a Sherlock Holmes sin pruebas reales, así que me dediqué a revisar algunos archivos que había conseguido sin querer queriendo de los servidores. Bueno, al menos hasta que Adrián apareció.
Él entró a la sala con esa misma energía de siempre, como si el mundo entero estuviera bajo control… excepto que esta vez parecía diferente. Su postura era igual de perfecta, su mirada igual de intensa, pero había algo en sus hombros, una ligera tensión que antes no estaba ahí.
—¿Molesto? —pregunté, alzando una ceja mientras me recostaba en el sofá con mi portátil en el regazo.
Adrián soltó un suspiro y me lanzó una mirada que estaba a medio camino entre "Eres un caso perdido" y "¿Por qué siempre hablas primero?". No me dio tiempo de seguir molestándolo porque se dejó caer en un sillón frente a mí, algo que jamás hacía.
—Emma, necesito que hablemos. —Su tono era más suave de lo usual, como si estuviera tratando de medir cada palabra. Y eso me preocupó.
—Uf, ¿qué hice ahora? ¿Se me olvidó desactivar un firewall o algo? Porque te juro que fue culpa del teclado.
Adrián apenas reaccionó a mi broma, y eso me puso aún más alerta. Él siempre tenía algo que decir, incluso si era para criticarme. Pero esta vez simplemente bajó la mirada, como si estuviera pensando cómo continuar.
—No se trata de lo que hiciste. —Su voz era baja, pero firme. —Se trata de lo que podría pasar si cometemos un error.
Eso me hizo cerrar el portátil. Ahora tenía toda mi atención.
—¿Qué quieres decir? —pregunté, dejando el sarcasmo de lado por una vez.
—Este enemigo… —comenzó, pasándose una mano por el cabello en un gesto que solo hacía cuando estaba realmente incómodo. — No es solo un obstáculo más en el camino. Es alguien que tiene los recursos para destruir todo lo que he construido. Todo lo que tenemos aquí.
—¿Todo lo que tienes aquí? —repetí, enfatizando la palabra. Él frunció el ceño, pero decidí no darle tiempo de interrumpirme. — ¿Eso incluye la mansión? ¿Tu empresa? ¿O estás hablando de cosas más personales?
Adrián soltó un suspiro pesado, como si estuviera cargando un peso que no podía compartir.
—Incluye todo. Esta casa, la empresa, las personas que dependen de mí. Si este enemigo nos supera, no solo perderemos recursos o tiempo. Podríamos perderlo todo.
Hubo un momento de silencio entre los dos. Sus palabras estaban cargadas de sinceridad, pero algo no terminaba de encajar. Adrián no era alguien que mostrara debilidad, mucho menos frente a alguien como yo. Así que, ¿por qué lo hacía ahora?
—¿Estás preocupado por tu imagen de millonario intocable? —pregunté, intentando suavizar el ambiente.
—Emma, no es solo mi imagen. Es mi vida. Todo lo que he construido… todo lo que he luchado por mantener.
Eso me dejó sin palabras por unos segundos. Había algo en su voz, una vulnerabilidad que nunca había mostrado antes. Pero mientras lo miraba, una pequeña voz en mi cabeza me decía que algo no estaba bien. Era como si estuviera intentando distraerme de algo.
—Lo entiendo —dije finalmente, manteniendo mi tono neutral. — Pero no puedes dejar que el miedo te paralice. Si este enemigo es tan poderoso como dices, entonces tenemos que enfrentarlo con algo más que preocupación y monólogos dramáticos.
Adrián me lanzó una mirada que podría haber congelado el sol, pero no dijo nada. En lugar de eso, se levantó, dejando la conversación en el aire.
—Solo quería que lo supieras. —Su tono era frío ahora, como si hubiera cerrado alguna puerta dentro de sí mismo.
Cuando se fue, me quedé mirando la puerta por un momento, intentando procesar lo que acababa de pasar. Por un lado, entendía su preocupación. Pero por otro lado… ¿por qué me lo decía justo ahora? ¿Y por qué tenía la sensación de que había algo más detrás de sus palabras?
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—Está bien, Adrián. Tú ganas. —Cerré la laptop con un golpe seco y crucé los brazos. —Dejaré de sobrepensar las cosas y me concentraré en lo que realmente importa: encontrar al enemigo final.
Adrián me miró con los ojos entrecerrados, como si no terminara de creerme. Yo tampoco me creía del todo. Pero, lo habia meditado toda la noche y si quería avanzar, necesitaba hacer lo que mejor sabía hacer: usar mis habilidades.
—Eso es lo que deberíamos estar haciendo desde el principio —dijo Adrián, con ese tono de superioridad que siempre parecía usar conmigo cuando no estaba de acuerdo.
—Perfecto, entonces déjame trabajar. —Sonreí con una dulzura exagerada, lo suficiente para que supiera que no estaba siendo precisamente amable.
Me giré hacia Lucas, que ya estaba acomodado frente a otra computadora en el centro de la sala. Era un tipo metódico, eficiente, y, lo admito, algo molesto con su tendencia a parecer relajado en medio del caos. Pero había que reconocerle algo: el chico sabía lo que hacía.
—Lucas, ¿puedes abrir los registros de acceso de los servidores? Quiero ver si hay algún patrón en las conexiones recientes.
—Ya lo tengo. —Lucas giró la pantalla hacia mí, mostrando una serie de datos que para cualquier otra persona parecerían jeroglíficos. —Mira esto. Hay una conexión que se repite cada tres horas, pero la dirección IP está enmascarada.
—¿Tres horas exactas? —arqueé una ceja, intrigada. —Eso es demasiado regular para ser casualidad.
Lucas asintió, y ambos empezamos a teclear en nuestras respectivas laptops, intercambiando ideas como si estuviéramos en una especie de competencia amistosa. Pero nuestra charla técnica, llena de términos como "proxy inverso" y "rastreo de nodos", parecía haber dejado a Adrián fuera del juego.
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Editado: 12.01.2025