Control Alt Obsesión

Capítulo 9: Una Confesión

Adrián entró al salón y encontró a Lucas sentado cómodamente en el sofá, con un vaso de whisky en la mano y una sonrisa que parecía demasiado despreocupada para la situación. El ambiente en la habitación era inusualmente pesado, como si algo invisible lo cargara.

—¿Otra vez bebiendo? —comentó Adrián con un tono que intentaba ser casual, pero que no lograba ocultar del todo la tensión.

Lucas alzó el vaso y le lanzó una mirada burlona.
—Es el combustible de los genios, hermano. Aunque tú no lo entenderías… Claro, tú siempre prefieres el control, ¿no es así?

Adrián ignoró el comentario y se acercó, sentándose en el sillón frente a él. Había algo en la actitud de Lucas que lo ponía en alerta. No era solo su tono burlón habitual, sino la forma en que parecía estar disfrutando demasiado de algo que Adrián aún no lograba entender.

—¿Por qué siento que estás tramando algo? —preguntó Adrián, inclinándose hacia adelante.

Lucas sonrió ampliamente, como si la acusación lo divirtiera.
—Yo, ¿tramando? Por favor, hermano. Solo estoy aquí para ayudarte... o eso dijiste cuando me trajiste. Pero dime, ¿qué fue exactamente lo que pasó con ese mensaje? Suena bastante... inquietante, ¿no? —dijo, en un tono que parecía estar probándolo.

Adrián lo observó detenidamente, su mandíbula apretándose casi imperceptiblemente.
—Precisamente por eso estoy aquí. Quiero que averigües de dónde salió ese mensaje. Sin involucrar a Emma —añadió rápidamente, su tono cortante.

Lucas arqueó una ceja y se acomodó en el sofá, como si acabara de escuchar algo terriblemente divertido.
—¿Sin involucrar a Emma? —repitió, fingiendo sorpresa. —Vaya, qué protector. Aunque debo decir que, en mi experiencia, las mujeres inteligentes suelen odiar que las mantengan al margen.

—No es por protegerla. Es por eficiencia —replicó Adrián con un tono seco, pero la mirada de Lucas reflejaba que no le creía ni una palabra.

Lucas se inclinó hacia adelante, apoyando el vaso en la mesa, y lo miró fijamente.
—Sabes, Adrián, si yo no supiera mejor, diría que te estás poniendo nervioso. Y eso no es algo que suelo ver en ti.

—¿Puedo contar contigo o no? —preguntó Adrián, ignorando el comentario, aunque sabía que Lucas estaba jugando con él.

Lucas sonrió, pero esta vez no había diversión en sus ojos, solo un destello calculador.
—Por supuesto. Después de todo, estoy aquí para ayudarte, ¿recuerdas? —respondió, pero su tono dejaba claro que había más en sus palabras de lo que decía.

Adrián lo observó un momento más, tratando de descifrar si podía confiar en él. Pero antes de que pudiera decir algo más, Lucas se levantó con una elegancia casi teatral.
—Ahora, si me disculpas, tengo cosas que hacer. Ah, y no te preocupes tanto, hermano. Estoy seguro de que todo saldrá... exactamente como debería —dijo con una sonrisa que parecía un desafío antes de salir de la habitación.

Adrián se quedó mirando la puerta por la que Lucas había desaparecido, sus pensamientos girando en espiral. Había algo en la forma en que Lucas había dicho esas últimas palabras que lo inquietaba profundamente. Como si supiera algo que Adrián no.

Lo que Adrián no sabía era que Lucas ya estaba dos pasos por delante, y cada uno de sus movimientos estaba diseñado para desestabilizarlo. Había enviado ese mensaje no solo para sembrar el caos, sino también para observar cómo reaccionarían tanto Adrián como Emma. Y por la expresión de Adrián, parecía que su plan estaba funcionando.

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Emma estaba sentada en el sofá, hojeando un libro que había encontrado en la biblioteca de la casa. Su mente, aunque fija en las palabras, divagaba entre las complejidades de todo lo que estaba ocurriendo.

Lucas entró al salón con su típica energía despreocupada, llevando dos tazas de café.
—¿Café? —preguntó, extendiéndole una taza.

Emma levantó la vista, sorprendida por el gesto, pero aceptó la taza con una ligera sonrisa.
—Gracias. ¿Qué hice para merecer esto?—Nada, solo soy un tipo generoso. —Se dejó caer en el sofá frente a ella, tomando un sorbo de su propia taza. Luego, ladeó la cabeza, observándola con curiosidad. —Aunque ahora que lo mencionas... ¿Puedo preguntar algo?. He tenido mucha curiosidad desde que llegue.

—Pregunta

—¿Qué haces aquí, Emma?

Ella levantó una ceja, entre divertida y confundida.
—¿Aquí como en este sofá, o aquí como en esta casa?

Lucas sonrió, apoyándose contra el respaldo del sofá.
—Buena pregunta. Digamos que ambas. ¿Cómo terminó todo esto siendo tu realidad?

Emma dejó la taza en la mesa y se cruzó de brazos, pensando en cómo responder.
—Bueno, lo del sofá es simple: es cómodo y estaba libre. Lo de la casa... es más complicado.

—¿Complicado? Eso suena interesante. —Lucas se inclinó hacia ella, como si estuviera a punto de escuchar una gran revelación.

Emma lo miró de reojo, sopesando qué tanto contarle. Finalmente, decidió ser honesta.
—Lo conocí por accidente. Técnicamente invadí su casa.

Lucas parpadeó, claramente no esperando esa respuesta.
—¿Invadiste su casa? ¡Eso es genial! ¿Y cómo fue eso? ¿Un mal entendido o un plan maestro?

Ella soltó una pequeña risa.
—Digamos que tenia demasiado tiempo libre

Lucas asintió lentamente, procesando sus palabras, aunque su expresión no perdió ese aire juguetón.
—Interesante. ¿Y él no te echó?

Emma negó con la cabeza, tomando otro sorbo de café.
—Si, todo el tiempo, solo hizo que me quedara cuando surgio lo de este enemigo. Dijo que era peligroso tanto para mi como para el

—Eso suena como Adrián, siempre tomando la opción más dificil.

Emma sonrió, pero la conversación empezaba a volverse extraña. Lucas la observó por un momento, su expresión cambiando ligeramente.

—Y dime, Emma... —comenzó, su tono ahora más serio pero sin perder del todo el humor. —¿Qué piensas de Adrián?




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