Emma irrumpió en la sala con una energía que parecía iluminar el lugar. Adrián y Lucas estaban sentados frente a una pizarra llena de esquemas, discutiendo en voz baja. Al verla entrar, ambos levantaron la vista, pero fue Lucas quien rompió el silencio primero.
—¿Todo bien, Sherlock? —bromeó, arqueando una ceja.
Emma ignoró el comentario y plantó un papel en la mesa frente a ellos.
—Ya sé quién es el enemigo —anunció con determinación.
Lucas parpadeó, claramente impresionado. Adrián, por otro lado, frunció el ceño, su postura tensándose.
—¿Qué? —preguntó Adrián, tratando de mantener la calma.
—Lo tengo todo claro. He estado analizando las pistas y revisando los archivos. El culpable no es un misterio, y sé dónde está.
Lucas soltó una carcajada breve y sarcástica.
—Vaya, hermana, ¿y qué hacemos ahora? ¿Llamamos a la policía o le hacemos una visita sorpresa?
Emma lo fulminó con la mirada.
—Vamos a por él.
El entusiasmo de Lucas creció de inmediato.
—Eso es lo que me gusta escuchar. ¿Cuándo empezamos?
Adrián se aclaró la garganta, claramente incómodo.
—¿Estás segura? —preguntó, midiendo sus palabras con cuidado. —Esto... es peligroso.
—Claro que estoy segura. Tú mismo dijiste que esto se trataba de actuar antes de que ellos lo hagan —replicó Emma, cruzándose de brazos.
Adrián suspiró, su mente trabajando a toda velocidad. Esto no debía haber sucedido tan rápido. Emma no debía haber resuelto esto aún. Pero si se oponía, levantaría sospechas.
—De acuerdo —cedió finalmente. —Pero lo haremos a mi manera.
—¿Eso significa que yo puedo disparar? —preguntó Lucas, con una sonrisa de oreja a oreja.
—No —respondieron Emma y Adrián al unísono, lo que provocó una risa burlona de Lucas.
El equipo se reunió en el garaje, donde Adrián presentó una serie de mapas y fotos. Las instrucciones eran claras y precisas. Emma observó cómo todos los miembros del grupo se preparaban, ajustando sus armas y equipo.
—Bien, este es el plan —dijo Adrián, señalando un mapa extendido sobre el capó de un auto. —Entraremos por aquí. Lucas y yo seremos la distracción principal. Emma, tú te quedas detrás hasta que demos la señal.
Emma abrió la boca para protestar, pero Adrián levantó una mano para detenerla.
—No hay discusión. Es demasiado peligroso.
Ella frunció el ceño, pero se mordió la lengua. Sabía que discutir no serviría de nada.
Mientras el equipo terminaba de prepararse, Emma y Adrián se encontraron solos en un rincón del garaje. Ella se cruzó de brazos y lo miró con una mezcla de frustración y curiosidad.
—No necesitas protegerme todo el tiempo —dijo en voz baja.
Adrián levantó la vista, su expresión más suave de lo habitual.
—No es protección —respondió. —Es precaución.
Emma dio un paso más cerca, sus ojos buscando los de él.
—¿Es eso todo lo que es?
Adrián no respondió de inmediato. En cambio, se inclinó ligeramente hacia ella, como si el mundo alrededor de ellos hubiera desaparecido.
—Emma... —susurró, pero antes de que pudiera decir algo más, Lucas apareció de repente.
—¡Venga, tortolitos! Tenemos trabajo que hacer.
El momento se rompió, pero la tensión quedó en el aire. Emma le lanzó a Lucas una mirada fulminante, pero este solo se encogió de hombros con una sonrisa burlona.
El equipo se movilizó rápidamente, cada uno en su posición asignada. Emma y Adrián compartieron un automóvil, con ella sentada en el asiento del copiloto y él al volante.
El silencio entre ellos era casi tan palpable como la tensión. Emma miraba por la ventana, mientras Adrián mantenía su atención en la carretera.
Finalmente, fue Emma quien rompió el silencio.
—¿Siempre estás así de serio cuando estás trabajando?
Adrián le lanzó una mirada de soslayo, una pequeña sonrisa asomando en la comisura de sus labios.
—¿Por qué? ¿Preferirías que hiciera chistes?
—No estaría mal —respondió ella, sonriendo ligeramente.
Adrián soltó una breve risa, pero no dijo nada más. Sin embargo, el ambiente entre ellos se sintió un poco más ligero después de eso, como si ambos entendieran que, a pesar de todo, podían confiar el uno en el otro.
El destino estaba cerca, y ambos sabían que la calma entre ellos era solo el preludio de la tormenta.
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El ambiente en el almacén estaba tenso pero cargado de alivio. Los disparos habían cesado, y el enemigo, un hombre corpulento de mirada fría y con cicatrices que le cruzaban el rostro, yacía esposado en una silla bajo la luz tenue de un foco colgante.
Emma, con el cabello desordenado y manchas de polvo en la ropa, lo observaba con ojos inquisitivos, mientras Adrián y Lucas estaban de pie a su lado. El resto del equipo se mantenía al margen, revisando el perímetro.
—Bueno, aquí lo tienes —dijo Lucas, con su tono habitual de burla. —El gran cerebro detrás de todo esto. ¿Algún discurso heroico, Emma?
Ella lo ignoró, cruzándose de brazos frente al hombre capturado.
—Voy a necesitar revisar toda la información que tenga —dijo con determinación, mirando hacia Adrián. —Quiero entender por qué. Esto no fue solo un ataque cualquiera.
Adrián asintió lentamente, su rostro inmutable, pero por dentro su mente trabajaba frenéticamente. Sabía que Emma estaba cerca de atar los cabos, y cualquier error podía desmoronar la fachada que había construido.
—Claro, eso tiene sentido —respondió, manteniendo la voz calma. —Podemos armar un informe detallado con lo que obtengamos de él y los documentos que recolectamos.
Emma asintió, pero luego se giró hacia Adrián con una expresión más directa.
—Pero antes de todo eso, quiero saber algo.
Adrián alzó una ceja, intentando parecer despreocupado.
—¿Por qué este hombre estaba en tu contra? ¿Qué pasó entre ustedes?
La pregunta colgó en el aire como un cuchillo suspendido, y Lucas, a un costado, se inclinó contra una mesa, cruzando los brazos con una sonrisa que no podía ocultar.
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Editado: 12.01.2025