Control Alt Obsesión

Capítulo 13: Todo ha terminado

¿Qué hago ahora?

Esa era la única pregunta que retumbaba en mi cabeza mientras caminaba de un lado a otro por la habitación. La traición de Adrián pesaba en mi pecho como una losa, pero no era solo el dolor lo que me carcomía, sino la rabia. Una rabia fría, calculadora. Él había jugado conmigo, con mis emociones, con todo lo que era. ¿Y ahora qué? ¿Me quedaba aquí, fingiendo que podía superarlo, o me marchaba para siempre?

No, marcharme no era suficiente. Quería algo más. Quería que sintiera lo que yo estaba sintiendo. Quería que supiera lo que era tener el mundo derrumbándose bajo tus pies. Pero... ¿cómo?

Mis manos se cerraron en puños mientras recordaba su confesión, su voz tranquila como si todo lo que había hecho fuera perfectamente razonable. Quería gritarle, golpearlo, pero sobre todo, quería que sintiera el vacío que ahora me consumía.

"Él te manipuló porque no sabía cómo acercarse a ti", me repetí, como si eso justificara algo. Pero no lo hacía. Nada podía justificarlo. Adrián había creado un mundo entero de mentiras para atraparme en su órbita. Y lo peor era que había funcionado.

Suspiré, dejando que el aire saliera de mis pulmones en un intento de calmarme. Esto no podía seguir así. No podía seguir en esta casa, bajo el mismo techo que él, sintiendo que cada rincón estaba impregnado de su engaño.

Lo primero era marcharme. Lo demás lo resolvería después.

Abrí el armario y saqué mi maleta, intentando ignorar el temblor en mis manos. Mientras metía mi ropa, cada prenda parecía un recordatorio de los momentos felices que había compartido con Adrián, momentos que ahora se sentían vacíos, como si hubieran pertenecido a otra vida.

Me detuve un instante, sosteniendo una chaqueta que él me había comprado. La tiré al suelo, sintiendo un nudo formarse en mi garganta. Las lágrimas querían salir, pero las contuve. No podía permitirme llorar todavía.

"Primero sal de aquí. Después llora."

Terminé de empacar mientras mi mente seguía trabajando, buscando formas de procesar lo que había pasado. Quería irme lejos, a un lugar donde pudiera pensar con claridad.

Al abrir la puerta, ahí estaba él.

Adrián estaba de pie en el marco, su rostro oculto por las sombras del pasillo, pero sus ojos brillaban, como si hubiera estado esperando este momento, como si supiera que esto pasaría.

—¿Te vas? —preguntó con una voz tan baja que apenas fue un susurro.

Su simple pregunta hizo que mi resolución tambaleara, como si esas dos palabras hubieran arrancado las costuras que me mantenían entera. Tragué saliva, intentando mantenerme firme.

—¿Qué esperabas que hiciera? —mi voz tembló, y odié que pudiera escucharme así, tan frágil.

Él dio un paso hacia mí, y retrocedí automáticamente, sosteniendo la maleta frente a mí como un escudo.

—Emma, por favor... no te vayas.

Fue como si esas palabras abrieran una compuerta que yo misma había cerrado con fuerza.

—¿No me vaya? —solté una risa amarga, y sentí las lágrimas acumulándose en mis ojos—. ¿Qué quieres que haga, Adrián? ¿Que me quede y finja que esto no pasó? ¿Que acepte que toda mi vida contigo fue una mentira?

—No fue una mentira. —Su voz se rompió, y por primera vez, lo vi con los ojos enrojecidos, como si estuviera a punto de llorar.

—¡Sí lo fue! —grité, mi voz quebrándose mientras las lágrimas finalmente caían. Solté la maleta, que golpeó el suelo con un ruido seco. Me llevé las manos al rostro, tratando de contener los sollozos que me desgarraban por dentro—. ¡Todo lo que hiciste fue manipularme!

Adrián avanzó de nuevo, y esta vez no retrocedí. No tenía fuerzas para hacerlo.

—Emma, no lo hice para lastimarte. Nunca quise que pasara esto.

Lo miré a través de las lágrimas, mi respiración entrecortada.

—¿Entonces para qué lo hiciste? ¿Qué ganabas con todo esto? ¿Era un juego para ti? ¿Te hacía sentir mejor controlar todo a tu alrededor, incluso a mí?

Él negó con la cabeza, desesperado.

—No fue un juego. Te amo.

Su confesión, tan simple y directa, debería haberme hecho sentir algo. Pero solo me llenó de más dolor.

—No sabes lo que es el amor, Adrián. —Las palabras salieron como un susurro, cargadas de todo el agotamiento que sentía—. El amor no se construye sobre mentiras.

Adrián alzó una mano, como si quisiera tocarme, pero se detuvo en el último segundo.

—Hice lo que hice porque no sabía cómo acercarme a ti. Me aterraba perderte antes de siquiera tenerte.

—¿Y pensaste que la solución era crear un enemigo inexistente? ¿Manipular todo mi mundo para que girara a tu alrededor? —Mi voz se quebró nuevamente, y me obligué a respirar hondo—. ¿Sabes cómo me siento ahora? Vacía. Como si nada en mi vida fuera real.

Adrián se pasó una mano por el cabello, frustrado, desesperado.

—No quería esto, Emma. Por favor, no te vayas. Déjame arreglarlo.

Su voz, quebrada y llena de súplica, casi me derrumba. Pero no podía quedarme. No después de lo que había descubierto.

—No puedes arreglarlo, Adrián. —Mis lágrimas caían sin control, y él las miraba como si fueran cuchillas atravesándolo—. Porque esto no es algo que se arregle. Esto es algo que destruye.

Él dio un paso más, acercándose tanto que podía sentir el calor de su cuerpo, pero no lo dejé avanzar más.

—No te vayas, por favor... te amo. —Sus ojos estaban llenos de lágrimas ahora, y eso solo hizo que mi corazón doliera más.

Negué con la cabeza, sollozando.

—No me amaste, Adrián. Me controlaste. Y no puedo quedarme con alguien que no sabe la diferencia.

Me agaché para recoger la maleta, pero mis manos temblaban tanto que me tomó varios intentos. Cuando finalmente la sostuve, él estaba a mi lado, tan cerca que por un momento pensé que me detendría físicamente.

—Emma... —Su voz era apenas un susurro.

Lo miré una última vez, con el rostro empapado de lágrimas y el corazón hecho pedazos.




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