Control Alt Obsesión

Capítulo 14: Hacker

La puerta se cerró con un golpe sordo detrás de mí, y el sonido resonó en la quietud de la casa vacía. Mi cuerpo aún temblaba por la rabia y el dolor, pero las lágrimas ya no fluían con la misma facilidad. No podía dejar de pensar en lo que había perdido. No solo en él, sino en mí misma. En cómo había llegado a este punto.

Me dejé caer al suelo junto a la puerta, abrazándome las rodillas. El sol se filtraba a través de las cortinas, pero ni su calidez conseguía calmarme. Estaba fría. Vacía. Como si todo lo que había creído, todo lo que había sido, se desmoronara alrededor de mí.

—¿Cómo pude ser tan estúpida? —susurré entre sollozos, mis palabras temblando en el aire. —¿Cómo no lo vi antes?

Las lágrimas volvieron a caer, pero esta vez con una desesperación diferente. La humillación no solo venía de su traición, sino de mí misma. De no haberme dado cuenta de lo obvio. Siempre me había enorgullecido de ser astuta. Había crecido en un mundo lleno de mentiras, de sombras, y siempre me había considerado capaz de navegar en esa oscuridad sin perderme. Pero ahora... ahora todo parecía una mentira.

—Si de verdad fuera tan buena... —dije para mí misma, entre sollozos—. Si realmente supiera cómo leer a las personas... ¿cómo no me di cuenta de lo que Adrián estaba tramando?

Me apoyé en la pared, mirando al vacío. Todo lo que había hecho, todas las veces que me había sentido orgullosa de mis habilidades, de mi capacidad para descubrir secretos y exponer verdades, de repente parecía inútil. Si en verdad fuera tan buena en lo que hacía, ¿cómo no me di cuenta de que él me estaba manipulando?

—Soy una idiota —murmuré, con la voz rota—. Siempre tan segura de mí misma, siempre tan lista... ¿Cómo no lo vi?

Me levanté de golpe, incapaz de quedarme sentada en esa desesperación por más tiempo. Algo dentro de mí comenzó a despertar, una chispa de furia, de fuerza. No podía quedarme ahí lamentándome. No podía permitir que él ganara, que me viera debilitada. Había jugado conmigo, sí, pero yo también sabía jugar.

La rabia empezó a recorrer mis venas, y me eché hacia atrás, observando la habitación. Pensé en cómo él había manipulado todo, cómo había usado mi confianza, cómo me había dejado creer que lo que sentíamos era real. Y sin embargo, al final, era todo un juego para él. Todo había sido una estrategia bien pensada.

—Soy una hacker —pensé, con una leve sonrisa amarga en los labios—. Y nunca debiste haber jugado conmigo.

Mi mente comenzó a trabajar, a procesar, a planear. Si había algo en lo que era experta, era en hacer que los demás se sintieran como si tuvieran el control cuando, en realidad, yo estaba al mando. Y ahora, era mi turno de darle una lección a Adrián. No iba a quedarme quieta. Iba a mostrarle de qué estaba hecha.

—No puedo revertir lo que pasó —me dije, con una resolución creciente—. Pero sí puedo vengarme.

Porque, después de todo, siempre había sido una hacker, ¿verdad?

Mi mente comenzó a girar con una velocidad vertiginosa. Había estado tan centrada en la traición, en el dolor de lo que había perdido, que no me había detenido a pensar en lo que realmente podía hacer. Y ahora, mientras las lágrimas seguían cayendo, algo dentro de mí cambió. La furia se apoderó de mí, y todo lo que había aprendido, todo lo que había hecho antes, tomó una nueva perspectiva.

Mis dedos se movieron rápidamente hacia el teclado, como si el simple acto de escribir pudiera liberar la rabia acumulada dentro de mí. No había vuelta atrás. No quería venganza solo por el hecho de hacerle daño, sino por el principio de que no podía permitir que me saliera con la suya.

Adrián pensaba que podía jugar con mis emociones. Que podría manipularme como si fuera una pieza más en su tablero. Pero eso era lo que él no entendía: yo también sabía cómo jugar. Yo también sabía cómo manipular. Y, con las herramientas adecuadas, lo haría mucho mejor que él.

—Voy a hacer que desees nunca haber jugado conmigo —susurré, mientras mis manos se movían con destreza.

Me levanté y me acerqué a mi escritorio. Saqué mi laptop, la encendí y comencé a conectarme a las redes de información que solo una hacker como yo podía acceder. Mi mente estaba despejada ahora, todo el dolor había sido reemplazado por algo mucho más fuerte: el deseo de justicia, de tomar el control.

Sabía que Adrián había dejado huellas por todas partes. Cada paso que había dado, cada movimiento, había dejado un rastro. Y yo sabía cómo seguirlo. En todos sus correos, en sus conversaciones privadas, en las bases de datos que pensaba que solo él controlaba. No solo podía hackear sus cuentas, sino que también podía exponerlo, hacerle pagar por lo que había hecho.

Mi primer objetivo era claro: descubrir todos sus secretos. No solo los que él pensaba que había mantenido ocultos, sino los que ni siquiera sabía que había dejado atrás. Siempre confiado en su propia inteligencia, siempre creyendo que tenía el control. Pero nunca pensó en mí. Nunca pensó que una hacker podría ser su peor pesadilla.

Las imágenes de los días que pasé con él comenzaron a invadir mi mente. Cada momento que compartimos, cada palabra que me dijo, todo lo que hizo para acercarse a mí. Me hizo sentir especial, me hizo creer que estábamos construyendo algo real. Pero todo eso había sido parte de su plan. Él sabía cómo manipular mis emociones, cómo hacerme sentir como si él fuera la única salida para mi vida. Pero ahora, yo sería quien tendría el control.

—Voy a poner en marcha todo lo que me enseñaron a hacer —pensé, mientras mis dedos volaban sobre el teclado, accediendo a las bases de datos que él pensaba que eran impenetrables.

Las imágenes de su cara al darse cuenta de lo que estaba pasando comenzaron a aparecer en mi mente. Sabía que lo sentiría. Sabía que lo vería todo desmoronarse frente a él, y eso sería lo único que necesitaría para calmar mi dolor. Porque al final, él lo entendería: no podía ganar. No cuando yo conocía todos sus secretos.




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