Control Alt Obsesión

Capítulo 15: Redención

Me quedé mirando la pantalla, mis dedos suspendidos sobre el teclado, pero sin saber qué hacer a continuación. Las huellas del intruso estaban allí, claras como el agua, pero no había nada que me diera una pista definitiva sobre quién estaba detrás de todo esto.

—¿Qué demonios quiere de mí? —murmuré, más para mí misma que para cualquiera.

Recorrí los archivos una y otra vez, buscando algo, cualquier cosa que pudiera darme una respuesta. La información estaba dispersa, pero algo no encajaba. No era solo un intento de hackeo común. Este tipo sabía lo que estaba buscando, lo que había encontrado. Había un propósito detrás de sus acciones, algo más grande que un simple robo de datos.

La frustración comenzó a apoderarse de mí. Me sentía impotente. ¿Por qué no podía encontrar quién era? Sabía que debía encontrar una respuesta, pero cada pista que seguía parecía llevarme a un callejón sin salida.

Suspiré y me recosté en la silla, mirando el techo, tratando de calmarme. Mi mente giraba, tratando de encontrar alguna conexión. ¿Qué quería este intruso? ¿Por qué atacaba ahora? Había algo familiar en todo esto, como si todo fuera parte de un juego que ya había jugado antes.

De repente, la idea me golpeó como un balazo. Adrián.

Un escalofrío recorrió mi espalda. No podía evitarlo, pero todo lo que había experimentado con él, cada manipulación, cada momento de duda… se alineaba perfectamente con lo que estaba sucediendo ahora. Había sido su juego desde el principio, ¿verdad? ¿Por qué no lo habría hecho de nuevo? Todo esto, cada paso, cada señal, podía ser su forma de probar hasta dónde podía llegar.

El pensamiento me hizo cerrar los ojos con fuerza, la rabia subiendo por mi pecho. No podía ser él. No podía ser.

Pero algo en mi interior me decía lo contrario. ¿Y si sí lo era? ¿Y si, después de todo, este era su plan desde el principio? Manipularme otra vez, ponerme en una situación en la que no pudiera escapar, donde todo lo que había construido se desmoronara ante sus ojos.

De repente, ya no me importaba quién estuviera detrás de la pantalla. La imagen de Adrián, su sonrisa cruel, su forma de hablar, sus promesas rotas, todo vino a mí como una oleada.

"Te amo, Emma. No te vayas." Recordé sus palabras, sus súplicas. Recordé el dolor en su rostro cuando le dije que me iría, cuando lo dejé atrás, después de todo lo que habíamos pasado.

Esas palabras, cargadas de arrepentimiento, se quedaron grabadas en mi mente. ¿Podría ser él de verdad? Estaba tan confusa. ¿Cómo podía amar a alguien que me había manipulado de esa manera? ¿Cómo podía amar a alguien que me había dejado sentirme tan vacía?

Y ahí fue cuando la ira me invadió nuevamente. No podía dejarme llevar por las palabras de alguien que ya había roto mi confianza. Si era Adrián, entonces este juego no había terminado. Y esta vez, no lo dejaría ganar. No me iba a dejar manipular otra vez.

Sin pensarlo dos veces, me levanté de la silla y me dirigí al vestíbulo. Sabía lo que tenía que hacer. Si Adrián estaba detrás de esto, si de alguna manera me había manipulado nuevamente, necesitaba confrontarlo. Ya no iba a quedarme callada.

Tomé mi chaqueta y me apresuré hacia la puerta. A pesar de mi rabia, sentía una presión en el pecho, una sensación que no podía ignorar. Estaba más allá del punto de no retorno. Si me había manipulado otra vez, esta vez iba a ser diferente.

No sabía exactamente qué le iba a decir, pero tenía que ser sincera conmigo misma: Necesitaba respuestas.

La noche había caído, el aire frío acariciaba mi rostro mientras me dirigía hacia la casa de Adrián. Mis pensamientos eran oscuros, entrelazados con recuerdos de nuestra relación, de lo que había sido y de lo que había dejado de ser. ¿Por qué me había hecho esto? ¿Por qué me había dejado jugar su juego de nuevo?

Cuando llegué, no dudé ni un segundo. Golpeé la puerta con fuerza, mi mano temblorosa por la tensión, pero con la decisión firme de enfrentar lo que fuera que estuviera esperando de mí.

Cuando Adrián abrió la puerta, vi su rostro cambiar instantáneamente. Hubo una chispa de emoción en sus ojos, como si pensara que finalmente venía a hablar con él, a darle una oportunidad para arreglar las cosas. Vi cómo sus labios se curvaron en una ligera sonrisa, y por un momento, todo lo demás desapareció.

—Emma… —dijo con esa voz suave que aún me hacía tambalear—. ¿Qué haces aquí?

Me quedé ahí, inmóvil, observándolo, pero algo dentro de mí me impulsó a hablar. No podía seguir callada. La rabia y la frustración de los últimos días estaban acumuladas, y ya no podía detenerlas.

—Si estás detrás de todo esto, Adrián, te juro que no voy a dejar que me manipules otra vez. —Mi voz temblaba con la mezcla de enojo y desilusión que sentía. Las palabras me salieron como un golpe seco.

La sonrisa que había comenzado a formarse en su rostro se desvaneció al instante. Sus ojos se entrecerraron con confusión, como si lo que le decía no tuviera sentido. Noté cómo su expresión pasó de la sorpresa al desconcierto, y el aire que antes parecía ligero entre nosotros se hizo pesado.

—¿Qué estás diciendo? —Su tono era casi bajo, serio, pero sin la ira que yo esperaba. En cambio, parecía más... herido. —Emma, no estoy detrás de nada. ¿De qué hablas?

Me adelanté un paso, sintiendo que las palabras me ardían más en la garganta.

—No te hagas el inocente. El hackeo, los archivos, todo. ¿Crees que no lo sé? Estás detrás de esto. Estás probando hasta dónde puedo llegar, ¿verdad? —Mi corazón latía desbocado, pero no podía dejar de decirlo. No iba a permitir que me manipulase de nuevo.

Adrián dio un paso atrás, su rostro ahora completamente serio, casi defensivo.

—Emma, te juro que no tengo nada que ver con eso. —Sus ojos brillaron con una sinceridad que no sabía si era real o no. —No sé de qué me estás acusando, pero si piensas que voy a jugar contigo otra vez, te equivocas. Yo… no soy quien crees.




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