Control Alt Obsesión

Capítulo 16: Aliados forzados

El ambiente en la casa de Adrián seguía siendo tenso. Después de que le acusé directamente y él negó todo con un fervor casi desesperado, algo dentro de mí me obligó a comprobarlo por mí misma. Quizás era mi orgullo, quizás la necesidad de no confiar en nadie más que en mis propias habilidades.

Él, por supuesto, me dejó frente a su computadora con un gesto entre resignación y desafío.

—Haz lo que necesites, Emma. Si esto ayuda a que dejes de verme como el villano, adelante.

—No lo hago por ti, Adrián. Lo hago por mí. —Mis dedos ya estaban volando sobre el teclado antes de que terminara la frase.

La computadora estaba sorprendentemente organizada. Navegar por sus archivos fue casi demasiado fácil. Pero mientras buscaba cualquier rastro que lo conectara al ataque que había sufrido, no encontraba nada. No había correos sospechosos, ni programas extraños, ni siquiera contraseñas débiles.

—Esto no tiene sentido...

Adrián, que estaba sentado en el sofá con los brazos cruzados, levantó una ceja.

—¿Esperabas encontrar una carpeta llamada “Planes malignos”?

—No me provoques. —Mi voz era cortante, pero en el fondo sabía que tenía razón.

Pasé a revisar los registros de acceso a su red. Fue entonces cuando encontré algo interesante: un archivo reciente descargado desde una dirección externa. No era algo incriminatorio, pero sí inusual.

—¿Qué es esto? —pregunté, girándome hacia él.

Adrián se levantó y se acercó para mirar.

—¿Eso? Es un informe que descargué ayer. Tiene que ver con uno de mis contratos de seguridad cibernética.

Lo abrí, ignorando su incomodidad.

El archivo era exactamente lo que dijo que era, pero algo en los metadatos me llamó la atención: la dirección del servidor coincidía con una parte del rastro del intruso que había detectado antes.

—¿Qué tan seguro estás de este cliente? —pregunté, mirando los datos más de cerca.

Adrián frunció el ceño, claramente confuso.

—Es un cliente regular. Nunca ha dado problemas. ¿Por qué?

Mi mente comenzó a conectar las piezas. Si este cliente estaba relacionado con el intruso, entonces el ataque no había sido solo contra mí. Había algo más grande en juego, algo que involucraba tanto a Adrián como a mí.

—No es tu cliente. Es alguien que está usando tu conexión con él para llegar a mí.

Adrián me miró como si acabara de anunciar que el mundo iba a terminar.

—¿Qué estás diciendo, Emma?

—Piensa. ¿Quién tiene motivos para atacarte a ti y a mí? —Mis pensamientos iban a mil por hora. Las preguntas se acumulaban, pero las respuestas seguían esquivas.

Adrián se quedó en silencio por un momento antes de decir, casi en un susurro:

—No es a mí a quien quieren.

Levanté la vista, encontrándome con su mirada seria.

—¿Qué?

—Emma, esto no tiene sentido. Si quisieran atacarme, irían directamente a mis proyectos o a mis clientes, no a ti.

—¿Y si quieren herirte a través de mí?

El silencio que siguió fue más pesado que cualquier respuesta que pudiera haber dado.

—Eso no tiene sentido —replicó finalmente, aunque su tono era más inseguro que antes.

—¿Seguro? —Me levanté, enfrentándolo directamente—. ¿No hay nadie en tu vida que tenga una razón para odiarte lo suficiente como para usarme como una forma de llegar a ti?

Adrián pareció meditarlo por un momento. Su rostro pasó de la confusión a la preocupación en cuestión de segundos.

—Si lo hay, no lo sé. Pero si alguien está haciendo esto, no va a parar hasta que obtenga lo que quiere.

—¿Y qué quiere?

—Eso es lo que tienes que descubrir, Emma. —Su voz era suave, casi resignada—. Y lo harás mejor que yo.

Me quedé mirándolo, buscando algún rastro de mentira en sus palabras. No encontré nada.

—Está bien. Voy a investigarlo. Pero, Adrián... si descubro que tienes algo que ver con esto, no importa lo que sientas por mí, no dudaré en destruirte.

Una sonrisa irónica se dibujó en su rostro.

—Me queda claro.

Antes de que pudiera responder, él agregó con una chispa de humor:

—Por cierto, ¿terminaste con mi computadora?

Rodé los ojos mientras apagaba la pantalla.

Mientras me preparaba para salir, Adrián se inclinó hacia la puerta y dijo:

—Emma... Si realmente soy yo a quien quieren herir, no te pongas en peligro solo por probar un punto.

Lo miré directamente a los ojos.

—Quédate fuera de mi camino.

Él sonrió, aunque sus ojos parecían preocupados.

—Nunca he sabido cómo hacer eso contigo, Emma.

Adrián se cruzó de brazos mientras me veía dirigirme hacia la puerta. Apenas mi mano rozó la perilla, su voz me detuvo.

—Espera.

Me giré, levantando una ceja.

—¿Qué pasa ahora? ¿Vas a darme algo o quieres confesar?

—Ni lo uno ni lo otro. —Avanzó hacia mí, con las manos en los bolsillos, y su tono se volvió sorprendentemente serio—. Quiero proponerte algo.

Solté un suspiro exasperado.

—Si es otra idea loca para distraerme, no tengo tiempo.

—No. Escucha. —Su mirada me sostuvo firme, algo raro en él—. Sé que confías en ti misma más que en cualquier otra persona, y lo entiendo. Pero esto no es algo que puedas manejar sola.

—¿Y qué sugieres? ¿Unirme a ti? —pregunté, mi tono lleno de escepticismo.

Adrián asintió lentamente.

—Exacto.

No pude evitar soltar una risa sarcástica.

—¿Tú? ¿Aliado mío? Por favor. Apenas sobrevivimos a una conversación sin matarnos en este momento

Él sonrió, pero había un destello de sinceridad en sus ojos que me desarmó un poco.

—Es verdad. Pero sobrevivimos. —Se encogió de hombros

—Eso fue un golpe bajo.

—Lo sé, pero es cierto. —Se acercó un poco más, su expresión más seria ahora—. Emma, no estoy diciendo que confíes en mí de inmediato, pero esto es más grande que nosotros. Si alguien está jugando con nuestras vidas, necesitamos unir fuerzas.




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