Control Alt Obsesión

Capítulo 20: El Enfrentamiento

La luz tenue de la mañana apenas iluminaba la mansión, pero dentro, los tres estábamos sentados alrededor de la mesa, el ambiente cargado de tensión. Las pistas que habíamos encontrado no eran claras, y necesitábamos respuestas definitivas. Algo sobre Gabriel no cuadraba.

Yo había estado investigando a fondo, desenterrando información, mientras Lucas había puesto sus contactos en movimiento para rastrear a Gabriel. Todo parecía apuntar a que había algo que nos estábamos perdiendo.

—¿Seguro que está aquí? —preguntó Lucas, mirando la pantalla de su computadora, donde se mostraban múltiples registros financieros.

Asentí, sin apartar los ojos de mi propia pantalla.

—Sí, es todo lo que tengo. La última vez que lo vi en las bases de datos fue hace unos meses, pero no parece que esté en un buen lugar —respondí, mi tono grave.

La verdad era que hasta ese momento, lo que habíamos descubierto parecía confuso. Gabriel, a pesar de su amenaza, no estaba en el poder que esperábamos. No había señales de riqueza, influencia ni de conexiones poderosas.

Adrián se cruzó de brazos, pensativo. Cada segundo que pasaba parecía aumentar el peso en el aire.

—¿Qué estás diciendo? —preguntó, mirando fijamente hacia mí, como si estuviera esperando la pieza final del rompecabezas.

No aparté los ojos de la pantalla mientras me mordía el labio, claramente procesando la información.

—Gabriel... está en bancarrota. No tiene dinero, ni propiedades, ni influencia alguna. Está completamente endeudado —dije finalmente, lanzando un vistazo rápido a los dos.

Una sensación incómoda se instaló en la habitación. Adrián frunció el ceño.

—¿Qué? —preguntó, casi sin creerse lo que escuchaba—. Eso no tiene sentido. Gabriel era uno de los hombres más peligrosos que conocía. ¿Cómo es posible que esté tan... acabado?

Suspiré y me recosté en mi silla, mirando la pantalla en busca de más detalles.

—Todo indica que después de salir de prisión, sus antiguos aliados lo dejaron de lado. Intentó volver a involucrarse en el negocio, pero sus conexiones ya no lo querían cerca. Intentó arrastrarse de nuevo, pero sus deudas lo dejaron fuera del juego. Ahora está en una espiral de préstamos y apuestas, todo perdido. Está desesperado, Adrián.

Lucas, que había estado en silencio, finalmente habló.

—Eso no cuadra. Si está en esa situación, ¿por qué ahora? ¿Por qué venir por ti?

Adrián se levantó y empezó a caminar de un lado a otro. Algo no estaba bien. Había algo en la situación de Gabriel que no entendía.

—Gabriel no era un hombre que se dejara hundir por las deudas. Siempre encontraba una forma de salirse con la suya —murmuró, con voz baja—. Si está buscando venganza, es porque no tiene nada más que perder. No es por el dinero.

Fue entonces cuando una idea cruzó mi mente, y al instante supe que tenía sentido.

—Pero, ¿y si... lo que realmente quiere es el control? —sugerí, casi sin pensarlo—. Después de todo, ¿qué otra cosa le quedaría a alguien como él, que ya no tiene nada? Quizás no le importe el dinero, pero sí quiere destruirte, Adrián. Quiere lo que alguna vez tuvo.

La pieza encajó de inmediato. Adrián detuvo su caminar y se quedó quieto, mirando con una nueva comprensión.

—Lo que quiere... es el control de todo lo que alguna vez fue suyo —dijo en voz baja, como si comprendiera la magnitud de la situación. Se volvió hacia Lucas—. Y si no tiene el poder ni el dinero, lo único que le queda es destruirme.

Lucas asintió, entendiendo al instante.

—Eso tiene sentido —dijo Lucas, con un tono grave—. Quiere arrastrarte a su miseria. Si no puede tener lo que tenía antes, al menos puede destruir lo que te pertenece. Eso es lo que realmente busca.

Asentí, apretando los labios con fuerza.

—Entonces, ¿qué hacemos ahora? —pregunté, mi voz firme pero preocupada.

Adrián, que había estado pensando profundamente, finalmente se giró hacia nosotros con una determinación renovada.

—Vamos a ir a la raíz de todo esto. Si quiere destruirme, lo vamos a detener. Y si se atreve a tocarnos, vamos a hacerle entender que no tiene idea con quién está jugando.

Lucas, que había estado pensando en voz baja, finalmente rompió el silencio. Miró a Adrián, luego a mí, como si tratara de juntar las piezas de un rompecabezas que no terminaba de encajar.

—Esperen, algo no cuadra. Si todo esto es cierto —empezó, señalando la pantalla de la computadora—, ¿cómo consiguió todo el equipo necesario para llevar a cabo el ataque anterior? La gente, las armas, el dinero... ¿No se supone que está arruinado?

Me quedé en silencio, mordiéndome el labio mientras procesaba la pregunta. Lucas no tenía razón al 100%, pero sus dudas eran válidas. Todo aquello que Gabriel había organizado parecía venir de un lugar de poder que no encajaba con la realidad de su bancarrota.

—Es cierto... —dije, mirando la pantalla con una mirada fija, como si lo estuviera analizando todo de nuevo—. Gabriel no tiene el dinero ni los recursos para haberlo hecho por su cuenta. Y no puede haber conseguido todo eso solo con su gente. Alguien más debe estar ayudándolo.

Adrián, que había estado callado, también se unió a la conversación, ahora con una seriedad más profunda.

—¿Quién podría estar ayudándolo? —preguntó, su voz grave, casi a modo de reto—. ¿Y qué ganaría esa persona con apoyarlo?

Me crucé de brazos, mis ojos brillando con determinación.

—La cuestión es que si alguien más está involucrado, no es solo dinero lo que están proporcionando —dije lentamente, con cautela—. Puede que haya alguien en la sombra, alguien con una agenda propia. El dinero es solo una parte de la ecuación. Si Gabriel ha conseguido apoyo, puede que esa persona tenga algo mucho más grande en juego, algo que le da poder sobre él.

Lucas levantó una ceja, claramente intrigado por lo que sugerí.

—Entonces, ¿es alguien que también quiere algo de Adrián? —preguntó, mirando a Adrián como si fuera una pieza clave en ese juego de ajedrez.




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