Control Alt Obsesión

Capítulo 28: Una promesa

Cinco años después

El sol de la tarde bañaba el jardín con una luz dorada y suave. Las flores blancas y las guirnaldas de luces colgaban entre los árboles, creando un escenario digno de un cuento de hadas. Todo estaba perfecto.

Lucas, parado cerca del altar, miró su reloj con fingida impaciencia y luego se giró hacia Adrián, quien estaba de pie con el traje impecable, pero con los nervios reflejados en su mirada.

—Aún tienes tiempo para huir —bromeó Lucas, dándole un codazo.

Adrián le lanzó una mirada de advertencia, pero luego dejó escapar una leve risa.

—Ni en un millón de años.

Lucas sonrió.

—Bien, porque ya está aquí.

Todos se pusieron de pie al mismo tiempo que la música comenzó a sonar. Adrián sintió su corazón detenerse por un instante cuando la vio aparecer al final del pasillo.

Emma.

Vestida de blanco, con un vestido que realzaba su belleza de una manera etérea. Su cabello estaba recogido, dejando algunos mechones sueltos que enmarcaban su rostro. Su sonrisa era pura, radiante, y sus ojos estaban fijos en él.

Cada paso que daba parecía eterno, y Adrián no podía apartar la mirada.

Cuando Emma llegó hasta él, sus manos se encontraron de inmediato.

—Hola —susurró ella, con un brillo de emoción en sus ojos.

—Hola —respondió Adrián, entrelazando sus dedos con los de ella.

El oficiante comenzó a hablar, pero para ellos, el mundo se había reducido a un solo instante, un solo momento.

Cuando llegó el momento de los votos, Emma respiró hondo antes de comenzar.

—Adrián… —su voz tembló un poco, pero sonrió—. Hace años, nunca pensé que este sería mi futuro. Que tendría un hogar, alguien que me amara, alguien a quien amar con todo lo que soy. Pero llegaste tú, con tu paciencia, tu lealtad y tu forma de hacerme reír incluso cuando no quería. Me enseñaste que no estaba rota, que podía sanar y que no tenía que hacerlo sola. Hoy te prometo que estaré a tu lado en cada paso, en cada caída y en cada victoria. Te amo. Siempre te amaré.

Adrián sintió que algo se quebraba en su interior. Su corazón latía con fuerza mientras le apretaba la mano y comenzaba a hablar.

—Emma… cuando te conocí, no sabía que mi vida estaba incompleta hasta que estuviste en ella. Pensé que entendía el amor, pero tú me enseñaste su verdadero significado. Me enseñaste que incluso en la oscuridad más profunda, siempre hay una luz, y para mí, esa luz siempre has sido tú. Hoy, delante de todos, te prometo que nunca soltaré tu mano, que seré tu refugio, tu compañero y tu hogar. Te amo más de lo que jamás podré decir, y haré todo lo posible para que cada día de nuestras vidas juntas valga la pena.

Los ojos de Emma brillaban con lágrimas, y cuando el oficiante los declaró esposos, Adrián no esperó un segundo más antes de besarla.

La ovación de los invitados llenó el aire, pero para ellos, solo existía ese momento. Ese beso. Esa promesa.

Lucas, entre la multitud, soltó un suspiro dramático.

—Bueno, supongo que ahora sí puedo empezar a elegir nombres para mis sobrinos.

Emma y Adrián se separaron apenas lo suficiente para reír, y en ese instante, supieron que la felicidad no era solo un momento pasajero. Era real. Era suya. Y apenas estaba comenzando.

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Emma tamborileaba los dedos contra su rodilla mientras miraba la pantalla del ultrasonido. El sonido del monitor llenaba la habitación con un eco rítmico, y aunque la doctora aún no había dicho nada, algo en su expresión hizo que el corazón de Emma comenzara a latir más rápido.

Adrián, sentado a su lado, sostenía su mano con fuerza. No había dicho una palabra en los últimos minutos, probablemente más nervioso que ella.

La doctora sonrió y giró la pantalla un poco más hacia ellos.

—Bueno, creo que están a punto de recibir una gran noticia… —dijo con entusiasmo.

Emma entrecerró los ojos.

—¿"Están"? ¿A qué se refiere con "están"? —preguntó, su tono lleno de sospecha.

Adrián frunció el ceño y miró la pantalla con más atención.

La doctora rió suavemente.

—Felicidades, chicos. No solo van a ser padres… ¡Van a tener gemelos!

Hubo un silencio absoluto.

Emma parpadeó.

—¿Disculpe?

—Dos bebés —repitió la doctora, señalando las dos pequeñas figuras en la pantalla—. Dos corazones latiendo.

Emma abrió la boca, pero ninguna palabra salió de ella. Sus ojos se abrieron como platos mientras se giraba lentamente hacia Adrián.

Él no se movió. No parpadeó. No respiró.

—Gemelos… —murmuró en estado de shock.

Emma se cubrió el rostro con las manos.

—Adrián… ¿qué hicimos?

Él parpadeó rápidamente y luego la miró con el ceño fruncido.

—¿"Qué hicimos"? ¡Yo solo seguí el proceso normal!

—¡Pues parece que lo hiciste doble! —soltó Emma, llevándose las manos al vientre.

La doctora rió ante su intercambio y les ofreció un par de imágenes impresas del ultrasonido.

—Todo indica que los bebés están sanos. Felicidades otra vez, van a ser una familia hermosa.

Emma tomó la imagen con manos temblorosas y la miró en silencio. Dos pequeños puntitos. Dos vidas latiendo dentro de ella.

De repente, la sorpresa se convirtió en algo más. En emoción. En ternura.

Se giró hacia Adrián, y al ver su expresión, su corazón se derritió. Él tenía los ojos fijos en la imagen, con una mezcla de asombro y emoción.

—Dos… —murmuró—. Vamos a ser papás de dos.

Emma asintió, con una sonrisa que se extendió por todo su rostro.

—Sí.

Adrián soltó una risa baja, como si todavía no pudiera creerlo. Luego, sin previo aviso, la rodeó con los brazos y la besó con ternura.

—Te amo —susurró contra sus labios.

Emma apoyó su frente contra la de él, su corazón latiendo en un ritmo distinto ahora. Un ritmo que incluía a dos pequeñas almas.

—Y yo a ti —susurró de vuelta—. Y a nuestros bebés.




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