Convaleciendo al corazón

Capítulo 10

Jareth

Lo que es sábado y domingo me la paso haciendo los trabajos que me hacían falta, a decir verdad no eran muchos y se puede decir que ya los había hecho, al menos en mi mente.

Pretendía terminar el año con la calificación justa para graduarme, una pequeña diatriba para hacer quedar mal a mi padre delante de sus adinerados y prejuicios socios, pero nada nunca es tan fácil.

Todavía no logro sacarme las palabras que Connor me dijo el año pasado: “Si te es tan fácil, ¿por qué no entregas los trabajos a tiempo?” Acababa de regresar de una de las muchas fiestas que mi padre adora para mostrar su mejor cara delante del mundo, una versión de él que no es más que una farsa, y en todo el evento no había parado de alzarme en un pedestal delante de sus socios por ser el capitán del equipo de basket y, además, tener las mejores calificaciones del curso. El basket se había vuelto mi zona de confort, mi lugar seguro, por lo que, por nada del mundo, era algo a lo que estaba dispuesto a renunciar, de manera que en un arrebato de furia en su contra, decidí que no volvería a sacar buenas notas, que me convertiría en esa clase de hijo que tanto detesta y sería el causante de todos sus dolores de cabeza, al menos de los más fuertes.

Connor no había preguntado nada, simplemente dedujo que los temas habían comenzado a parecerme complicados, y lo más seguro es que se hubiera quedado con esa idea si no me hubiera ofrecido a explicarle ya ni recuerdo qué cosa, creo que algún problema de matemáticas que lo traía vuelto loco.

Nos conocemos desde niños y aunque en más de una ocasión creí que me odiaría, nos volvimos los mejores amigos, así que me pareció buena idea contarle lo que realmente pasaba. No me juzgó y, al menos hasta donde sé, nuestra conversación no salió de ahí, pero sí sé que le preocupa que arriesgue mi futuro por algo como eso, intentó aconsejarme en más de una ocasión, pero solo hice oídos sordos, y ya ven, las cosas no salieron como quería.

El lunes poco a poco voy entregando los trabajos, veo las listas de excel actualizarse, y en ninguna mis trabajos aparecen como retrasados. Algunos profesores parecen más disgustados con la situación que otros, pero todos me felicitan como si hubiera hecho algo del otro mundo, como encontrado la cura del ébola o acabado con los problemas ambientales de todo el mundo.

Yo, en cambio, estoy molesto. Me parece injusto que a compañeros que entregaron sus trabajos antes de lo que yo he hecho los tengan registrados en amarillo, color que parece han acordado para los trabajos retrasados. No sé si es cosa de dirección o si mi padre ha hecho otra jugada. .Maldito apellido Morrison

Aprieto la quijada para no abrir la boca y estropear la situación más de lo que seguramente ya está y, como puedo, repito la misma rutina una y otra vez hasta que finalmente acaba la clase de física, la ultima del día.

No me molesto en guardar mis cosas porque no he sacado nada, hoy no he ni intentado fingir que prestaba atención. Y espero que algo de las clases se me haya quedado, porque si no, y mencionan algo sobre lo que vimos en el examen, no sé ni cómo le voy a hacer. Aunque pensando en que me han hecho entregar todos los trabajos, ya no tengo que preocuparme por el examen para sacar una nota aprobatoria.

Avanzo a paso rápido sin ser consiente realmente a dónde me dirijo, solo quiero salir de aquí y encontrar algún lugar tranquilo para pensar. No obstante, la voz de Savannah me detiene antes de que cruce por la puerta.

—Sé que ya te has puesto al corriente con los trabajos —dice al llegar a mi lado, y por alguna razón su voz suena dudosa—, pero la semana que viene son los exámenes... —La estudio de reojo, esperando a que continúe, pero al pasar varios segundos sin que prosiga, decido seguir andando. Me sigue el paso y tras darle un sin fin de vueltas finalmente agrega—: Me gustaría que estudiáramos los temas después de clases, para prepararnos. ¿Te parece?

Me detengo en seco, desde que comencé esa guerra con mi padre no he vuelto a prepararme para ningún examen, simplemente me conformaba con lo que mi cerebro había almacenado de cada clase, y no creo que me agrade mucho la idea de cambiar tantas cosas en tan poco tiempo.

—¿Qué gano yo?

—¿Una buena calificación? —Su tono, lejos de hacer que lo que dice parezca una respuesta, aparenta una pregunta. Seguramente porque sabe que con eso no va a convencerme de nada.

—¿En serio? ¿Una buena calificación? Sabes que eso no me importa, ¿cierto? —agrego divertido, olvidándome un momento de lo molesto que estaba hace segundos e intentando sacar, de algún modo, provecho de la situación—. Vamos muñeca, persuádeme.

Parece estar pensando en algo que logre convencerme y hago todo lo posible por no reírme, poco falta para que le salga humo de la cabeza. Está tan metida en su cabeza que ni siquiera ha notado que la he llamado muñeca, apelativo que hasta donde recuerdo, le disgusta.

—Haré lo que quieras.

¿Qué? ¿Escuché bien?

Mi sonrisa se ensancha y arqueo una de mis cejas—. ¿Lo que quiera? ¿Segura? —cuestiono sugerente e incrédulo, es imposible que pretenda hacer esa clase de tratos conmigo.

La veo morderse el labio inferior, y aunque mantengo mis ojos sobre sus labios el tiempo suficiente como para que se percate, parece no hacerlo. En cambio, sigue pensado en si echarse para atrás o no. La sensación de que no tiene la menor idea de lo que hace me inunda, y me es difícil pensar que no ha entendido el doble sentido de la situación, no parece ser así de ingenua.

—Sí, pero por favor, que no incluya fiestas.

Suelto una carcajada. No he olvidado lo que me dijo el viernes, mucho menos lo que le he prometido y, aunque quizás a algunos no les parezca, tengo palabra, así que no voy a hacerla volver a pasar por lo que sea que le suceda con las fiestas.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.