Convaleciendo al corazón

Capítulo 17

Savannah

Apenas escucho la alarma de mi celular me incorporo de un saltito, sintiendo los huesos de mi espalda crujir debido a la posición en la que me quedé dormida. Masajeo distraídamente mis hombros a la vez que paseo vagamente la vista por el dormitorio, y me sorprendo al ver todo ordenado y notar la ausencia del causante del desastre. ¿Desde cuándo madruga?

Presiono mis cienes al percibir un ligero pinchazo de dolor y, evitando a toda costa los analgésicos, busco distraerme con mi rutina matutina.

Una vez estoy lista tomo mi mochila y emprendo mi camino rumbo al comedor, esta vez a la hora en que sirven el desayuno. Al llegar a éste encuentro a Kara tratando de sacarle una sonrisa a Jareth, quien ha mantenido su semblante serio desde nuestra desastrosa plática con la directora.

—¿A éste qué mosca le picó?

Me interroga Kara extendiendo sus brazos para señalarlo y posteriormente cruzarlos sobre su pecho, apenas llego hasta ellos. Yo, por mi parte, me encojo de hombros al no estar cien por ciento segura de que mi hipótesis es acertada.

Tomo asiento entre Evan y Kelly y, tras meterme una cucharada de avena a la boca, alzo la vista para ver a Jareth. Uno de sus cachetes descansa sobre su mano mientras se limita a juguetear con la comida en su plato.

—¡Pero si ayer estaba perfectamente bien! ¡Las personas no se deprimen por nada! —Eso no lo refuto, pero si ni yo que estaba presente cuando cambió radicalmente de actitud lo comprendo, no creo que ella lo haga—. Como sea, tienes que hacer algo.

—¡¿Yo?!

La verdad, no sé qué me sorprende más, que Kara piense que puedo y voy a hacer algo al respecto, o que tengamos esta conversación sin ningún escrúpulo con Jareth enfrente y que él no diga absolutamente nada. Está tan absorto en su mundo que hasta pensaría que no se ha enterado de nada de lo que hemos dicho.

Medito un rato mis opciones, y aunque de cierta forma quisiera dejar las cosas así, no puedo. Odio ver a las personas a mi alrededor con una cara larga. Y de un momento a otro una idea se hace presente en mi cabeza.

Con una sonrisa en el rostro me levanto y le saco la vuelta a la mesa para quedar de su lado. Jareth no parece siquiera percatarse de que estoy parada junto a él, por lo que lo tomo del brazo y tiro de él en un intento por arrastrarlo por los pasillos del internado, pero parece peso muerto.

—Ven conmigo.

Termino diciendo para hacer más sencilla la labor.

Jareth frunce el ceño confundido, pero no pone objeción alguna. Durante todo el camino no abre la boca para nada, y yo no tengo la menor idea de qué decir para que deje de torturarse con lo que sea que está pensando.

Cuando llegamos a nuestro destino la confusión en su rostro se hace todavía más notoria, aunque esta vez está acompañada de un tanto de molestia, lo que hasta cierto punto me hace pensar que ésto ha sido un error y que no tengo por qué meter la nariz en sus asuntos.

—¿Qué estamos haciendo en el gimnasio? —pregunta soltándose de mi agarre para cruzarse de brazos, y en el momento en que me ve sujetando el balón su expresión se endurece y arquea una ceja con suspicacia antes de decir—: Tengo que entrar a clases o van a suspenderme del equipo.

—Vamos, Jareth, un partido rápido, podemos poner una alarma si eso te hace sentir mejor —digo haciendo morritos—. Además, estoy segura de que ésto te animará.

Jareth parece pensárselo un momento, pero termina cediendo. Al inicio sigue mostrándose un tanto tenso y reacio, mas después de un rato logra relajarse, y a partir de ese instante todo es risas durante los próximos 15 minutos, claro, hasta que suena la alarma, porque apenas comienza a sonar suelta el balón como si le quemara.

—De menos hubieras hecho ese último lanzamiento —reclamo—. Todavía quedan unos 7 minutos para la entrada a clases —le recuerdo al notar la ansiedad volver a apoderarse de él—. Ey.

—Gracias.

Coloco mi mano sobre su hombro amistosamente, en un intento por consolarlo, y en silencio caminamos en dirección al salón.

Mientras recorremos los pasillos pienso en lo que acabo de hacer, y de cierta forma me arrepiento. No me malinterpreten, pero si no se me diera por ayudar a cada persona que veo deprimida o que está siendo molestada, seguramente me habría ahorrado varios problemas. Y, con problemas, me refiero únicamente a tener que lidiar con las personas que empiezan a pensar que quiero una amistad con ellas, como Kelly, aunque repito, la chica me agrada. Lo mismo era en Lancaster, muchas veces mi ex-novio y amigos me dijeron hasta el cansancio que era mejor que no me involucrara en sus problemas cuando intentaba ayudarlos, con la excusa de que terminarían pensando que las cosas seguían bien entre nosotros, cosa a la que nunca estuve dispuesta. Pero ahora todo parece diferente y, a la vez, tan lejano.

—¡Ey! —me quejo al sentir un golpecito en la frente.

—Lo siento, parecías ida —justifica encogiéndose de hombros, y alcanzo a percibir como la comisura de sus labios se estira ligeramente, abriéndole paso a una diminuta sonrisa.

—Ah, haberlo dicho antes —digo irónica, a la par que apresuro mi paso para ponerme frente a él y seguir mi camino de espaldas—. Ahora ya sé qué tengo que hacer cada vez que tú estés ido. —Presiono juguetonamente su pecho con mi dedo índice sin dejar de mostrarle una sonrisa.

Y a pesar de que todo había estado perfectamente entre nosotros, apenas ponemos un pie dentro del salón es como si una nube de tormenta hubiera decidido no solo ponerse sobre Jareth, sino también descargarse en él, apagándolo por completo.

Su comportamiento durante todas las clases es exactamente el mismo de ayer. No le dirigió una sola palabra a nadie a excepción de mí, y solo para corroborar sus respuestas con las mías cuando no estaba completamente seguro. Además, como por obra de magia, volvía a presentar todos los trabajos que tenía pendientes.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.