Convaleciendo al corazón

Capítulo 22

Jareth

El inicio de la semana abrió paso a las evaluaciones y, para bien o para mal, obtuve una nota sobresaliente en todos los exámenes, no podía darme el lujo de arriesgar mi lugar en el equipo si la directora o algún maestro no estaba conforme con mis resultados. Y no había evitado preguntarme en más de una ocasión si mi padre tenía algo que ver con la obsesión de los directivos con que mejorara mis calificaciones.

Siendo del modo que fuese, ahora tenía que abstenerme a las consecuencias, y es que mi padre no paraba de llamarme cada dos por tres y reventar mi bandeja de entrada con mensajes para asegurarse de que iría a casa para las fiestas. Claro, como ya podía volver a regodearse como pavo real frente a sus colegas por tener un hijo, según él, tan ejemplar.

Hasta el momento le había ignorado y, muy de vez en cuando, me limitaba a contestarle con evasivas uno que otro mensaje, lo único seguro es que todavía no le daba una respuesta concreta. No quería ir a casa, no me sentía cómodo jugando a la casita feliz con mi padre y Elodia, pero me sentía en la obligación de estar con Cody cada vez que se me presentaba la oportunidad. En fin, tenía todo un dilema en la cabeza.

Con todo, los días que siguieron a las pruebas fueron mejor de lo que esperaba. Savannah ya había comenzado a aceptar que su hermana había muerto, y que eso no era su culpa, de modo que ahora se esforzaba cada día más por volver a hacer todas esas cosas que disfrutaba antes y, que afirmaba, le seguirían gustando de no ser el giro de 180 grados que dio su vida después de tal acontecimiento.

Estaba contento por ella, se la veía más libre, sin ataduras, y en consecuencia más viva. Como siempre, disfrutaba en la sencillez de las cosas y se volvió más susceptible a unirse a nuestros juegos descabellados y fuera de época, reía más y la notaba mucho más abierta al resto, incluso se unió al equipo de basket dude buena gana.

Aún le faltaba mucho por afrontar, de eso no cabía duda, y de vez en cuando aún la encontraba llorando por algún recuerdo. Esos momentos me estrujaban el corazón con fuerza, odio verla tan apagada, pero como le prometí, he estado con ella en cada uno de esos instantes de debilidad, al igual que el resto de los chicos, y así seguiría siendo.

Esos días dieron paso a las semanas, y las semanas a los meses, llegando de esa forma a las tan ansiadas vacaciones de navidad.

Ian, Connor y yo decidimos levantarnos temprano para salir a jugar basket, tenía tiempo que no pasábamos un rato nosotros solos o, al menos, no sin preocupaciones de por medio.

Entre risas y el sonido de nuestras agitadas respiraciones, nos pasamos el balón unos a otros y, cada tanto, hacíamos algún tiro hacia la canasta.

—¿Y? ¿Has hablado con tu padre? —interviene Ian, rompiendo el silencio—. Seguro ya se enteró de tus notas, y combinado con el desempeño que hemos tenido en los partidos no dudo que quiera presumirte frente a todos sus colegas como hacía antes —enfatiza con cierto rencor hacia mi familia, lo cual, lejos de molestarme, me da igual, porque yo mismo les guardo rencor.

Connor y yo crecimos juntos, ya que nuestros padres son socios y vivíamos en el mismo barrio de estirados, de modo que él vio como eran las cosas en mi familia de primera mano, en cambio, a Ian lo conocimos aquí en el internado, pero no tardó en ganarse mi completa confianza y, en consecuencia, volverse partícipe en estas pláticas tan... delicadas.

—No le he cogido ninguna llamada desde que me amenazaron con sacarme del equipo. Pero aún se le ocurra venir desde Hartford para hacerme pasar las fiestas con él y su intento de familia feliz, no pienso moverme de aquí —afirmo seco, a la par que le hago un pase a Connor—. Lo único que me preocupa es Cody, cada vez que voy le prometo regresar en las siguientes vacaciones. Pero no puedo ni quiero volver a la misma monotonía de siempre. No sé, tal vez debería ir aunque sea por una semana —digo con pesar, recordando el rostro iluminado de mi medio hermano cuando me vio llegar en las vacaciones de verano.

—No entiendo por qué te preocupas tanto por él, solo tiene cuatro años, lo más seguro es que ni note la diferencia entre cuando estás y cuando no.

—Créeme, con lo padres que tiene cualquier atención que recibes la notas.

El silencio vuelve a inundarnos, pero sin problema alguno volvemos a jugar y, de vez en cuando, uno de nosotros comparte sus planes para estas vacaciones.

Luego de unas dos horas nos cubrimos con nuestras chamarras para evitar que el frío del exterior nos enferme y comenzamos a andar en dirección a la salida del edifico principal para enseguida dirigirnos al edificio oeste. Sin embargo, durante el camino alcanzo a vislumbrar una silueta bastante similar, si no es que igual, a la de Kara a varios metros de nosotros, más específico, en la entrada del internado.

—Chicos, ¿esa no es Kara?

—¿Qué? —cuestiona Connor sin saber exactamente hacia dónde mirar, por lo que les señalo a la chica—. Eso creo.

—Lo más seguro es que esté esperando al taxi que la llevará al aeropuerto —murmura Ian, ganándose nuestra atención de inmediato—. Dijo que regresaría a Lancaster para pasar las fiestas con su familia.

Tras su comentario decidimos ir a despedirnos de ella y desearle un buen viaje y, a pesar de que consideramos hacerlo de una manera rápida, terminamos quedándonos a conversar con ella.

En cierto punto de la conversación se escucha una estridente voz anunciarse—. ¡Llegué! Oh, hola, chicos —nos saluda Savannah, quien de inmediato se ve envuelta en un abrazo a causa de Kara—. Lo prometido es deuda. Que tengas un buen viaje y...

La miro expectante, y no solo por el hecho de que no ha terminado su frase, sino porque no puedo evitar pensar en lo tierna que se ve cada vez que está vestida con ese mameluco en gris claro con las siluetas de pequeños conejitos blancos como adorno a lo largo de todo el pijama, además del gorro con orejitas incluidas. También lleva puesta una de mis camperas, seguramente se cogió lo primero que tuvo a la mano.




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