Convaleciendo al corazón

Capítulo 29

Savannah

El reloj marca las 8:00 a.m. y yo no había pegado ojo en toda la noche, ni siquiera me había movido de mi posición. Tomo mi celular y busco la bandeja de entrada para releer el mensaje de texto que recibí anoche.

Elodia: Hola Savannah. No podremos llegar hasta mañana al medio día, no queremos asustar a Cody saliendo apresuradamente y Gabriel tiene una junta mañana en New Jersey, así que aprovecharemos el viaje.

De cierta forma seguía molesta con ellos por su desinterés, Jareth podría haber muerto o tenido complicaciones durante la noche y ellos ni por enterados se darían. Ni siquiera me preguntaron cómo se encontraba o algo por el estilo que me hiciera retractarme de mis pensamientos negativos en su contra. Además, por la forma en que redactó el mensaje, parecía que si el señor Morrison no tuviera que reunirse con su socio, ni se molestarían en venir.

Reposo mi cabeza en la camilla viendo en dirección al monitor.

El constante sonido al compás de su corazón es lo único que logra tranquilizarme, creo que se debe al hecho de que me hace saber que sigue vivo, que no me ha abandonado. Y eso lograba mitigar mis temores y renovar mi esperanza.

—Despierta pronto, por favor —suplico nuevamente, acariciando el dorso de su mano con mi pulgar.

En toda la noche no había parado de murmurar esas mismas palabras y lo mucho que le quería y necesitaba en mi vida, además de pedirle perdón un sin fin de veces por la forma en que lo trataba a causa de mis miedos.

 

—Te ves terrible.

Es lo primero que dice Connor apenas se adentra en la triste habitación del hospital. No dijo un Hola o Cómo estás, solo se fijó en mi aspecto y recalcó algo que ya sabía, aunque dudo mucho que pueda verme peor que Jareth.

—¿Dormiste?

Niego con la cabeza.

—¿Comiste algo?

Vuelvo a negar con la cabeza.

Había pasado 24 horas sin probar bocado y poco menos sin tomar agua, lo cual realmente no me preocupaba ni interesaba. Lo único que quería era que Jareth despertara, pero en especial que cuando lo hiciera todo estuviese bien con él.

—Vamos, tienes que comer. Además, los chicos quieren verte.

Sin darme oportunidad a protestar me lleva a rastras en dirección a la sala de espera, donde se encontraban la mayoría de nuestros amigos. Sin embargo, la persona que más me gustaría ver en este momento sigue en casa con su familia, a kilómetros de aquí.

Me acerco vacilante a los chicos, siendo ellos los primeros en envolverme en un cálido y reconfortante abrazo grupal.

—Y, ¿qué quieres comer? —pregunta Noah en cuanto rompemos el abrazo, aunque sigo sujeta a él al sentirme un tanto débil y adolorida, me había olvidado por completo de las pastillas para el dolor muscular.

—No tengo hambre —refuto, porque si tuviera desde cuándo habría podido ir a la cafetería que tiene el hospital, aunque también era porque no soporto la idea de estar mucho tiempo lejos de él. Las voces en mi cabeza no paraban de gritarme que cualquier cosa podría pasar en mi ausencia—. Además, no han llegado los padres de Jareth, y no quiero dejarlo solo.

—Bien, entonces vamos a la cafetería que está a unas tres cuadras —propone Kelly, ignorándome por completo, por lo que hago un mohín y me cruzo de brazos para hacer notoria mi molestia con la idea—. Vamos Sav, tienes que comer.

—Exacto —secunda Dylan—. Aparte, si Jareth se entera de que te dejamos sin comer, nos mata apenas despierte —agrega haciendo caras chistosas que se supone debían expresar su miedo. Su actitud logra sacarme una carcajada y una diminuta como débil sonrisa lucha por mantenerse firme en mi rostro—. Así me gusta.

Da un aplauso e inmediatamente empiezan a avanzar a la salida.

Dudo por un momento y miro sobre mi hombro como si esperara que alguien o algo me impidiese echarme a andar, hasta que siento a Max alborotando mi cabello cariñosamente y me anima a seguir al resto.

Caminamos exactamente las tres cuadras que dijo Kelly y nos adentramos en la cafetería. El lugar tiene una esencia hogareña y tranquila que instantáneamente te hacía sentir cómodo y relajado, además de que la mezcla de colores claros le daban el toque perfecto.

Tenemos que juntar dos mesas, puesto que los únicos que faltan del grupo son Kara y Jareth... El solo hecho de pensar en él hacía que mi sonrisa decayera, pero ahí estaba yo, luchando contra mí misma para mantenerla en mi rostro y disfrutar todo lo que pudiera de este tiempo con mis amigos. Además de que me da pena que ellos estén haciendo todo lo posible por distraerme y yo no poner nada de mi parte.

Las bobadas que hacen, llamando la atención de las personas a nuestro alrededor, logran mantenerme distraída y hacer el desayuno más ameno y que pase rápidamente. Y antes de que pudiese notarlo ya íbamos de regreso al hospital entre risas y uno que otro trompicón a causa de las bromas y juegos de Dylan y Noah.

Todo parecía simple, tanto que me era imposible encontrar una razón sensata para mi aislamiento previo, puesto que si hubiera seguido pasando tiempo con mis amigos y dejado que me apoyaran, probablemente habría aceptado la muerte de mi hermana hace tiempo. En cambio, me ocupé de hacer las cosas mucho más difíciles para todos.

Apenas atravesamos las puertas dobles de cristal que daban la entrada al hospital una sensación abrumadora me invade, y no por el hecho del lugar en el que estamos, es más como si me estuvieran diciendo que algo no estaba bien.

Inmediatamente me libero del brazo de Ian sobre mis hombros y salgo disparada como alma que lleva el diablo en dirección a la habitación de Jareth, haciendo caso omiso a cada una de las voces de mis amigos y personal que me piden que deje de correr.

Abro la puerta de golpe y lo primero que veo es a Jareth convulsionando a la par que un chirriante zumbido proveniente del monitor inunda mis oídos, anunciando exactamente lo que ya había previsto.




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