Convaleciendo al corazón

Capítulo 32

Savannah

Al día siguiente le dieron el alta a Jareth y un día después de éste Zev regresó a Lancaster, luego de haber estado hablando por más de tres horas a saber qué con Jareth. Sin embargo, no me preocupo, porque cuando atravesé el pasillo en busca de Connor e Ian, les oí riéndose.

Han pasado dos semanas desde ese momento.

Sinceramente no sé si catalogar estos días como buenos, regulares o malos, o si hacer una mezcla de todos esos términos, porque no ha habido un solo día completamente tranquilo.

Durante la primera semana, Jareth tuvo náuseas todos los día y vomitó en un par de ocasiones. Además estaban los terribles dolores de cabeza que tuvo que soportar, los incesantes zumbidos en sus oídos, la falta de motricidad que en ocasiones causó que perdiera el equilibrio, alteraciones del sueño, su sensibilidad a todo y sus cambios de humor tan drásticos.

Todo eso nos pasó factura en repetidas ocasiones, pues yo me preocupaba en exceso por él, al grado de no querer alejarme más de un metro de su lado por el temor de que le pasase algo; y a él pareció molestarle mi comportamiento, incluso hubo ocasiones que me daba la impresión de que prefería hacerle frente a la situación por su cuenta.

La segunda semana no fue mucho mejor. Pues a pesar de que la mayoría de sus síntomas habían desaparecido, el dolor de cabeza persistía. Y para nuestra desgracia, el día que tuvo su chequeo médico nos dijeron que éste podría tardar en desaparecer.

No obstante, con todo y que nos peleamos repetidas veces, nunca dejamos que pasara ese día sin disculparnos. Yo entendía que el accidente le había afectado en su salud y que si me gritaba era precisamente porque mi comportamiento lo estresaba demasiado; y él entendía que si me la pasaba pegada a él como sanguijuela y le preguntaba vez tras vez si se encontraba bien, era porque me preocupaba por él.

Hoy, a tres días de regresar a clases, nos encontrábamos viendo una película acostados en su cama, o nuestra, ya ni sé cómo llamarla, pero lo que es seguro es que en mucho tiempo yo no había usado la mía más que para estudiar o hacer tarea, y únicamente si iba a ocupar mucho espacio, de lo contrario nos acomodábamos en una sola.

—¿Quieres ir a caminar o al gimnasio? —pregunto, alzando la mirada para poder verlo a los ojos. Estaba aburrida de estar todo el día en la habitación, además, quería aprovechar nuestros últimos días de vacaciones—. Podemos juntar a los chicos y jugar un rato antes de que sirvan la cena.

—Todavía no me sienta bien el deporte, bonita —reniega haciendo una mueca.

Aunque al recibir la noticia de que no podría jugar por un tiempo se mantuvo sereno, en realidad le había afectado bastante, pues el basket era la forma en que solía canalizar sus emociones.

—No tenemos que jugar realmente —digo cuando una idea cruza por mi mente. No sería lo mismo, pero algo es mejor que nada—. Podríamos únicamente tratar de encestar desde distintos puntos de la cancha—. Jareth parece estar meditando su respuesta, no le ha agradado mucho mi propuesta—. Vamos, les servirá como práctica.

—Está bien.

20 minutos más tarde ya estábamos todos reunidos en el gimnasio posicionados a lo largo de la cancha y, aparentemente, mi idea fue mejor recibida de lo que pensaba.

No teníamos jugando ni media hora cuando el gimnasio se ve sumergido en las risas de un grupo de amigos disfrutando el tiempo en común. Todos, sin excepción, irradiábamos sonrisas brillantes y enormes.

Me encantaba pensar que fui la causante de que todos mis amigos se estuvieran divirtiendo, pero en especial que esa persona tan especial para mí, y que se había colado en lo más profundo de mi ser, volviera a sonreír como en la noche en que despedimos el año.

Duramos unas dos horas y media metidos en el gimnasio, y a pesar de que no jugamos como de costumbre creo que esta es la vez que más nos hemos divertido, lo cual es mucho decir, porque cada vez que nos juntábamos éramos como una bomba de tiempo de felicidad.

Era sorprendente cómo habíamos evolucionado desde el día en que nos conocimos, porque a pesar de que no conozco al pie de la letra la historia de cada uno de los chicos —como conozco la de Jareth y Kara—, sí sé partes de su pasado que les han ido definiendo como personas. Así que puedo afirmar que si algo había hecho esta amistad en todos nosotros, es precisamente bien.

Corro a dejar el balón en las gradas y enseguida nos encaminamos en dirección al comedor. Al inicio voy caminando agarrada de la mano de Jareth, sin embargo, por alguna razón siento el deseo de ir abrazada a él, así que le rodeo con mis brazos la cintura y hago que él rodee la mía con uno de los suyos.

Vamos parados al frente del grupo, por lo que mi acción es notada por el resto. O si no se habían percatado seguro que lo hacen en el momento en que alguno de ellos, lo más seguro que Ian o Noah, comienza a silbar, por lo que ahora teníamos a todos riendo o silbando a nuestras espaldas.

Un ligero sonrojo se instala en mis mejillas a causa de la vergüenza. Tenía una eternidad que no me demostraba tan cariñosa con alguien, mucho menos frente a un público, pero quería ir así, por lo que simplemente los ignoro.

Luego de caminar durante unos 3 minutos finalmente llegamos a nuestro destino.

Nuevamente el comedor se encuentra atiborrado de estudiantes, pues la gran mayoría, si no es que todos, ya habían regresado de sus vacaciones.

Tomamos nuestro lugar al final de la larga fila y en ningún momento suelto mi agarre de Jareth, ni siquiera cuando llega nuestro turno. Después de todo únicamente necesitaba de una de mis manos para tomar una manzana, la cual dejo en la bandeja de Jareth. Y no tengo que preocuparme por buscar algo para tomar porque en la mochila colgando de mi hombro traigo una botella con agua.

Alzo la mirada para ver a Jareth a los ojos y enarco una ceja cuando noto la cantidad de comida que trae consigo. ¿Tanta hambre tiene?




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