Convaleciendo al corazón

Epílogo

Savannah

Apenas veo a Zev acercarse a nosotros corro en su dirección con una sonrisa en el rostro para lanzarme a sus brazos y estrecharlo en los míos con fuerza.

A pesar de que no habíamos perdido la comunicación aun con la entrada a clases, me di cuenta de lo mucho que extrañaba verlo en persona cuando fue a New York por el accidente de Jareth, y esa era una de las cosas que más ansiaba de este viaje.

—Hola princesa —dice entre risas a la vez que corresponde mi abrazo—. ¿Qué tal el vuelo?

Jareth llega a nuestro lado cargando con nuestras maletas y después de un saludo que nos toma alrededor de 5 minutos, finalmente emprendemos camino en dirección al coche de Zev, quien nos llevará a casa de mi padres.

Una vez en el coche juego nerviosamente con mis mis manos mientras veo a través de la ventana, deleitándome con el maravilloso paisaje de Lancaster.

Mis padres no tienen la menor idea de que estoy aquí, en casa, por más de que habíamos estado hablando más seguido. De alguna manera quería sorprenderlos, pero ahora no paraba de pensar en la reacción que tendrán al verme. Tampoco es que crea que van a echarme y ya, pero llevamos más de medio año sin tenernos frente a frente.

—Relájate. —Escucho la voz de Zev—. Les encantará verte.

Busco su mirada por el espejo retrovisor y cuando nuestros ojos chocan me muestra una sonrisa reconfortante. Asiento lentamente con la cabeza y trato de convencerme a mí misma de que todo saldrá como lo planee.

El resto del camino transcurre en completo silencio, o al menos es así hasta que me quedo dormida recostada en el hombro de Jareth, quien había estado jugueteando con mi cabello, cosa que me ayudó a relajarme.

Apenas estaciona el coche me despierto, como si hubiera estado programada para ello. Bostezo y enseguida restriego mis ojos con mi manos intentado desperezarme.

—¿Siempre te duermes al viajar? —indaga Jareth divertido después de haber besado dulcemente la punta de mi nariz.

Asiento con la cabeza—. Eso creo. Me relaja —respondo entre bostezos.

Nos bajamos del auto y sacamos las maletas de la cajuela.

—¿Todavía estás en contacto con los chicos?

Cuestiono volviendo mi vista en dirección a Zev, y aunque no digo nombres él sabe perfectamente a quiénes me refiero, aun cuando nuestro círculo social era gigantesco a causa de mi hermana.

Asiente con la cabeza.

—¿Crees que puedas reunirlos mañana? Quiero disculparme con ellos.

—Voy a intentarlo —responde, acercándose para abrazarme—. Cualquier cosa, las puertas de mi departamento están abiertas para ustedes —agrega al separarse de mí.

Se despide de Jareth y vuelve a subirse a su auto para marcharse.

Nos quedamos quietos viendo el auto desaparecer de nuestro campo de visión, levantando consigo una nube de polvo.

Ahora que lo pensaba, me habría gustado que se quedase, si las cosas se salían de control estoy segura que Zev habría hecho de mediador entre nosotros.

Jareth parece notar lo tensa que me encuentro, porque acaricia el dorso de mi mano suavemente, lo que a su vez me infunde una diminuta pizca de ánimos.

Miro la puerta de mi casa sobre mi hombro.

Desde el día del accidente rara vez estaba en casa durante el día, me resultaba doloroso ver la esencia de mi hermana en cada rincón de ella, y las veces que llegué a estarlo me la pasaba llorando y maldiciendo todo el tiempo.

Inhalo y exhalo profundamente, buscando reunir la calma necesaria, y cuando considero prudente avanzamos hasta la entrada. No obstante, cuando estoy a punto de tocar, retraigo mi mano y mis ojos se llenan de lágrimas, no solo por los recuerdos de mi hermana, sino por todo lo que pasó después.

Me alejé de mi familia, los desprecié y traté de una forma horrible. ¿Serán realmente capaces de perdonarme? Y si lo hacen, ¿merezco su perdón?

No lo creía así, por más fácil que para mí sea el perdonar, la idea de recibirlo me parecía imposible. No solo les arrebaté una hija, sino dos, porque por más que yo seguía con vida, no volví a tratarlos, era como si simplemente no existiera y deambulara por la casa como una sombra de lo que alguna vez fui.

Jareth no dice nada, me da mi espacio y tiempo para recomponerme, simplemente sigue con sus caricias. Realmente creo lo que le dije cuando dejamos la casa de sus padres, con el tiempo hemos aprendido a leernos, de modo que sé él es consiente de que estoy bien y que solo necesito un momento para terminar de suturar mi corazón.

Luego de un par de segundos me vuelvo hacia él con una sonrisa y rápidamente planto un beso en sus labios.

—Gracias.

Finalmente me animo a tocar la puerta, manteniendo la sonrisa en mi rostro.

Escucho un par de pisadas acercarse, y aunque los nervios atentan contra mi sonrisa, me obligo a mantenerla intacta. No quiero que mamá y papá vuelvan a verme rota, quiero mostrarles un atisbo de la niña sonriente que criaron hasta que logren verla por completo otra vez.

—¿Savannah? —cuestiona incrédula mi madre al abrir la puerta.

—S-sorpresa —tartamudeo, expectante por su reacción.

En sus ojos veo cierta alegría, pero también confusión, como si no entendiera la razón por la que me encuentro delante suyo, por lo que suelto mi maleta, así como la mano de Jareth, y me apresuro a abrazar a mi mamá.

—Lo siento, por todo —susurro con un par de lágrimas escurriendo por mi mejillas—. Los extrañé.

Mamá me devuelve el abrazo con fuerza y susurra un par de cosas que no logro entender.

—¿Arely? ¿Quién era?

Los pasos de mi papá se vuelven cada vez más cercanos, además de su voz, por lo que deshago nuestro abrazo y me adentro en la casa como un torbellino hasta chocar con el pecho de papá para enseguida enredar mis brazos entorno a su cintura.

Escucho la risa de mi novio y a mi mamá, sonando aún confundida, invitarlo a pasar, mientras espero a que mi papá me corresponda. No sé si es por la sorpresa o porque realmente estaban mejor sin mí, pero en el instante en que siento sus brazos envolverme con cariño, todos mis temores terminan de disiparse.




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