Convaleciendo al corazón

Capítulo 13

Savannah

No es más que oscuridad lo que me envuelve y un silencio que resulta ensordecedor, de la nada, luces neones aparecen frente a mi vista, iluminándolo todo a su paso en una secuencia rítmica, permitiéndome vislumbrar los vasos plásticos de un color rojo brillante que descansan en las manos de los invitados, y la música ha comenzado a sonar a todo volumen. Las parejas se devoran entre sí por toda la casa, y tengo más que claro que no debería estar aquí, pero quería algo de diversión y todas la personas en la casa, o al menos quienes organizaron la fiesta, me conocen.

Todo pasa demasiado rápido.

Tragos y más tragos. Discusiones. Me descubren y sacan del lugar. Voy en el asiento del copiloto de un coche. Un auto se aproxima y todo mi mundo se derrumba.

—¡No! —Un grito desgarrador sale de mi garganta.

Me incorporo de golpe en la cama, apoyando mi espalda en la pared e intento desesperadamente recuperar el control. Me siento ajena a todo, incluso de mi propio cuerpo, aun así, soy capaz de percatarme que no ha sido más que otra pesadilla, pero eso no mitiga el dolor que siento, en cambio, lo hace más grande.

—No, no, no —murmuro una y otra vez, alterándome en el proceso más de lo que estaba en un inicio. Siento las lágrimas resbalando por mis mejillas, mi pecho sube y baja con irregularidad y escucho los latidos de mi corazón rugiendo con fuerza en mis oídos—. ¿Por qué? ¿Por qué te fuiste? Prometiste que siempre estarías conmigo —gimoteo abrazada a mis piernas con todas mis fuerzas, meciéndome a mí misma como si eso fuera a solucionar las cosas. Mi llanto no cesa y de mi boca salen barbaridades y frases incompletas e incoherentes.

Me sobresalto al sentir una mano en mi espalda, por más delicado que haya sido el acto.

—Eh, Savannah.

Escucho una voz masculina hablándome dulcemente, y no me es difícil reconocer a quién pertenece, pero el sonido en mi cabeza es más intenso.

Niego con la cabeza y aprieto los ojos con fuerza, todo en un vano intento por ahuyentar los tortuosos recuerdos.

Siento la mano en mi espalda subir y bajar en una suave caricia, y cuando logro recuperar algo de calma volteo a mi derecha. Jareth está hincado al pie de mi cama mirándome con suma preocupación.

No sé por qué, pero lo primero que se me viene a la mente es buscar cobijo en sus brazos y, sin pensarlo siquiera por una milésima de segundo, eso es exactamente lo que hago. Me lanzo hacia él y me aferro a su cuerpo como si mi vida dependiera de ello, y en este momento así es tal como lo siento.

Ahí, en la sensación de protección que siendo aferrada a él, escondo la cabeza en su pecho y dejo a mis lágrimas descender con libertad, sorprendiéndome a mí misma por no tratar de aparentar ser fuerte. Jareth no dice nada, simplemente traza círculos en mi espalda como si buscara relajarme.

—Tranquila, ya todo está bien —susurra—, solo fue una pesadilla.

Niego repetidas veces con la cabeza, sintiendo mi cuerpo temblar—. No, nada está bien desde hace cuatro años.

Y es cierto, nada estaba bien desde entonces, porque ese día mi alma se quebró en mil pedazos, y no ha habido forma de que vuelva a reconstruirse.

Nada ha vuelto a ser igual desde entonces, ese momento marcó un antes y un después en la vida de todos, aunque yo soy la única que no ha podido reponerse del golpe.

—Deberías volver a la cama, si no tu fiebre va a empeorar —sugiere haciéndome a un lado con suavidad, como si temiera romperme de ser más brusco.

Se pone de pie, en cambio, yo, mantengo la mirada gacha y me quedo ahí en el piso hipando cada tanto. Lo escucho soltar un suspiro antes de agacharse para quedar a mi altura, y cuando me alza en sus brazos no protesto, solo me dejo hacer.

—Descansa, mañana estarás mejor —dice, tras haberme devuelto a la cama y arropado.

Retrocede, imagino que para volver a su cama, pero no quiero quedarme sola, por lo que, dejándome llevar por otro impulso, lo detengo tomándolo de la muñeca.

—Abrázame —suplico. Jareth pone los ojos en blanco y balbucea algo inentendible, parece que va a negarse—. Por favor. —Me hago a un costado de la cama, dejándole espacio para acomodarse, pero sigue pareciendo inseguro.

Un par de segundo más tarde alza la frazada y se tumba a mi lado. Sin dudarlo me acerco a él con la intención de recostarme en su pecho, pero cuando lo hago se tensa. Creo que va a apartarme de su lado, sin embargo, envuelve mi cintura con su brazo y me atrae más a sí, eliminando cualquier distancia entre ambos.

Suspiro sintiendo el calor emanar de su piel, y al alzar los ojos en busca de los suyos me muestra una dulce sonrisa. Jareth no tarda en quedarse dormido, y luego de un rato luchando contra el sueño por temor de revivir mi pesadilla, finalmente me dejo llevar por los brazos de Morfeo.

Abro mis ojos con lentitud, sintiendo un severo dolor de cabeza, pero éste pasa a segundo plano al encontrarme con la intensa mirada de Jareth sobre mí—. ¿Cómo te sientes? —pregunta llevando su mano hasta mi frente—. Parece que ya no tienes fiebre.

Parpadeo varias veces, creyendo que estoy soñando, pero no, Jareth está acostado conmigo, en mi cama y me está abrazando mientras yo estoy en ¿ropa interior? Justo cuando estoy por reclamarle, me viene a la mente todo lo sucedido el día de ayer, por lo que me guardo mis palabras, pero mis ojos se cristalizan al borde de una nueva tormenta.

Él parece notarlo, puesto que frunce su entrecejo y desliza su mano hasta mi mejilla para acariciarla con su pulgar—. Ya no llores —pide como si le pesara—, sea lo que sea tiene solución.

Quiero pensar que ya estoy cien por ciento cuerda, mas lo dudo cuando las ganas por acurrucarme nuevamente en su pecho me inundan.

—No es así, lo que pasó no tuvo, tiene ni tendrá solución —niego, resistiéndome al impulso de abrazarlo.




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