Sigo a Bea por un laberinto de paredes desnudas. El ambiente está cargado de una fuerte presencia masculina. Los olores, las voces, lo que dicen… es intoxicante.
En casa jamás tengo oportunidad de convivir con otra gente, mucho menos hombres… en definitiva jamás jóvenes.
Los Caimanes que van y vienen por los pasillos sin prestarnos atención deben ser más o menos de la edad de Bea. Todos tienen físicos notables, sus músculos son visibles bajo sus uniformes. Transitan a paso firme, destilando seguridad en sí mismos, altos, fuertes, sólidos. Es un desfile de masculinidad no intencional. ¿Cómo puede Bea vivir rodeada de ellos sin sentirse abrumada? Mis mejillas ya queman de lo sonrojadas que están de saberme entre ellos.
Ahogo un chillido de sorpresa cuando de una de las puertas sale un hombre sin playera. Lleva el torso mojado, como si acabara de salir de ducharse. Su vientre es una sólida plancha de músculos perfectamente definidos. Sus brazos parecen capaces de triturar piedras. Me agarroto en mi sitio mientras el Caimán pasa despreocupado sin verme.
—Hola, Bea, bonito atuendo —dice el Caimán enfocando su atención en su compañera.
—Luego te lo presto, Joel. ¿Dónde está el Capitán? —inquiere ella con voz monótona.
Joel señala al final del pasillo con su largo y sólido brazo.
Desvió la mirada, abochornada por su imagen.
—Está de un humor de perros —le advierte—. Las cosas no salieron como planeábamos. Todo apunta a que venimos siguiendo una pista falsa, pero Max se rehusa a aceptarlo.
Bea pone los ojos en blanco, denotando que no es la primera vez que el Capitán toma una actitud obstinada.
—Por cierto, ¿qué haces aquí? Creí que estabas recogiendo Vasijas con una Nana —pregunta Joel sin mostrar una gota de prisa para vestirse.
Bea me señala con una mueca inexpresiva.
—Larga historia, debo hablar con Max —dice ella antes de darse la media vuelta y hacerme una señal para que la siga.
Agradezco poder alejarme del torso desnudo del Caimán y llevo mis manos a mis mejillas pretendiendo que vuelvan a su color habitual.
Bea llama a la puerta al final del pasillo y espera a que una voz en el interior le indique que puede entrar.
Al otro lado nos recibe un hombre apuesto con una sonrisa esplendorosa. Si está de mal humor, su rostro no lo refleja en absoluto.
Lo miro fijamente, segura de que lo he visto antes, en televisión. Es una figura frecuente en los noticieros… su nombre es Maximiliano Medina.
—Creí que irías directo a la capital con la Nana Clemencia, ¿qué te trae de nuevo aquí? —pregunta el Capitán mirando a Bea y a mí alternadamente—. Hola —me saluda con un gesto amable.
—Hola —respondo atolondrada.
—Esta es Natalia. Una de las Vasijas que iba a recoger —le informa Bea.
—Eso lo asumo, lo que no entiendo es qué hace aquí —dice el Capitán enfocando su atención en Bea.
—Fuimos víctimas de una emboscada. La Nana Clemencia resultó herida. Ella se encuentra resguardada en el Distrito 14, es necesario que mandemos una ambulancia por ella de inmediato.
—¡¿Emboscada?! —pregunta el Capitán alarmado—. Esas condenadas Salamandras… no puedo creerlo, ninguno de nuestros reportes sugería que existiera un riesgo importante. De otro modo no habría permitido que fueras sola con la Nana.
—Lo sé. A mí también me agarró desprevenida —dijo Bea—. Como ves, tuvimos que hacer el resto del recorrido de incógnito para no poner a Natalia en más riesgo.
El Capitán vuelve a mirarme.
—Lamento lo que te sucedió. Verás que ahora Bonilla se encargará de llevarte segura a la capital —me asegura tranquilo.
—¡¿Yo?! —pregunta Bea en tono indignado.
—Claro, se trata de una Vasija del MM, no es seguro que esté aquí. Si las Salamandras están atacando Vasijas que viajan con Nanas, lo mejor es que siga haciendo el recorrido de incógnito contigo. Fue una idea brillante la que tuviste, ahora es necesario que termines la misión y la lleves al Distrito Central —dice el Capitán con naturalidad.
—¿Por qué no la llevamos con el resto de la Unidad?
—Porque yo aún pretendo que nos quedemos aquí unos días más —aclara el Capitán.
—Pero las pistas que nos trajeron son falsas —refuta Bea con creciente irritación.
—Eso no lo tenemos por seguro —dice el Capitán adoptando un semblante más serio—. Bea, alguien lanzó una amenaza de muerte contra los altos mandos del Ministerio del Orden. Es mi deber mover hasta la última piedra para encontrar al responsable. La vida de nuestros Mayores y el General están en juego.
Bea cruza los brazos, de pronto esto parece que ya no se trata de mí.
—Sabes que opino que estamos siendo timados. ¿Por qué las Salamandras organizarían un golpe contra el MO en un lugar tan remoto? Ellos solo querían que pensáramos que están aquí para sacar a la Unidad del Distrito Central.
—Sí, conozco tu opinión. Como también opinaste que podías sola con el encargo cuando las Nanas solicitaron apoyo Caimán para ir por unas Vasijas —le recordó el Capitán con una pizca de recriminación—. Haz lo que te digo y deja de cuestionar a tus superiores.