Convénceme de caer

Capítulo 5

(Nando)

Miro con insistencia cada que las puertas del Hospital Central se abren, luego resoplo al darme cuenta de que, una vez más, no se trata de Carol.

Me remuevo en mi asiento y ajusto la radio del automóvil, hastiado por lo que reporta el noticiero. Cambio a una estación de música suave, pero no hace gran cosa por calmar mi ansiedad.

Alzo la vista al cielo, parece que está a punto de llover y ella no sale. Si se suelta la lluvia pasaremos horas atrapados en el tráfico, lo último que deseo es perder el poco tiempo que tenemos juntos.

Por alguna extraña razón, mi novia Carol, que es enfermera en el Hospital Central, ha tenido que estar de guardia casi todos los días de la semana durante meses. En un principio no me importaba, pues yo sé lo que es tener un trabajo exigente, nosotros los Caimanes tenemos guardias, misiones fuera y redadas de madrugada, pero la situación de Carol se ha prolongado bastante, de modo que casi no nos vemos, así que debo aprovechar cada oportunidad que tengo para estar con ella y, en definitiva, no deseo desperdiciarla atrapados en un embotellamiento de tránsito.

Las puertas vuelven a abrirse, la sangre me hierve al ver a Carol salir acompañada por Felipe Fragoso.

Me revienta que trabajen juntos, pero más que mantengan una relación cercana.

Felipe solía ser mi vecino, crecimos juntos en el mismo barrio. Su padre es un médico prominente del Ministerio de la Vida encargado de supervisar las pruebas de fertilidad en todo el distrito. Su familia siempre tuvo más dinero que la mía, aunque para mí nunca fue un problema, yo lo consideraba un amigo querido. Lamentablemente, la relación se fue deteriorando conforme crecimos. Felipe siempre odió que yo fuera más alto, más corpulento, él es de corte más bien enclenque y enjuto. Cuando salíamos, las chicas inevitablemente me notaban primero y eso lo hacía enfermar de envidia. Varias veces lo atrapé tratando de sabotearme, hablando mal de mí a mis espaldas con alguna chica que me gustaba o delatándome con los profesores en la primera escuela por alguna travesura. Traté de desecharlo como boberías de juventud, pero cuando entré al Ministerio del Orden para convertirme en Caimán sus celos llegaron a un punto insospechado. Felipe hizo de todo para sabotear mi entrenamiento, me tentaba para beber en exceso entre semana, escondía las llaves de mi auto para hacerme llegar tarde e incluso un día ponchó una llanta para hacerme perder una prueba.

Nuestra amistad no sobrevivió sus saboteos, al contrario, nos volvimos amargos enemigos. Lamentablemente, años después, volví a encontrármelo, esta vez trabajando como médico en el mismo hospital que mi novia. Para colmo, ambos se caen estupendamente, lo cual hace que me arda el estómago cada que me entero de que están juntos.

Salgo del automóvil y me encamino hacia la entrada principal. Carol y Felipe se encuentran frente a las puertas de cristal charlando y riendo despreocupadamente. Ella toca su hombro mientras ríe de algo que él dice. Prendo en ira.

—¿Nos vamos? —pregunto cortante, plantándome al lado de Carol en actitud imponente.

Felipe me dedica una mirada altiva. Aun bajo su bata blanca se nota que sigue siendo menudo, su cuerpo es casi adolescente, de piernas flacuchas y hombros enjutos.

—Hola, Nando —saluda Felipe con la barbilla en alto.

Se cree la gran cosa porque su carrera de médico va en ascenso. Claro, le ayuda bastante que su padre sea un peso gordo en el ministerio.

Lo ignoro, sabiendo que eso lo fastidiará más a cualquier comentario que pueda hacer.

—Va a llover y tengo planeada una velada romántica para nosotros. Será mejor que nos demos prisa —digo hacia mi novia.

—Me comenta Carol que fuiste nombrado Capitán de la Unidad 4. Felicidades. Es un gran logro, probablemente el último que tengas —dice Felipe con falsa calma.

Sus palabras tocan una fibra sensible. Me giro en su dirección fulminándolo con la mirada.

—¿A qué rayos te refieres? —preguntó con tirantez.

—Lo sabes bien, Nando. Alguien como tú no llegará más lejos, los altos puestos están reservados para la gente fértil, ya llegar a Capitán es bastante. Estoy seguro de que algún superior tuvo que pelear duro para que te dejaran el puesto —explica saboreando cada palabra.

Un temor silencioso se retuerce en mi pecho. Aunque está diciendo la verdad, escucharla de sus labios es una bofetada seca. Haber salido negativo en mi prueba de fertilidad es un freno que debo arrastrar el resto de mi vida.

Aequitalia tiene un terrible problema de infertilidad, básicamente nos estamos extinguiendo. Son pocas las personas que pueden tener hijos y por lo mismo, el gobierno les da un estatus privilegiado sobre el resto de nosotros. Ser fértil conlleva grandes sacrificios, uno no elige a su pareja, las autoridades te asignan a alguien que ellos eligen; pero también da grandes privilegios, uno de ellos es que los puestos más elevados de todos los Ministerios siempre serán para la gente fértil. La gente como yo goza de muchas libertades, pero también sabemos que no podemos aspirar a grandes cosas. La cima siempre va a estar reservada para la gente que le dé hijos a la nación y nosotros no podemos.

Por más orgulloso que estoy de llegar a Capitán, también se siente como un fin. Ya no habrá nunca algo más. Pasaré el resto de mi vida en este rango, sin importar mi desempeño al mando de mi Unidad.




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