Convénceme de caer

Capítulo 12

Camino a paso incierto por los pasillos, llevo el corazón en la garganta y la mente plagada de culpa y desprecio por mis acciones. Me siento sucia, usada, pequeña y despreciable.

Soy consciente de que entre Nando y yo jamás iba a haber una relación. Lo nuestro estaba condenado desde el primer momento. Yo soy una Vasija, mi futuro está con el hombre que el Comité de Asignación elija para mí. No esperaba un final feliz con Nando, pero eso no significa que esté de acuerdo con ser la otra.

Pensé que lo nuestro iba a convertirse en un recuerdo bonito, la noche en que conocí lo que era la pasión de un hombre. No tenía idea de que realmente se trataba de la noche en la que me presté para que un canalla hiciera de las suyas. Solo de pensarlo se me contrae el estómago.

Salgo del edifico de apartamentos, la calle está atestada de gente que viene y va. Recuerdo lo corto de mi falda negra y me cohibo. Si anoche me parecía muy reveladora, hoy me hace sentir una completa fulana.

Comienzo a caminar por la acera, hasta que recuerdo que no tengo idea de a dónde voy. Miro a mis alrededores y me alegro al notar que me son familiares. Nando vive en el mismo complejo que Bea, solo que en distinto edificio. Es una fortuna que esté tan cerca de ella.

Saco la servilleta con la dirección, ahí viene el nombre de la torre de apartamentos y el número interior.

Apresuro mi paso por el complejo, temiendo que Nando pueda salir a buscarme, aunque luego me digo que probablemente se sienta aliviado al ver que me fui sin despedirme. Para él yo solo represento un cuerpo para saciar sus necesidades, debe alegrarse de haberse deshecho de mí sin esfuerzo. Ahora podrá volver con la mujer de la foto y fingir que yo no existo.

Llego a la torre de Bea y llamo al interfono, ella contesta de inmediato. Su voz refleja alegría al saber que soy yo y me deja pasar.

Cuando llego al apartamento, Bea me está esperando bajo el marco de la puerta. Al verla rompo en llanto, aturdida por una marea de emociones negativas que no sé controlar.

—¿Pero qué te pasó? —pregunta Bea consternada guiándome al interior de su apartamento, luego me lleva a la sala y me hace tomar asiento.

Yo lloro con tanta fuerza que no soy capaz de responder a sus preguntas, Bea limpia mis lágrimas con expresión consternada.

—Ay, fue un error dejarte sola anoche. Es es mi culpa, debí haberme quedado contigo —se lamenta.

Niego con vehemencia, lo último que quiero es que se sienta responsable por mi situación. Fui yo quien decidió quedarse, la que me aproximé desinhibida a Nando y correspondió a sus besos. Bea solo fue amable conmigo, quiso darme un momento de esparcimiento, yo fui quien lo convirtió en un evento lamentable.

Bea me pregunta qué sucedió repetidas veces, quiere conocer el motivo de mis lágrimas. Soy incapaz de contarle, la vergüenza no me permite hallar las palabras para compartirle lo ocurrido. Me siento sucia y pequeña, no quiero que más gente me vea así también.

Después de un rato logro sosegarme, pero sigo negándome a hablar. Bea se rinde, resignándose a que quiero guardar el secreto detrás de mi llanto. Seguramente va a enterarse, Rita le contará que me besé con Nando y que dejé el bar con él, entonces ella sacará sus propias conclusiones, pero al menos no estaré presente cuando eso pase. Podré ahorrarme la humillación de verla decepcionada de que no escuché sus palabras. Bea habló mal de los Caimanes en el bar, dijo en mi cara que son engreídos y que me convendría que no me asignaran a uno. Un par de horas después yo estaba más que entrada en una sesión de besos con Nando, pero advertida estaba.

—Te notas cansada, ve a recostarte un rato —sugiere con amabilidad.

—¿Qué hay del Ministerio de la Mujer? Debo presentarme hoy —replico con voz quebrantada de tanto llorar.

—Es verdad, pero no conviene que te presentes con los ojos rojos y apestando a noche de copas. Duerme unas horas, te hará bien. Cuando despiertes iremos con las Nanas.

Asiento despacio. Aún me duele la cabeza, dormir no suena una mala idea.

El teléfono de Bea suena cuando me voy levantando del sillón. Ella contesta de inmediato.

—Hola… ¿Volvieron tan pronto? Creí que… ah, ya veo… ¿Ahora mismo? De acuerdo, iré de inmediato.

La llamada es breve. Bea cuelga y hace el teléfono a un lado.

—Era Max, mi Capitán —me comparte—. La Unidad 7 llegó hoy al Distrito Central y quiere que me presente en el Ministerio del Orden cuanto antes. El general Galeana tiene un anuncio que hacernos a todas las Unidades, debo estar con la mía para escucharlo.

La miro ponerse de pie y adoptar su actitud de Caimán.

—¿No será incómodo para ti? —pregunto con tacto.

La mujer frágil en su interior hace una breve reaparición ante mis ojos.

—Verlo no es tan malo si es dentro del Ministerio —responde insegura—. Hay cierta distancia entre nosotros cuando los eventos son oficiales, es mucho más duro cuando es uno a uno. Estaré bien.

Bea se alista rápidamente. La miro en silencio. Hoy me parece que la comprendo un poco más. Aunque nuestras situaciones son distintas, creo que en el fondo el sentimiento es el mismo. No tengo idea de cómo reaccionaría si tuviera que lidiar constantemente con Nando como ella tiene que lidiar con Galeana. Sería como ir andando en un campo minado todos los días, no podría soportarlo. Me doy cuenta de que Bea es fuerte no solo en lo físico sino también en lo emocional, yo enloquecería en sus zapatos.




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