Convergencia- Libro 1

01

Escuché a mi madre decir desde el pasillo, yo sabía lo que “tú padre te necesita” significaba, otro grupo de individuos había llegado a pedir mi mano. Desde un duque de Valledonia hasta un marqués de Cardón, todos venían de cualquier parte del mundo solo a pedir mi mano.

Pero yo no era idiota, solo pretendían subir de puesto o conseguir algún día el lugar que mi padre tenía, pretendían llegar quizá en algún momento ser el rey de Wricken Ville.

 

Me puse mi mejor vestido con ayuda de una de las doncellas, y salí a encontrarme con mi madre a la sala de estar, donde mi padre, mi hermano Oliver y Fredda, la bruja personal del rey llegaban con nosotras para presenciar a todos los que llegaban para querer convencerme de contraer matrimonio con alguno.

 

- Con ustedes el príncipe Fredward de Weldormir- dijo el vocero, mientras dejaba entrar a un chico de casi 16 años y tenía que ser una broma, tomando en cuenta mis casi veintitrés. No iba a casarme con uno de esos tipos que venían y menos con uno ocho años menor que yo.

- ¿Lista para cambiar pañales Eli?

- Cállate idiota, se supone eres mi hermano mayor, esto tendría que darte celos. No deberías alentar a mis padres con eso.

- Qué bonito lenguaje hermanita, actúa como una princesa y no como la vulgar de Fredda.

- Ella no es vulgar, tiene incluso más intelecto que tú.

 

Mientras pasaba la discusión con Oliver , el pequeño príncipe, hablaba de sus intenciones conmigo, las grandes hectáreas que su reino ocupaba, el interés que siempre tendría en mi, etcétera etcétera.

 

- ¿Y qué opinas Eliana? Como tu padre, sugiero que lo consideres el poder que tiene el joven príncipe.

 

Asentí y tomé aire, mire a mi madre que sonreía esperando que yo confirmara que me casaría, mi hermano me miraba burlón, mi padre me miraba como obligándome a aceptar. Yo yo solo esperaba que Astrid apareciera como siempre de una manera inoportuna.

 

- Bueno, padre como rey te mereces todo mi completo respeto y sé que siempre vas a buscar lo mejor para mí y para tu reino. Pero no puedo casarme con un niño, es ocho años más joven que yo. Cómo mujer también tengo mis necesidades-vi la cara de asombro de mi madre- y creo que para su edad, es mejor que el joven Fredward pueda conocer a la princesa Astrid.

 

- Llevas mucho tiempo postergando tu matrimonio, rechazas a todo el mundo que viene a verte y en un principio lo entendí,supuse que sería porque no estabas lista, pero esto es insoportable, más tardar mañana tendrás que darle una respuesta al joven príncipe, si no olvidaré que eres mi hija y serás desterrada.


 

Asentí mientras sentía la mirada todos sobre mí, ví salir a mi padre con Fredda detrás y cuando eso sucedía significaba que había algo importante que decir. Me acerqué a la puerta para escuchar, ignorando por completo al príncipe que se acercaba a saludarme.

 

- Rey Horan, yo sé que necesitas que tu hija se vaya pronto de aquí. Lo entiendo bien, pero tampoco puedes obligarla. La profecía no se ha cumplido, no se realizó. No la obligues a irse

- Es necesario Fredda, se haya cumplido o no la profecía existe el riesgo latente de que suceda. Y la quiero lejos.

- Es la única que podrá salvarnos y lo sabes- mi padre miró la con desaprobación, sabía que estaba mal tratarlo sin respeto- No me mires así Horan, la barrera del respeto se perdió desde que me dijiste abuela.

 

Mi padre soltó una estruendosa risa y solo negó con la cabeza divertido. Él conocía Fredda desde que era un niño y siempre había querido aprender varios de sus trucos, pero a pesar de aceptar la brujería y no condenarla como otros reinos, nunca tuvo el valor para utilizarla.

 

- El punto aquí, es que la convergencia está a nada de sucederle y sabes que cuando eso pase no habrá marcha atrás.

- Él estará ahí para cuidarla.

 

Solté un ligero grito al sentir un ligero tirón de cabello, cosa que causo que mi padre y la bruja se callasen al instante y buscarán el origen del grito.


 

- ¿Por qué escuchas conversaciones de adultos?

- ¡Oliver! eso no se hace, eres un principe y yo una princesa.

- Antes de ser el príncipe soy tu hermano, así que puedo molestar lo que se me pegue la gana, dejaste al pobre Fred esperando su beso de prometidos.

- ¡IMBÉCIL!

 

Segundos después, escuché a mi padre aclarándose la garganta, me sentí pequeña ante su mirada de desaprobación y  la mirada burlona de mi hermano mientras era enviada a mi habitación.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.