Ahondando un poco en el estudio del esoterismo, tratando de conseguir algunas buenas entrevistas, luego de haber dedicado más de cuatro años seguidos al estudio comparado de la obra de Helena Blavatsky, Allan Kardec y Xico Xavier, tuve la oportunidad de conocer a Julio Gómez, un médium, ocultista, muy conocido en su discreto círculo social por
su particular seudónimo, que me ha pedido no dar a conocer en este escrito.
Julio(nombre cambiado), es miembro de una logia nacional clandestina de ocultistas que se niegan a definirse. Tienen sede principal en la ciudad de Bogotá. Julio es nativo de Cómbita, Boyacá, se crió sin embargo, en Tunja, donde culminó sus estudios de licenciatura en literatura y lenguaje, para luego ejercer en Bogotá desde finales de los años setenta, como maestro de escuela, actividad que alternaba con la docencia universitaria en algunos centros públicos y privados de vez en cuando.
- “Todo comenzó como a los
23 años, cuando estudiaba licenciatura en Tunja -dijo Julio- al principio sólo veía como luces extrañas que parecían pasar muy rápido cerca de mí, no lograba verlas de frente, siempre de
reojo”.
Julio maneja su saber esotérico y su mediumnidad con mucha prudencia, no gusta de ser personaje público muy reconocido y mantiene más bien, un bajo perfil tratando de conservar siempre el anonimato y lo insignificante del ciudadano común, aunque sea más bien un personaje extraordinario y fuera de lo
común.
Teniendo algo claras las ideas con respecto al cristianismo tradicional y al
cristianismo esotérico, kardeciano, espiritista, abordé al médium Julio Gómez en una entrevista que me concedió en un café cercano a la universidad Javeriana de Bogotá, eran las 10 en punto de la mañana y aparte de unos 4 ó 5 clientes más en la sala de aquel café, una sala como de siete metros cuadrados más o menos, Julio y yo, apartados en un rincón del fondo donde lo más seguro es que nadie pudiera escucharnos, nos dimos a la más abstraída conversación como aislados del mundo que nos rodeaba por una inexplicable burbuja invisible.
¿Cómo conocí a este personaje? Pues en mi constante comunicación y compartir lecturas con un antiguo colega, profesor y clérigo católico, nuestras constantes conversaciones y reflexiones nos llevaron en
cierta ocasión a un caso de actividad paranormal ocurrido en un municipio cercano a Bogotá a mediados del 2016, dicho caso fue atendido incluso, por quien en aquel momento
fuera el exorcistas oficial de la arquidiócesis de Bogotá.
Al parecer los sucesos extraños de una vieja casona de estilo colonial terminaron por afectar directamente a una de las damas principales del municipio. Luego de tanta alharaca de los curas y sus colaboradores, fue al parecer con mucha prudencia y disimulo el mismo exorcista oficial quien terminó contactando al médium Julio Gómez para
dejarlo a cargo de aquella tarea sin aparente solución, pues si bien es cierto que la
mujer terminó en un psiquiátrico, los sucesos extraños en el inmueble no paraban.
Como bien puede suponerse querido lector, fue Julio Gómez, quien no sé cómo, logró poner fin al asunto.
Sin alargar esta historia, fue mi antiguo colega, quien luego de leer y considerar algunos de los razonamientos expuestos en mi libro “Dios y la Existencia”, decidió ponerme en contacto con este particular personaje.
Aprovechando el receso escolar de mitad de año visité Bogotá, para lograr la entrevista con aquel extraño
lector que también quería conocerme luego de leer mi libro.
Hablamos primero de los razonamientos planteados por mí como especulaciones
racionales producto de consideraciones lógicas de la tradición, la historia y sus relatos e instituciones, para luego adentrarnos en lo que él consideraba en parte: “revelaciones del Demonio”.
Sí querido lector, Demonio o
Daemon, como le llamara Sócrates, pues Julio Gómez al igual que Sócrates y que el Médium brasileño Xico Xavier también era acompañado, guiado e instruido por un demonio, un
genio, es decir, el espíritu de un difunto ilustre que había estado por última vez en este planeta encarnado como un profesor de matemáticas español de finales del siglo XIX.
Inicié preguntándole si era teósofo o espiritista, que con
cuál de las dos se identificaba más y por qué, puesto que era lo que algunos decían según previamente me había informado.
Me respondió lo siguiente:
-”Me considero un buscador de la verdad, aunque creo también que la verdad no será jamás accesible al ser humano en este mundo ni en el otro, y aunque doctrinas y creencias como las religiones, con sus mitos, las tradiciones culturales y tanto el espiritismo como la teosofía han dado a conocer a los no iniciados algunos de los misterios que trascienden la existencia humana en este mundo, lo cierto es que no dejan de ser más que sistemas de creencias promovidos desde el otro lado para seguir sometiendo a las masas”.