― ¿Estás nerviosa? ―pregunta Noah al estacionar el coche y asiento. ―¿Quieres regresar a casa e intentarlo mañana?
Todo en mi interior grita que sí, que no debí regresar, que lo mejor sería volver a casa y envolverme bajo las cobijas en la comodidad de mi habitación. Sin embargo, me armo de valor, suelto un suspiro y niego con la cabeza. No puedo seguir huyendo, ya lo hice demasiado.
― Puedo con esto ― digo, intentando convencerme.
― Claro que sí ― asegura ―. Ahora mueve el trasero o llegaremos tarde.
Ambos salimos de su auto y siento las miradas sobre mí, Noah también debe de notarlo porque rodea mis hombros con su brazo y me guía hasta la entrada del instituto. Los nervios invaden mi cuerpo conforme avanzamos, algunas caras conocidas me miran con sorpresa, otros me sonríen como si nada hubiera sucedido y les sonrío de regreso, o eso intento, porque estoy segura que eso pudo parecer más una mueca que una sonrisa decente.
Los cuchicheos no tardan en aparecer mientras más avanzo por el pasillo y los recuerdos de ese día invaden mi mente, siento el nudo empezar a formarse en mi garganta por más que intento apartarlos.
¿Es muy tarde para volver a casa?
― Tal vez no puedo con esto ― susurro.
Noah me pega más a él, tanto que puedo oler su colonia de coco.
― Solo ignoralos, imagina que no existen o que todos están desnudos.
Asiento, reprimiendo una sonrisa.
Llegamos a su casillero y apoyo mi espalda en el de al lado mientras espero a que saque las cosas correspondientes para su clase. Observo a las personas moverse con rapidez, azotar las puertas de sus casilleros y chocar unos con otros en un desesperado intento de llegar a tiempo a clase; un sentimiento de familiaridad me invade al observar a Sky, mi mejor amiga, caminar hacia nosotros.
Sonrío cuando la tengo al frente y envuelve sus brazos en mi cuello.
― ¡Buenos días, solecito! ― Sky me abraza, alejando todos los nervios. ― ¡Extrañaba tanto verte por aquí!
― Pero si la viste ayer, pesada ― Noah cierra su casillero y la mira.
Sky deja de abrazarme y pellizca la mejilla de Noah de manera amistosa.
― Buenos días para ti también, gruñón ― rueda los ojos ―. No es lo mismo verla en su casa que tenerla aquí, en el insti, como antes ― vuelve a enfocar su atención en mí. ― ¡Me alegra tanto que estés aquí! Así no tendré que soportar ver todo el día la carota de amargado de Noah yo sola.
― Ver mi cara de amargado todos los días es lo mejor que puede pasarte en la vida.
Suelto una risita cuando Sky le enseña su lengua en un gesto infantil y dejo que enganche su brazo al mío.
― ¿Necesitas qué vaya contigo a la oficina del director y te acompañe a tu siguiente clase? ― pregunta Noah.
― O puedo hacerlo yo ― se ofrece Sky.
Noto la preocupación en sus rostros, ese miedo silencioso a que empiece a sofocarme y vuelva a irme.
Sonrío y tomo sus manos antes de negar con la cabeza.
― Ambos tienen que ir a sus clases, sé cómo llegar a la oficina del viejo Jensen ― les doy un apretón ―. Puedo hacerlo, chicos, y en caso de que no, siempre puedo llamarlos.
O tomar un vuelo directo a Madrid y no regresar.
― No dudes en llamarme si algo va mal ¿vale? ― asiento, Sky vuelve a abrazarme antes de besar mi mejilla ― Hablo en serio, Nina, llámame las veces que sean necesarias, no me importa faltar a todas mis clases por ti.
― O solo faltar porque estás aburrida ― añade Noah.
― Estaré bien, Sky ― aseguro ―, ahora ve a clase o Harris va a matarte por llegar tarde.
Asiente poco convencida y empieza a caminar hasta perderse por el pasillo.
Miro a Noah al notar que aún sigue a mi lado.
― Debería irme ya, Jensen odia que lo hagan esperar.
― Te acompañaré.
― Puedo ir sola, Noah, estaré bien.
Me mira y vuelve a rodear mis hombros con su brazo.
― Lo sé, Orwell ― empieza a caminar, obligándome a mí a hacerlo ―, pero el laboratorio queda cerca del despacho, así que vamos en la misma dirección.
― ¿Tienes química con la pesada de Grenger?
Margaret Grenger es la pesadilla de todo el instituto, estricta sin sentido, frustrada con la vida y su esposo en general; ama quejarse de su aburrida vida marital en todas sus clases y hacernos pagar por lo que sea que le haya hecho su esposo en la mañana o la noche anterior.
― Dios me libre de ver a la señora Grenger un viernes a las 7:00 am, que pesadilla ― ambos nos detenemos al inicio de las escaleras ―, tengo Biología con el amor de mi vida.
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Editado: 15.11.2024