Conversations in the Dark

✨Capítulo diez: Yo solo sé que no sé nada

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La campana suena anunciando el inicio de las clases. Cierro el casillero y suelto un suspiro de cansancio. Es lunes otra vez y voy tarde a clase.

Sky, más te vale aparecer en menos de cinco segundos.

Guardo el celular y apoyo mi espalda en el casillero. Observo como, poco a poco, el pasillo va quedando vacío conforme todos corren apresurados a sus clases, tropezando unos con otros hasta que, para mi mala suerte, mi mirada cae en Stuart y ella, apoyados en su casillero. Su risa capta mi atención y el nudo en mi garganta es difícil de ignorar cuando él acomoda un mechón de cabello detrás de su oreja, deposita un beso en su mejilla y le sonríe con ternura.

Justo como lo hacía conmigo.

El recuerdo de cuando los vi juntos por primera vez causa un caos de emociones dentro de mí. El nudo en mi garganta empieza a molestarme y, por más que lo intento, me es imposible dejar de mirarlos. ¿Sus ojos alguna vez me habrán visto con la misma ternura con la que la miran a ella? ¿Alguna vez demostró tanto amor por mí con solo una mirada o solo era yo la ilusionada?

No vayas por ese camino, Nina, no lo vale.

Me obligo a mí misma a dejar de mirarlo cuando mis ojos chocan con los suyos. Siento mis ojos empañarse por las lágrimas, pero me rehúso a dejarlas salir. No vale la pena, no merece que siga llorando por él.

Desbloqueo el celular y le mando otro mensaje a Sky. Voy cinco minutos tarde.

Skylar Paulina Anderson, juro que voy a matarte si me haces esperar cinco minutos más, así que trae tu enorme trasero aquí. ¡¿Dónde diablos estás?! Como te estés besuqueando con alguien…

― ¡Lo siento, lo siento, lo siento. ¡Ya estoy aquí!

Sky corre por el pasillo vacío hasta llegar a mi lado y niego con la cabeza cuando la tengo frente a mí. Su cabello rubio está despeinado, sus mejillas están un poco sonrojadas por el ejercicio y, sin duda, tengo que pedirle consejos sobre maquillaje porque el suyo sigue intacto, a excepción de su labial.

― ¿Dónde estabas? Harris va a matarnos.

La clase ha empezado hace diez minutos. Con suerte y si está de buen humor, el profesor Harris podría dejarnos entrar.

― Estaba, ya sabes, por ahí, buscando dónde estacionar.

Enarco una ceja y la miro. Sky trata de ocultar una sonrisa y aparta la vista, poniéndose en marcha.

― ¿Buscando dónde estacionar? ― pregunto, caminando a su lado.

La muy descarada asiente, en un vago intento por mantener su mentira. El labial corrido y la sonrisa en su rostro la delatan. Ruedo los ojos y le doy un zape.

― Auch, ¿y eso por qué?

― ¿Estás segura de que no estacionaste tus labios con los de otro? ― niega con la cabeza ―. Eres pésima mintiendo, Anderson. Tienes el labial corrido.

Sky se ríe, pasa un brazo sobre mis hombros y sé exactamente con quién estaba al sentir la colonia de él en ella.

― Harris va a matarnos porque no puedes dejar de alborotar tus hormonas, Sky.

― Siempre está la opción de no ir a clase ― me guiña ―, después de todo vamos tarde ya.

― Ni de chiste.

Ambas miramos la puerta abierta con vacilación. Asomo la cabeza con la esperanza de que el gruñón de Harris no esté dentro o se haya retrasado como nosotras. Localizo a Noah con la mirada y niega con la cabeza en desaprobación. No hay señales de Harris.

― Parece que no…

― Orwell, Anderson, ¿van a unirse a la clase o pretenden quedarse a observar desde fuera?

Me sobresalto al escuchar la voz del profesor Harris. Sky y yo volteamos al mismo tiempo, chocando con la mirada desaprobatoria de Harris.

― Buenos días, profesor Harris.

― Por favor, tomen asiento y no me hagan perder más tiempo. La clase inició hace quince minutos.

Ambas asentimos y nos apresuramos a entrar al salón. Sky toma asiento al lado de Noah y, para mi suerte, los únicos disponibles son uno al lado de Madison y otro al lado de McGarrett. Mi mirada se cruza con la de este y me sonrojo al recordar lo sucedido en Danny’s. Le sonrio antes de sentarme a su lado.

― Bien, clase, hoy continuaremos con la Eneida. Para hoy tenemos el capítulo de la reina Dido y su trágico final. Un final digno del amor trágico que caracteriza al género literario. ¿Qué les ha parecido? ― se pasea por el salón, mirándonos ― ¿Creen que es una muerte necesaria o podía haberse evitado?

― Pues yo creo que su muerte expresa la desesperación que sentimos cuando amamos a alguien, como nos dejamos consumir por esa persona hasta el punto en que estamos dispuestas a morir por esta, esté o no con nosotros ― opina Stephanie, presidenta del club de matemáticas ―. Con la partida de Eneas, Dido quedó deshecha y sintió que podía morir de amor, pues su corazón se había ido con él. Así que, al saber que no podía estar junto a él y que ese era su destino, vivir en soledad, gobernando su isla, amando a quien no podía tener, elige morir. Morir por amor, una idea que nos atrae a todos cuando experimentamos ese sentimiento tan profundo.




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