Conversations in the Dark

✨Capítulo catorce: Si fueras mía

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Mi sonrisa se ensancha al verla. Tiene su cabeza apoyada en el árbol, con el sol brillando en su rostro, a tan solo unos pasos de distancia. Mueve su cabeza al ritmo de la música, como si disfrutara de ese momento, y yo me quedo embobado mirándola, sin perderme ningún detalle.

Me acerco a Nina con cautela, intentando no arruinar su momento de calma. La escucho tararear una canción en español y me siento frente a ella, sin dejar de sonreír. Le quito el audífono derecho y abre los ojos, sorprendida.

― Hola, extraña.

― ¿Cuánto tiempo llevas aquí? ― pregunta.

― El suficiente como para saber que cantas fatal ― bromeo a medias.

Rueda los ojos antes de sonreír.Le encanta hacer eso, estoy seguro.

― Para tu información, canto increíble.

― Pues a mí me pareció que intentabas invocar a algún demonio.

― Ja, ja, muy gracioso, McGarrett.

Sonrío, mi apellido no me parecía tan agradable hasta que ella empezó a llamarme por él en lugar de utilizar mi nombre. Me muevo hasta quedar sentado a su lado, rozando su hombro descubierto. Puedo notar el rubor en sus mejillas y me tomo el atrevimiento de colocarme el auricular.

― ¿Qué escuchas?

Manifiesto de Humbe, ¿la has escuchado? ― niego con la cabeza. ― Deberías, es una canción increíble.

Como tú.

― ¿Y qué esperas para ponerla?

Me mira sonriendo con cierto brillo en sus ojos y me asusta lo rápido que late mi corazón en este momento.

― ¿Entiendes el español?

― Un poco ― me encojo de hombros ―, tú solo pon la canción.

Nina obedece y reproduce la canción. Cierro los ojos para disfrutar de la voz del chico mientras escucho a Nina tararear bajito, como si no quisiera que la escuchara. Le presto atención a la letra y es inevitable no pensar en ella, en que a lo mejor le encanta la canción porque se ve representada en ella y en que compartir esa canción conmigo es su forma de recordarse que, aunque ayer tuvo un mal día, hoy está dando lo mejor de ella por estar bien.

Siento sus ojos sobre mí y sonrío.

― Deja de mirarme o voy a pensar que te gusto.

La miro y se apresura a apartar la mirada.

― No te estaba mirando ― miente. ― ¿Te ha gustado la canción?

Asiento.

― No está mal, pero prefiero las canciones de Morat.

Nina me mira asombrada.

― ¿Escuchas a Morat? Creí que no entendías el español.

― No lo entiendo al cien por ciento, pero mi hermana Emma es muy fan de esa banda y me obliga a escucharlos cada mañana de camino a su instituto. Al final algo he aprendido. Además, siempre presto atención en las clases de español.

Asiente con comprensión y reproduce otra canción, reconozco la voz de Harry Styles al instante.

― No sabía que tenías una hermana.

― No haces muchas preguntas sobre mí o mi vida en general ― me encojo de hombros ―. Tiene catorce años y es toda una pesadilla.

― Estoy segura de que es más agradable que tú ― bromea.

― Soy la persona más agradable que conocerás en tu vida, Orwell.

Finjo indignación y ella suelta una risilla mientras recuesta su cabeza en mi hombro. Su gesto me sorprende.

Nos quedamos en silencio durante varios minutos, disfrutando de la voz de Harry, la sensación del sol sobre nuestra piel y la compañía del otro. La observo de reojo varias veces y sé que ella hace lo mismo conmigo. Siento un cosquilleo en mi estómago cuando la atrapo mirándome y, por impulso, entrelazo su dedo meñique con el mío. Sonríe sin dejar de mirarme y ese pequeño gesto pone todo mi mundo de cabeza.

Estoy seguro de que ambos podemos escuchar a mi corazón latir.

Jesús, qué cursi me estoy volviendo.

― Por cierto ― rompe el silencio luego de unos minutos, reincorporándose y me mira con curiosidad ―, ¿qué haces aquí? ¿Tienes hora libre?

― Algo así ― frunce el ceño. ― Me pareció que necesitabas compañía y decidí saltarme francés ― sonrío despreocupado.

Me mira incrédula.

― Es broma, ¿cierto?

No respondo, en su lugar, me acomodo de manera en que mi cabeza queda recostada en sus piernas. Ella apoya una de sus manos en mi pecho, haciendo mini círculos en él y con la otra acaricia mi cabello, con una naturalidad sorprendente. Como si hiciéramos esto todos los días.

― ¿Faltaste a clase por mí? ― pregunta con el ceño fruncido y asiento. ― ¿Por qué?

― Porque te extrañaba ― admito.

Me mira anonadada.

Sonrío cuando se sonroja e intenta disimular la sonrisa que amenaza con formarse en su rostro.

―Solo ha sido un día, Jayden. Y me viste por videollamada.

Me encojo de hombros y entrelazo nuestras manos.

― Un día es mucho tiempo, Orwell. Además, no es lo mismo una videollamada que estar así contigo.

Esta vez no oculta su sonrisa, aunque deja de mirarme. Me es imposible apartar mis ojos de su rostro. El sol resalta sus ojos cafés y los rayos del sol juegan con su cabello, haciendo que luzca preciosa.

Ojalá compartamos más momentos como este.

― Aun así, no vuelvas a faltar a clase por mí.

Ruedo los ojos, pero termino asintiendo.

― ¿Y tú, también faltaste a clase?

Niega con la cabeza.

― La profesora Grenger faltó hoy y era mi última clase del día.

― ¿Y decidiste quedarte aquí en lugar de ir a casa o hacer algo divertido?

La miro incrédulo.

¿Quién en su sano juicio prefiere quedarse en el instituto antes de ir a casa y dormir? Estoy seguro de que si no estuviera trabajando en Danny´s, lo primero que haría apenas terminaran las clases sería ir a casa y dormir cuatro horas seguidas.




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