Conversations in the Dark

✨Capítulo dieciocho: Heavenly

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La siento moverse entre mis brazos antes de abrir los ojos y sonreír al atraparla mirándome.

—No sabes lo que es el espacio personal, ¿cierto?

Niego con la cabeza sin dejar de sonreír.

—Buenos días para ti también.

Sonríe.

—Buenos días, McGarrett.

Acaricio su mejilla y dejo un beso en su coronilla.

—¿Dormiste bien?

Asiente.

—Yo también.

De maravilla, de hecho, tanto que no quiero levantarme y estoy seguro de que se me hace tarde para el trabajo. Pero lo vale, despertar con ella entre mis brazos y ver su rostro sereno lo vale.

—Gracias por dejar que me quedara.

—Gracias por quedarte.

Sonríe.

—Lo estás disfrutando, ¿cierto?

Más de lo que ella se imagina.

Asiento.

—Seguro que dormir conmigo formaba parte de tu lista de deseos de acosador.

Me río y nos hago girar, quedando encima de ella, apoyado sobre mis antebrazos para no aplastarla y con mis rodillas a cada lado de sus piernas. Sus ojos brillan cuando ríe y acerco mi rostro al de ella. Sonrío. Su rostro está relajado, su cabello parece un nido de pájaros y estoy seguro de que tiene una pequeña lagaña en su ojo izquierdo y aun así, sigue estando preciosa. No creo que exista algún universo en el que Nina Orwell no sea atractiva, con sus labios rosados rellenos y esos ojos cafés preciosos, un poco más claros el día de hoy. Es la chica más preciosa que he visto en mi vida.

Cierra los ojos cuando rozo nuestras narices, sin dejar de sonreír.

— Tú también lo estás disfrutando, ¿no es así?

Me mira antes de acariciar mi mejilla y asentir.

—Muchísimo.

Rozo nuestras narices una vez más, sintiendo su respiración en mis labios. Nina coloca ambas manos en mis mejillas y repite el movimiento sin dejar de mirarme.

Podría besarla en este momento.

—Podría besarte en este momento —dice, tomándome por sorpresa.

Acerco mis labios a los suyos.

—Podría dejarte hacerlo.

—Y mamá podría matarlos a los dos si no bajan en este momento a desayunar.

Maldigo al escuchar la voz de mi hermana y apoyo mi frente en la de Nina. Resignado, me incorporo y miro a Emma apoyada en el marco de la puerta, sonriendo.

—La puerta existe por algo, ¿sabes?

—Buenos días para ti también, hermanito —mira a Nina sin disimulo alguno y su sonrisa se ensancha. —Muy buenos, al parecer.

Nina sonríe tímidamente a modo de saludo. La pobre está sonrojada hasta las orejas.

Emma le devuelve el gesto antes de lanzarme un pantalón de pijama en la cara.

—He imaginado que ninguno de los tuyos le quedaría bien a la chica y no creo que quieras que mamá conozca a tu novia usando solo unas bragas, ¿no es así?

Niego con la cabeza y guardo silencio, esperando a que Nina se apresure a decir que no somos novios. No lo hace, de hecho, no emite sonido alguno.

Sonrío.

—Te debo una.

Emma me guiña.

—Mamá los quiere abajo en cinco, ni un minuto más.

Asiento y cierra la puerta al salir.

Le tiendo el pantalón a Nina y una risa se me escapa por lo bajo al verla mirándome a través de sus dedos, muerta de vergüenza.

—Lo siento por eso.

—No quiero bajar —confiesa y la miro extrañado—. Tengo miedo de no agradarle a tu madre.

Me acerco a ella y coloco un mechón de cabello detrás de su oreja, el mismo de siempre.

—Estoy seguro de que en cuestión de segundos te amará más a ti que a mí.

Al cabo de unos minutos, ambos entramos a la cocina con Nina agarrada de mi brazo. Mamá sonríe al vernos.

—Buenos días, jovencitos.

Deposito un beso en su cabeza.

—Mamá, Nina. Nina, mamá.

— Buenos días, señora McGarrett.

—Puedes llamarme Mila, cariño. Siéntate y come cuanto quieras —mamá señala todos los platillos de la mesa y debo decir que no son pocos. Hay tostadas, galletas, frutas, panqueques y huevos revueltos. —Lo preparamos especialmente para ti.

Nina sonríe agradecida. Me siento al lado de mamá y ella se sienta frente a esta, al lado de Emma. La observo agarrar un par de galletas con chispas de chocolate, panqueques y un poco de huevos revueltos.

—¿Quieres un poco de té o prefieres café? —pregunto, levantándome.

—También tenemos jugo de naranja.

—Café estaría bien, gracias.

—¿Dormiste bien, cielo? —escucho a mamá preguntarle mientras alisto los cafés.

—Muy bien, gracias por dejar que me quedara.

—No fue nada, cariño, estábamos ansiosas por conocerte.

Dejo ambas tazas de café en la islita antes de sentarme a su lado.

—Jayden nos habla de ti todo el tiempo —continúa mamá.

—¿De verdad? —me mira con una sonrisa antes de volver su atención a mi madre. —Espero que sean cosas buenas.

Me encojo de hombros y llevo la taza a mis labios, ocultando mi sonrisa.

—Claro, desde que te conoció no dejamos de escuchar tu nombre.

—Eres su tema de conversación favorito —asegura mi hermana.

Nina me mira sorprendida y asiento, sonriendo inocentemente.

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