Ella siempre fue elocuente. Nunca entendí como un ser tan extrovertido se acercaría a alguien que con suerte podía verla al rostro cuando hablaba, siempre me llenó de pánico toda esa efusividad en su hablar, pero también de una calidez que no puedo explicar.
Me cambió para bien y logró abrirme un mundo de posibilidades al ayudarme a vencer mis miedos.
Me gusta cuando dibuja y pareciera que nada existe a su alrededor. Me siento incapaz de perturbar su concentración ya que el dibujo termina siendo, a su estilo, hermoso. También suele sacar la lengua cuando se concentra demasiado y le encanta el helado de vainilla aunque siempre me recuerda que el sabor a vainilla viene de la cola del castor. Le gusta mezclar el arroz con el guiso para que obtenga un sabor nuevo y prefiere las sopas con leche, también el pescado frito. Le fascina el pescado frito y sabe prepararlo muy bien, no sé qué le echa, pero le queda delicioso. Casi siempre rasga papeles cada vez más pequeños cuando está nerviosa y disimula esos nervios jugando con el mechón ruloso de su cabello que se escapa por su frente. Debo admitir que me gusta ver cuando algo le encanta, ese brillo en sus ojos siempre la delata.
Adoro cuando me entrega esos pequeños detalles hechos a mano, cartas, adornos, llaveros, cajas, dulces. Un sinfín de cosas que siempre el lugar perfecto para guardarlas.
No podría pedir algo más para mi vida, con ella está completa.