A veces creo que Alejandro no valora mi esfuerzo por intentar ser una gran autora de cómics.
Tal vez no le he contado sobre mis proyectos, pero si me ve muy concentrada en algo, tanto que he descuidado un poquito mi higiene personal, es porque estoy en algo muy importante como para escucharlo quejarse de que nunca lavo los trastes. Solo necesito que me apoye con eso, nada más.
Él siempre se pasa pensando en qué debemos hacer ahora, hasta tiene un horario para dormir y su alarma programada que no sirve porque siempre despierta cinco minutos antes de que esta suene. Debo admitir que cocina muy bien y es agradable que siempre haya comida caliente en la hora en la que uno está acostumbrado a comerla, pero ¿dónde queda lo emocionante de lo que no está planificado?
Es gracioso cuando se molesta, suele sentarse, contar y caminar por toda la casa buscando una solución, yo aprovecho en inspirarme para continuar con mi proyecto, dibujar una historia sin fallas en la trama es difícil, eso sumado a la cantidad de logos y publicidad que debo elaborar para el trabajo.
A veces se demora mucho tiempo en el baño, ¿qué es lo que hace ahí adentro? No creo que se depile las cejas, pues sale exactamente igual a como entro solo que... limpio, supongo. También detesto que siempre esté controlando la cantidad de dinero que gasta y se restrinja el comprar ciertas cosas solo porque debe ahorrar para quién sabe qué, ni si quiera tiene algo en mente, debe vivir un poco más y disfrutar.
Me pregunto qué sería de él sin mí llevándolo a restaurantes nuevos todas las semanas, sorprendiéndolo cuando camina triste por el parque y dándole ese toque de paz a los problemas para que pueda pensar mejor.
El olor a café que inunda la casa por las tardes sumado a que siempre me trae una taza cuando estoy estresada trabajando es lo mejor que existe en este mundo. Después de todo... lo amo.